/BOLETIN-DD HH/ SIRIA: Las paradojas de una libertad en ciernes

En apenas nueve meses de gobierno, el presidente sirio Bashar Assad amplió la libertad de expresión e inició una amplia reforma del Estado, pero aún rige la ley marcial y las restricciones a la actividad política impuestas por su padre y predecesor, Hafez al-Assad.

Bashar Assad fue ratificado como presidente el 10 de julio de 2000 en un referéndum popular tras una reforma constitucional que permitió acceder al cargo con 34 años, seis menos del mínimo exigido entonces.

El referéndum se celebró un mes después de la muerte de Hafez al-Assad, quien había gobernado Siria desde 1970, cuando comandó un golpe de Estado que aseguró el control del país al Partido Baas.

Por primera vez en cuatro décadas, los sirios comienzan a animarse a discutir de política en público, y se sienten seguros como para mantener puntos de vista contrarios a los del gobierno sobre asuntos delicados.

Los nuevos aires quedaron de manifiesto con la liberación de 600 presos políticos y con el cierre de la prisión de Mezeh, que será convertida en Centro de Estudios Históricos.

«El cierre de la cárcel de Mezeh muestra que Assad está terminando con los símbolos del terror. Terminó la era de los arrestos arbitrarios, las torturas y las largas condenas a prisión sin razones», sostuvo al respecto un diplomático.

Los muros de las calles ya no están empapelados con carteles que recuerdan a la población quién tiene el poder.

Sin duda, Assad, o «el Doctor» —como muchos prefieren llamar al presidente, médico oftalmólogo de profesión— está peleando muchas batallas tanto dentro como fuera del país.

Alto, de ojos azules y con un pequeño bigote, el tímido y elegante presidente de 35 años parece la imagen rediviva de su padre. Pero su gobierno tiene un tono muy diferente. Muchos sirios creen que logrará llevar al país a la estabilidad, a la prosperidad y a la modernización.

Los cambios políticos fueron visibles en septiembre, cuando 99 intelectuales sirios firmaron un manifiesto reclamando el fin de la ley marcial, garantías a las libertades políticas y libertad a los presos de conciencia.

La medida puso a prueba la tolerancia gubernamental, que contestó con el silencio, pero sin represalias ni persecuciones.

Otra señal de cambios fue la aparición de varios periódicos independientes del control del Partido Baas.

Entre ellos figuran Al-Doumari (El Farolero), semanario satírico dedicado a asuntos políticos y sociales a través de caricaturas y tiras cómicas, y Sawt al-Shaab (La voz del pueblo), órgano del Partido Comunista Sirio.

Los diarios independientes del gobierno son una de las caras visibles del nuevo clima político, pero no todo es tan halagüeño.

Una de las iniciativas de Assad —la creación de los Foros de Diálogo Nacional— con el fin de debatir asuntos políticos y sociales fue limitada cuando los participantes reclamaron el levantamiento de la ley marcial y la autorización de funcionamiento a nuevos partidos políticos.

Allí aparecieron los límites de la tolerancia. El Parlamento dominado por el Partido Baas autorizó a la justicia a interrogar al legislador Riad Seif, opositor que organiza uno de los foros de debate más conocidos.

Las autoridades asumieron un papel más duro e informaron a los organizadores de los foros que se requería autorización oficial para su realización.

Seif, de 55 años, elegido en 1994 y 1998 como representante de la comunidad empresarial en el Parlamento, atribuyó en declaraciones a IPS la decisión en su contra a sus «duros ataques a la corrupción y a la mala administración económica del régimen».

El ministro de Información, Adnan Omran, replicó: «Soy un gran defensor de la libertad de expresión pero ésta tiene límites».

La gestión de Assad se ve envuelta en los crecientes conflictos de Medio Oriente. La devolución de las Alturas del Golán, ocupadas por Israel durante la guerra de 1967, sería un gran logro para el nuevo presidente.

En este terreno Assad continúa el reclamo de su padre de alcanzar un acuerdo justo y amplio basado en las resoluciones de la ONU y paz total para una completa retirada israelí de ese territorio.

Las negociaciones entre Siria e Israel se suspendieron en enero de 2000, luego del diálogo celebrado en Shepeherdstown, Virginia Occidental, Estados Unidos, que finalizó por desacuerdos acerca de la amplitud de la concesión territorial israelí.

Un encuentro posterior entre Assad padre y el entonces presidente de Estados Unidos Bill Clinton, en marzo de ese año, tampoco logró revivir las negociaciones.

Según muchos diplomáticos, un acuerdo con Israel no parece posible en el corto plazo. El gobierno del conservador Ariel Sharon ordenó, incluso, el bombardeo de posiciones sirias en el sur de Líbano este mes, en el marco de una escalada militar contra la población palestina en los territorios ocupados.

Los analistas afirman que la idea clave de la actual política siria es «asegurar una mayor armonía regional para concentrarse en las reformas internas en materia social y económica», dijo Mohammed Kamal, profesor universitario.

El fallecido Hafez el-Assad procuró, antes de su muerte, eliminar algunos obstáculos con el fin de allanar el camino a su hijo y entonces previsible sucesor. Evitó, por ejemplo, un enfrentamiento militar con Turquía mediante un acuerdo firmado en 1998 sobre cuestiones de seguridad con el gobierno de Ankara.

El acuerdo puso fin a la hostilidad de Turquía, que había acusado a Siria de alojar al líder curdo Abdulá Ocalan y sus seguidores.

A partir del acuerdo, las relaciones entre ambos países se normalizaron y el joven Assad capitalizó la situación al enviar en noviembre una delegación para solucionar una disputa sobre aguas territoriales.

Por otra parte, la ascensión al trono de Jordania del rey Abdulá —tras la muerte de su padre, Hussein— y la asunción de Bashar en Siria aliviaron las tensiones de una relación entre estos dos países vecinos, afectada por las suspicacias y la desconfianza entre sus padres.

Pero el logro más significativo de Bashar es su acercamiento con al presidente de la Autoridad Nacional de Palestina, Yaser Arafat, histórico enemigo de su padre.

El presidente de Siria se reunió con Arafat en forma paralela a la Cumbre Arabe realizada en Amman el 27 de marzo y declaró que sus manos se unían para servir a la causa palestina.

El líder palestino es visto con expectativas por Siria, un país que le había vuelto la espalda cuando Arafat inició negociaciones bilaterales con Israel para un acuerdo de paz.

Pese al agravamiento de la violencia en la región, la principal preocupación del presidente sirio son las reformas y la liberalización de una economía controlada por el Estado durante décadas.

Assad aprobó el establecimiento de la banca privada y del mercado de valores y puso fin a 40 años de monopolio estatal en el sector. También adjudicó licencias para la explotación de servicios de Internet y de telefonía celular.

«Si bien el presidente Assad está hace poco al frente del gobierno, sus acciones son muchas. Confiamos en que lleve al país a un futuro pacífico y próspero», afirmó el periodista sirio Muneer Othman.

El gobierno aspira a la apertura económica en la región. Siria firmó un pacto de libre comercio con Iraq y un acuerdo con Egipto, Líbano y Jordania para la construcción de un gasoducto por valor de 1.000 millones de dólares.

Por otra parte, el Banco Europeo de Inversiones otorgó dos préstamos a Siria para la construcción de infraestructura eléctrica.

Los observadores creen que el clima interno permite contemplar reformas mayores, pero no parece haber lugar para una vuelta atrás. (FIN/IPS/tra-en/gb/mn/dc/mj/ip if/01

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