Las guerras, el hambre y el sida destruyen amplias zonas de Africa, pero la cultura de ese continente vive en Italia un momento mágico.
El museo Andersen, de Roma, expone más de 70 fotos en blanco y negro en que Seydou Keïta y Malick Sidibé, dos artistas de Malí, documentan los cambios sociales registrados en su país desde los años 40 a los 70, y son un testimonio del importante papel de la fotografía en la cultura africana.
Los trabajos de Keïta, de 80 años, comienzan a fines de los años 40, mientras los del sexagenario Sidibé se remontan a los años 60 y por lo tanto al fin del colonialismo francés.
Para Sidibé, se trata de la verdadera Africa, «vista a través de la alegría de los rostros y la dignidad de la gente, percibida en su esencia, carente de todos los adornos que Occidente banalmente le atribuye, una tierra antigua de civilización que se ofrece generosa y amiga a quien la sabe mirar sin prejuicios».
Las responsables de la exposición, Cristina Perrella y Elena di Majo, hablan con entusiasmo de esta exposición: «Una tierra de luces, más que de sombras, que busca tener derecho a mirar al futuro, gracias al trabajo de su gente y a la profundidad de sus raíces».
Keïta es exalta en sus retratos «la majestuosidad de las mujeres de Malí», que llegaban a su estudio de todo el país «para ser inmortalizadas por este artista», atento a los menores detalles, afirma Perrella.
Las imágenes de Keïta reflejan un gusto tan actual que este año inspiraron las colecciones en Roma de uno de los más importantes estilistas, Kenzo.
Una campaña publicitaria muestra un Africa inventada y opulenta, donde el Tercer Mundo se transforma en el Primero, en la oficina de un rico joven africano el champaña corre a raudales y lujosos automóviles recorren las calles.
La campaña presenta un diario imaginario, «The Daily African», que informa sobre las condiciones desesperadas de las regiones más pobres del mundo, que en su caso son Italia, Suiza y e Illinois y Massachussetts, en Estados Unidos.
El mundo al revés, claro. Lo mismo hace el artista nigeriano Yinka Shonibare, nacido y residente en Londres, que a partir de septiembre presentará en Roma fotografías, pinturas, muebles y vestidos en estilo victoriano, inspirado en la novela de Oscar Wilde «El retrato de Dorian Grey».
Así mismo, la Bienal de Arte de Venecia, la más importante manifestación artística internacional que se realiza en Italia, reservará en su nueva edición, desde el 10 de junio, un espacio para artistas africanos de la última generación, a cargo de Salah Hassan y Olu Oguibe, dos críticos procedentes de Africa.
Se exhibirán los trabajos de algunos de los artistas africanos premiados, entre los cuales figuran el sudafricano Willem Boshoff y los argelinos Rachid Koraïchi y Zineb Sedira.
Es difícil saber si detrás de este triunfo en Italia de la cultura y del arte africanos «se esconde la voluntad de expiación y la conciencia de culpa» del Norte industrial, comentó Di Majo.
Mientras, el cine africano sigue ignorado por el gran público italiano y sólo es conocido por el reducido grupo de los especialistas y de quienes frecuentan ciertos festivales.
A pesar de los éxitos de crítica, las películas africanas presentadas en festivales no llegan al circuito corriente de las salas cinematográficas, salvo escasas excepciones.
Hay señales de cambio, como la publicación de una «Breve historia del cine africano», aunque son todavía tímidas, señaló el crítico Fabio Ferzetti.
Mientras, la cantante Rokia Traoré, de Malí, ofreció este mes en las norteñas Turín y Milán dos recitales de su música, construida entre la tradición y la innovación. Pero, en general, «Italia ignora la música y a los músicos africanos», expresó el especialista Fabrizio Zampa.
La música del futuro no puede ser sino una mezcla de culturas, ritmos, sabores e inspiraciones sin fronteras ni pasaporte y Africa continúa ofreciendo algunas de las expresiones más interesantes de la actualidad, dijo Zampa. (FIN/IPS/jp/ff/cr/01
