El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, reiteró que el mundo se beneficiará con una economía estadounidense fortalecida y sin las restricciones a sus emisiones de gases invernadero que le impondría un acuerdo ambiental internacional como el Protocolo de Kyoto.
El gobierno de Bush recibió críticas dentro y fuera del país por haberse excluido unilateralmente de dicho tratado, que pretende que los países industrializados reduzcan las emisiones de gases invernadero responsabilizadas por el recalentamiento planetario.
En confusas declaraciones poco antes de reunirse con el canciller (jefe de gobierno) alemán Gerhard Schroeder, Bush dijo a la prensa el jueves que piensa consultar con líderes de Europa y de otros países al respecto, pero que «no hará nada» que haga retroceder a la economía estadounidense.
«No haremos nada que pueda dañar a la economía, porque en primer lugar está la población de Estados Unidos, esa es mi prioridad», declaró.
«Me preocupa la economía. Me preocupa la falta de una política energética. Está dentro de nuestros intereses nacionales desarrollar una política energética fuerte con una política ambiental realista y de sentido común», dijo.
«Eso se lo explicaré a nuestros amigos. También es de su interés que nuestra economía siga fuerte, después de todo, somos un gobierno de libre comercio, comerciamos unos con los otros», agregó.
Estaba previsto que Schroeder informara a Bush sobre la reacción europea a la decisión estadounidense confirmada el miércoles por el portavoz de la Casa Blanca, Ari Fleischer.
«El presidente ha sido muy claro», dijo Fleischer a la prensa, al confirmar la declaración anterior de la directora de la Agencia de Protección Ambiental, Christine Todd Whitman, quien en las últimas dos semanas intentó persuadir a Bush de que no abandonara el protocolo de 1997.
«El no apoya el tratado de Kioto. No beneficia los intereses económicos de Estados Unidos», declaró Todd Whitman.
Pocas personas pensaban que Bush fuera a abandonar el tratado tan rápidamente, sobre todo dada la importancia que le conceden Europa y Japón, los aliados más cercanos de Washington.
Desde el principio, Bush declaró que la política exterior de su gobierno tendría la prioridad de consolidar los lazos con los aliados.
Pero diplomáticos europeos y japoneses manifestaron su inquietud por varios pasos unilaterales dados por Bush desde que asumiera el poder en enero, incluso el desaire dado a la política de apertura del presidente sudcoreano Kim Dae Jung hacia Corea del Norte.
También preocupó su expulsión de 50 diplomáticos rusos en represalia por un caso de espionaje en el FBI y su intención de instalar un sistema nacional de defensa contra misiles que los servicios secretos del país advierten provocará una nueva carrera armamentista.
La propia Todd Whitman advirtió a Bush que la mayoría de los aliados de Estados Unidos consideraban que el Protocolo de Kyoto era la única opción viable, según un comunicado filtrado a la prensa.
«Este es un asunto de credibilidad para Estados Unidos ante la comunidad internacional. Debemos parecer comprometidos y trasladar el centro de la discusión de Kyoto a acciones concretas, pero antes debemos demostrar nuestra buena fe», le exhortó a Bush en dicho comunicado.
Cuando Bush incumplió su promesa electoral de ratificar el Protocolo de Kyoto la semana siguiente, la UE envió una delegación a reunirse con la Asesora de Seguridad Nacional Condoleezza Rice, para confirmar que Washington seguiría participando en el proceso de negociación.
Por el contrario, Rice les habría dicho que, en lo que concierne a Estados Unidos, el Protocolo de Kyoto era cosa del pasado.
«Es un caso claro de diplomacia unilateral, que rara vez funciona y siempre provoca resentimientos», comentó David Sandalow, quien ayudó a negociar el Protocolo durante el gobierno de Bill Clinton.
Paradójicamente, el Protocolo fue producto de una serie de negociaciones entre los países industrializados que sucedió a la convención de cambio climático firmada en 1992 por el entonces presidente George Bush, padre del actual, en la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro.
Los estados signatarios de Kyoto acordaron reducir sus emisiones para el año 2012 en un promedio de siete por ciento frente a las emitidas en 1990.
La mayoría de los científicos creen que los gases invernadero – como el dióxido de carbono, emitido por la quema de combustibles fósiles como el carbón y el petróleo- aceleran el recalentamiento de la atmósfera planetaria experimentado durante el último siglo.
El Panel Internacional sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas calculó que las temperaturas promedio de la superficie terrestre podrían elevarse hasta 5,8 grados para 2100 si no se altera el actual ritmo de emisión, con consecuencias posiblemente catastróficas.
Clinton y otros líderes firmaron el Protocolo, pero ningún Parlamento lo ha ratificado, ya que los mecanismos para conseguir dichas reducciones aún no se negociaron.
Las últimas negociaciones tuvieron lugar en La Haya a fines del año pasado y la próxima ronda está prevista para junio en Bonn.
El responsable de ratificar el acuerdo en Estados Unidos, el Senado, se opone firmemente al mismo debido a sus posibles consecuencias para la economía y a que no abarcaría a los países en desarrollo.
Dado el peso diplomático de Estados Unidos y a que este es el mayor emisor de gases invernadero, con 25 por ciento del total, su retiro del proceso de Kyoto podría hacer fracasar las negociaciones, según ecologistas y diplomáticos en Washington.
«La decisión de Bush de abandonar el compromiso de Estados Unidos asumido ante el Protocolo de Kyoto creó la crisis de política ambiental más seria en años», afirmó Christopher Flavin, presidente del centro de investigación Worldwatch Institute.
«Es hora de que Europa y Japón denuncien la maniobra estadounidense y adopten el Protocolo de Kyoto, quizá abandonando algunos de los elementos más problemáticos impuestos por Estados Unidos (durante las negociaciones)», exhortó. (FIN/ips/tra-en/jl/aq/en/01