La demanda en Alemania de extranjeros expertos en informática creció en los últimos meses al punto de inspirar ó una ópera satírica sobre la explotación de los profesionales llegados desde India.
La obra musical constituye una punzante crítica a la contratación de trabajadores extranjeros en la tecnología informática alemana, y apunta a llevarse los mejores elogios este mes.
La obra «Indierinnen» (Mujeres indias), tiene la música del compositor judío alemán Giacomo Meybeeer. Es una brillante sátira de «Gilbert y Sullivan», pero adornada con el colorido y la elegancia de las costumbres indias.
El Neukoellner Opera de Berlín tuvo éxito al conciliar los temas que preocupan a su audiencia, integrada en su mayoría por jóvenes profesionales y de buen pasar, con la gran ópera romántica.
La historia se centra en Soraya (personaje tomado de la ópera «El perdón de Ploemel», compuesta por Meyebeer en 1860), una heroína que decide viajar a Alemania para trabajar y poder pagar las deudas de su esposo inválido, Mahatma, contraídas para pagarle a ella su educación informática.
Soraya es llevada a una suerte de subasta de un intermediario alemán, en la que varios occidentales le ofrecen grandes salarios y unas tarjetas verdes («Tarjeta verde» es el nombre del sistema por el que Alemania contrata expertos en informática indios).
Esta es una escena basada en el mercado de esclavos de la ópera «El Africano», de Meyerbeer. Soraya finalmente termina en Alemania trabajando con computadoras.
Pero, llegada allí, es esclavizada por el villano alemán Amor Von Kaufland, personificación del capitalismo, quien obliga a trabajar a sus empleados hasta que desfallecen, una versión moderna de las fábricas del siglo XIX.
Junto a sus exhaustos compañeros de trabajo, Soraya canta la triste aria «Frente a mi monitor». Enferma de amor por Mahatma, le escribe una carta (una inolvidable versión de «Estrella del Norte», de Meyerbeer) en la que describe a Alemania «como un paraíso».
Los trabajadores de Von Kaufland organizan una rebelión, en la que muere un capataz paquistaní. El libretista, Holger Siemann, introduce aquí una crítica a la enemistad entre India y Pakistán, a la que compara con el odio de los neonazis a los judíos y de los bosnios a los serbios.
Soraya es acusada de la muerte del capataz y la antes feminista independiente, que se ganaba el sustento con su propio trabajo, se ve obligada a pedir ayuda a su querido Mahatma, ahora rehabilitado por una operación que pudo pagar con el dinero que ella le envió.
Pero Mahatma, fortalecido, se transforma en un verdadero «macho». Viaja a Alemania para rescatar a su esposa de los capitalistas, en un drama operístico coronado por un dulce dueto, y se la lleva a su casa para encadenarla a la cocina.
«El punto es: ¿Puede haber una libertad verdadera y puede la gente realmente controlar su destino?», preguntó Siemann, ex soldado de Alemania oriental, de 38 años, que estudió Filosofía y se dedicó a escribir luego de la caída del muro de Berlín (1989). Es autor de unas 16 comedias radiofónicas de sátira social.
La obra puede ser india, pero los dilemas son comunes a todo el mundo. Amor, odio, celos, traición, dolor y las convicciones personales puestas a prueba son temas siempre presentes en las óperas. Pero el director artístico del Neukoellner Opera quería también abordar un tema político actual.
«En ese momento todos los titulares de los diarios advertían 'Vienen los indios', por lo que decidí comenzar la historia en India. Además, la separación de Soraya y Mahatma me permitía usar las emociones, que son tan importantes en una ópera», explicó Siemann.
Ni el director Dirk Rave ni Siemann fueron a India, y todos los intérpretes son alemanes. La ópera funciona «porque los temas que trata son universales», dijo Rave.
La música de Meyerbeer no presenta problemas en los cambios de escenarios (Alemania e India), señala Rave, un ex estudiante de Musicología e Historia. «Su música es un 'collage', una mezcla de estilos. Corta y pega como en una película», explicó.
La ópera ilustra la escena de la explotación de los trabajadores con dramáticas canciones interpretadas por los villanos.
«Meyerbeer tenía un gran interés por los oprimidos, por lo que esta obra va muy de acuerdo con su tradición», explicó Rave. El compositor escribió «El Africano» cuando Francia estaba colonizando Madagascar, lugar que «nunca conoció», agregó.
Para Siemann, es común que las óperas tengan protagonistas de lugares lejanos. «Es más emocionante presenciar una historia de amor entre personas de Marte que entre dos vecinos que ves todos los días», afirmó.
La ópera tiene éxito aun cuando aborda un tema actual. «La diferencia entre esta producción y una comedia o una novela es que hay mucha expresión. La ópera es más intensa. Cuando en ella alguien canta 'te amo' durante cinos minutos es más emocionante que escuchar a un actor decirlo en 10 segundos», dijo.
«Indierinnen» procura atraer tanto a los aficionados a la ópera clásica como a aquellos que buscan la dramatización de problemas de la sociedad actual. «Muchos sólo van a la ópera a escuchar lindas melodías, así que les damos lo que quieren, pero también tratamos de satisfacer a los que buscan más», dijo Rave.
«En los últimos 50 años hubo muchos intentos en Alemania de utilizar la ópera para encarar los problemas de la sociedad. Pero ese era justamente el objetivo de la ópera, y en particular de la operetta, en sus comienzos», agregó.
«Nosotros no hacemos teatro experimental, sino que seguimos la corriente original. En Alemania es difícil que algo que sigue la línea central sea talentoso, atractivo y sea tomado en serio», sostuvo Rave.
Pero esta ópera es tomada en serio, según la respuesta de los críticos, tan en serio como la sociedad alemana encara el problema de los expertos informáticos indios. (FIN/IPS/tra-en/ys/mn/rp/aq/cr/01