La colección africana del Museo Británico, una de las mayores de su tipo en el mundo, volvió al edificio principal del mismo centro cultural, después de 30 años de exilio en otra institución, y lo festeja con una innovadora exposición.
El objetivo de las nuevas galerías Sainsbury, con el apoyo de la familia Sainsbury y la Fundación Henry Moore, es ubicar el arte africano en un contexto internacional e histórico y enfrentar las ideas preconcebidas de los visitantes acerca de Africa.
La exposición inicial de la colección, dividida en cinco zonas principales, incluye 600 de las 200.000 piezas pertenecientes al Museo Británico, procedentes especialmente de Ghana y Nigeria, pero también de zonas poco representadas, como Madagascar y el nordeste africano.
La muestra exhibe obras de arte de siglos pasados junto con piezas contemporáneas. Ya no están la reproducción de aldeas antaño que tanto daño hicieron a las exposiciones sobre Africa. En cambio, se procura mostrar al arte africano en un contexto inteligente y respetuoso.
«Nos fuimos del Museo Británico en 1970 porque no teníamos espacio suficiente para exhibir la colección. Cuando la Biblioteca Británica se fue (del museo), tuvimos la oportunidad de volver al edificio principal. La exposición actual pretende alejarse de una visión estrecha del arte africano», explicó Chris Spring, curador de la exposición.
«Queríamos que la colección fuera vista en igualdad de condiciones con el arte griego o romano, pero aún hay aquellos que lamentan el cambio y algunos visitantes nos preguntan dónde están las recreaciones de las aldeas tribales», señaló.
La exposición incluye cerámicas, telas, bronces, esculturas, joyas y armas. Los cuchillos y las espadas quizá no se hayan incluido en exposiciones africanas del pasado.
«En el período colonial se prohibió la producción de armas. En el período poscolonial, esta práctica resurgió, aunque de manera distinta, y mucho de lo que se produce ahora es sólo para rituales», explicó Spring.
«Las galerías son reacias a exponer esas piezas y este campo del arte africano fue muy poco estudiado», agregó.
«Estas piezas, hechas tradicionalmente por los hombres, ahora pueden exhibirse junto con la cerámica, hecha por las mujeres. En conjunto representan un microcosmos de la sociedad africana», dijo.
La exposición incluye hermosas esculturas de los períodos Ife y Benín. Las piezas compiten en belleza y complejidad con obras realizadas siglos después.
Una de las más famosas es el Busto de la Reina Madre, del siglo XVI. Su majestuosidad y verosimilitud presiden sobre el resto de la colección, como un espectro de un pasado lejano.
En otras salas se encuentran tesoros como los textiles etíopes de seda china, remontándose a un período en que existía un intenso comercio entre ambos países.
La galería de alfarería subraya la espiritualidad y practicalidad del arte africano. Muchas de estas obras se realizaron para conmemorar transiciones importantes en la vida de la gente. Se utilizan en el matrimonio, el nacimiento y la muerte, cuando actúan como contenedores del alma.
Otro ingrediente clave de la exposición son cinco videos que procuran ubicar la obra en el contexto cultural y social donde se originó.
Al caminar entre las piezas, el espinoso tema de la propiedad está siempre presente. «Supongo que es una cuestión política y que en definitiva la decidirá la dirección del museo. Personalmente, ni siquiera intentaría justificar la forma en que se adquirieron parte de estas obras», dijo Spring.
«Y se plantearon interrogantes legítimas sobre el acceso de investigadores e historiadores de arte» al resto de la colección, agregó.
«Esperamos que en el futuro al menos la cuestión del acceso se facilite con la compra de un nuevo edificio. Entonces los investigadores podrán ver la obra que no está en exposición actualmente», aseguró. (FIN/IPS/tra-en/ba/mn/aq/cr/01