Avances sin precedentes para la población femenina, aunque acompañados de viejos factores de discriminación, se destacan en América Latina en la víspera del primer Día Internacional de la Mujer del nuevo milenio.
Las diversas formas de violencia, tanto física como sicológica, que se ejercen contra las mujeres representan una de las rémoras más irritantes y serán condenadas en numerosos actos previstos para este jueves en diversos países de la región.
La reivindicación de los derechos sexuales y reproductivos y las demandas de igualdad de oportunidades con los hombres en el acceso a la educación, el trabajo y las remuneraciones son otras demandas que volverán a estar presentes en este 8 de marzo.
La equidad de género es una aspiración que se ha abierto paso en América Latina a medida que el propio avance de las mujeres en la «invasión» de los «cotos masculinos» pone en evidencia la discriminación.
El secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Kofi Annan, sostuvo que 25 años después de la primera celebración del Día Internacional de la Mujer «tenemos mucho para congratularnos».
Sin embargo, advirtió que «para la mayoría de las mujeres del mundo, la vida cotidiana sigue siendo ardua y a veces peligrosa» dijo Annan. «En los últimos años se han puesto más claramente de relieve los objetivos de la igualdad entre géneros, el desarrollo y la paz (…), que aún estamos lejos de alcanzar», agregó.
Avances e insuficiencias quedan retratados en una actualizada base de datos con indicadores de género, que constituye una de las novedades de la nueva página en Internet que lanzará este jueves la Unidad Mujer y Desarrollo de Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe).
La página (http://www.eclac.cl/mujer) permitirá acceder a información desagregada por sexo para comparar la situación de hombres y mujeres en los países latinoamericanos, y a la vez cotejar la realidad de género entre las naciones de la región, dijo Sonia Montaño, jefa de la Unidad Mujer y Desarrollo de Cepal.
La página de la agencia regional de la Organización de las Naciones Unidas con sede en Santiago de Chile recoge los cambios positivos que registró en las últimas décadas la población femenina en áreas como esperanza de vida, fecundidad, alfabetismo y escolarización.
Pero la propia Cepal acompaña esos datos estadísticos con críticos informes acerca del mayor impacto en la población femenina de la pobreza y el desempleo, como también de la insuficiente participación de la mujer en los organismos de representación política.
Paraguay es el país latinoamericano con más mujeres en su Senado, con 18 por ciento del total de miembros de esa rama legislativa, seguido por México con 16 por ciento y Colombia, con 13, señaló el investigador argentino Rosendo Fraga en un informe difundido este miércoles por el boletín electrónico Nueva Mayoría.
Argentina, con sólo tres por ciento de mujeres en el Senado, está por debajo de Uruguay (10), de Brasil, de República Dominicana (ambos con siete), de Chile y de Bolivia, donde las senadoras representan cuatro por ciento de la cámara alta.
En Argentina el cuadro cambiará radicalmente con las elecciones legislativas de diciembre próximo, en que una ley de cupos garantizará al menos 24 senadoras, o sea 33 por ciento del total. La ley ya se aplica en la Cámara de Diputados, donde las mujeres representan 27 por ciento de los parlamentarios.
Este tipo de leyes de discriminación positiva no han prosperado en otros países, como Chile, donde la terminología oficial apuesta más bien a las políticas de igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, tanto en la vida política como laboral.
Desde cualquiera de las dos perspectivas, lo cierto es que se requiere de medidas especiales para contrarrestar las situaciones de atraso y discriminación que afectan mayormente a las mujeres en América Latina.
El dogma neoliberal de mejoramiento de las condiciones de vida al ritmo de crecimiento económico no se conjuga con la igualdad de géneros, según muestra la realidad social y estadística de América Latina.
Chile, el país latinoamericano de mayor expansión del producto interno bruto (PIB) en la década del 90, ocupa un modesto lugar número 51 entre 174 países en el índice de potenciación de género del Informe sobre Desarrollo Humano 2000.
Venezuela, Costa Rica, México, Panamá y Colombia, cuyas economías se caracterizaron en los últimos años por la inestabilidad, tienen un mejor registro que Chile en el índice de potenciación de género.
Este indicador considera la presencia de las mujeres en los parlamentos, los cargos ejecutivos y administrativos y en puestos profesionales y técnicos, además del PIB por persona en la población femenina.
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que celebrará su asamblea anual en Santiago dentro de dos semanas, programó entre los actos previos la realización en conjunto con Cepal de un seminario titulado «Mujer en el trabajo: un reto para el desarrollo».
El seminario, previsto para el día 17, da cuenta de la preocupación de ambos organismos por el efecto de la globalización en el trabajo de la mujer, la inequidad de género en materia de pensiones y protección social, la discriminación laboral y la incorporación de la perspectiva de género en las políticas públicas.
En este 8 de marzo también se dará importancia a la denuncia sobre los maltratos y torturas a las mujeres, con el lanzamiento de un informe elaborado por Amnistía Internacional.
La sección Uruguay de la organización humanitaria resaltó que el informe, titulado «Cuerpos rotos, mentes destrozadas», alude tanto a la violencia que sufren las mujeres bajo determinados regímenes políticos o situaciones de conflicto armado, como a la tortura silenciosa de que son objeto en los hogares.
«Los torturadores pueden ser agentes del Estado o miembros de grupos armados, pero lo más habitual es que sean familiares de la propia víctima, sus empleadores o miembros de su comunidad. Para muchas mujeres, su hogar es un lugar de terror», indica el informe para llamar la atención sobre las agresiones sexuales.
El Movimiento de Mujeres de Chile colocó como ejes de la celebración del 8 de marzo los derechos sexuales y reproductivos, así como la memoria, que remite a la lucha por los desaparecidos y otras causas relacionadas con las violaciones de derechos humanos durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).
Annan recordó, en su mensaje previo al Día Internacional de la Mujer, que «las mujeres y las niñas sufren las consecuencias de los conflictos de la era contemporánea cada vez más intensamente y de manera desproporcionada».
«A pesar de que ni inician los conflictos ni los llevan adelante», las mujeres y las niñas «se han convertido en el blanco directo de ataques, en muchos casos para humillar al adversario y quebrantar la moral y la resistencia de sociedades enteras», sostuvo Annan. (FIN/IPS/ggr/mj/dv/01