Quince años después de la explosión del cuarto reactor de la central nuclear de Chernobyl, el 26 de abril de 1986 en la entonces Unión Soviética, nuevas generaciones son afectadas por la radiactividad que causó ese accidente, el peor de su tipo en la historia.
La explosión, en el actual Estado independiente de Ucrania, liberó unas 500 veces más radiación que la bomba atómica arrojada por Estados Unidos sobre la ciudad japonesa de Hiroshima en 1945, mató en el acto a 31 personas y propagó una nube de humo radiactivo sobre gran parte de Europa.
Alrededor del sitio del accidente hay un área contaminada de unos 30 kilómetros cuadrados, y los tres países que sufren peores consecuencias son Ucrania, Rusia y Belarús.
La radiación lanzada a la atmósfera fue culpada por decenas de miles de muertes por cáncer y por el notorio aumento de enfermedades genéticas en esos tres países desde 1986.
Siete millones de habitantes de Ucrania, Belarús y Rusia, incluidos tres millones de niños, padecen aún efectos secundarios del desastre nuclear y necesitan tratamiento médico, afirmó la Organización de las Naciones Unidas (ONU) el año pasado.
El principal obstáculo para paliar las consecuencias del accidente ha sido la escasez de los recursos aportados por la comunidad internacional, que dejó la cuestión librada en gran parte a los esfuerzos de las tres naciones más afectadas, las cuales tienen importantes problemas económicos.
Las estadísticas sanitarias de Ucrania, Belarús y Rusia muestran el aumento de enfermedades relacionadas con la exposición a radiactividad, y el riesgo de cáncer de tiroides se multiplicó por 10 para los ucranianos desde 1986.
Ucrania tiene 50 millones de habitantes, y unos 3,2 millones de ellos han sido afectadas por el accidente, incluyendo a un millón de niños. Las víctimas mortales han sido 167.653. En ese país se ha registrado también un importante descenso de la natalidad, y la mortalidad infantil casi triplica el promedio europeo.
Tras el desastre, los casos infantiles de cáncer de tiroides en Belarús se multiplicaron por 33,5, informó el miércoles el viceministro de Salud de ese país, Vladimir Orekhovsky, en una entrevista difundida por televisión.
La contaminación causada por el accidente en Rusia afecta a unos 57.000 kilómetros cuadrados de territorio, en los cuales viven tres millones de personas, señaló el mismo día el funcionario sanitario ruso Guennady Onischenko.
Unos 184.000 rusos sufrieron consecuencias de la radiactividad, en especial quienes trabajaron para paliar las consecuencias del desastre, y las víctimas mortales fueron unas 10.000, añadió.
Este jueves se realizaron ceremonias de conmemoración en el Memorial de Chernobyl en Kiev, en la principal catedral de la Iglesia Ortodoxa de Rusia y en el cementerio de Mitino, cercano a Moscú.
El presidente de Ucrania, Leonid Kuchma, visitó el área donde se produjo la explosión, y su par de Belarús, Alexander Lukashenko, se hizo presente en el área de ese país que resultó contaminada.
En diciembre, las autoridades ucranianas desactivaron el tercer reactor nuclear de la central, que era el último que permanecía en funcionamiento. El primero, instalado en 1977, fue desactivado en noviembre de 1997, y el segundo no fue reparado luego de que su edificio de turbinas se incendió en 1991.
La estructura construida para aislar el cuarto reactor, a la cual se conoce como «el sarcófago», está en malas condiciones, y funcionarios de la central temen que un nuevo desastre libere en la atmósfera cientos de toneladas de polvo radiactivo letal.
«No pienso que el sarcófago pueda manetenerse íntegro hasta 2005», declaró este jueves a periodistas del canal de televisión NTV Valentin Kupnyi, subdirector de la central y responsable del mantenimiento de esa estructura.
En el área cercana a Chernobyl se diseminaron 1,5 millones de toneladas de material radiactivo.
El secretario general de la ONU, Kofi Annan, declaró el miércoles que los efectos del accidente aún afectan a millones de personas, y que la comunidad internacional «debe hacer mucho más» para cooperar con las tareas humanitarias en curso en la región.
«El legado de Chernobyl acompañará a nuestros descendientes por varias generaciones», enfatizó.
Organizaciones no gubernamentales (ONG) rusas e internacionales mantienen un programa llamado «Solidaridad con la Infancia de Chernobyl», mediante el cual se han pagado vacaciones fuera del país de unos 16.000 niños y niñas desde 1986.
La Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) enfatizó en una declaración dada a conocer el miércoles que el impacto humanitario total del desastre aún no se conoce, ya que pueden pasar varios años más antes de que algunas víctimas presenten síntomas.
Belarús, Rusia y Ucrania no deberían cargar por sí solos con la responsabilidad de afrontar la crisis, apuntó el director de la OCHA, Kenzo Oshima, quien es también coordinador de la ONU de la Cooperación Internacional con Chernobyl.
Las tareas relacionadas con las consecuencias del desastre consumen 20 por ciento del presupuesto de Belarús, 10 por ciento del de Ucrania y uno por ciento del de Rusia, según Yablokov.
El grupo coordinador de agencias de la ONU que cooperan con Chernobyl, de 19 integrantes, y varias ONG asisten a personas afectadas por la radiactividad, estudian el impacto ambiental y sanitario del accidente y aportan apoyo técnico a tareas de descontaminación, administración de residuos peligrosos y mejora de la seguridad de instalaciones nucleares.
El programa original, lanzado por la ONU en 1997, era más ambicioso, pero fue recortado en forma considerable por escasez de fondos.
Pese a la dolorosa lección de Chernobyl, Rusia se dispone a permitir la importación comercial de residuos nucleares.
«Durante los últimos años, las autoridades a cargo del sector nuclear han tratado de convencernos de que es hora de olvidar a Chernobyl, pese a la posibilidad de que millones de personas que aún no han nacido sean afectadas por auqle desastre» dijo Alexei Yablokov, ambientalista e integrante de la Academia de Ciencias Rusa.
La semana pasada, el parlamento ruso anuló la prohibición legal de almacenar o enterrar en el país por períodos prolongados materiales radiactivos provenientes de otras naciones, que regía con la excepción de los materiales procedentes de países que hubieran comprado centrales nucleares rusas.
La reforma legislativa fue impulsada por el Ministerio de Energía Nuclear, que espera obtener ingresos por valor de 20.000 millones de dólares mediante el negocio de reprocesar combustible nuclear usado.
El ex ministro de Energía Nuclear, Yevgeny Adamov, afirmó en una engrevista divulgada a comienzos de este mes que el desastre de Chernobyl fue un «incidente técnico menor», y que quienes aún se quejan por las víctimas del accidente deberían «ser enviados a hospitales psiquiátricos». (FIN/IPS/tra-eng/sb/mn/mp/en/01