BRASIL-EEUU: Cumbre sin sustancia decepciona a observadores

La cumbre de esta semana entre el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, y su par de Brasil, Fernando Henrique Cardoso, decepcionó a los observadores por su total falta de sustancia, más allá del compromiso de «trabajar juntos».

Los dos mandatarios afirmaron haber disfrutado de la mutua compañía el viernes en la Casa Blanca, y Bush aseguró a la prensa que ambos acordaron «trabajar conjuntamente para resolver las diferencias» entre los dos países más poblados de América.

Sin embargo, evitaron entrar en detalles durante una sesión de fotografías posterior a la reunión y, en señal de que las conversaciones fueron abundantes en bromas y escasas en sustancia, la Casa Blanca omitió la conferencia de prensa que habitualmente sigue a la visita de jefes de Estado extranjeros.

«Responderemos una pregunta de la prensa nacional, otra de la prensa brasileña, y luego todo el mundo podrá irse a casa a disfrutar del fin de semana», bromeó Bush luego de que él y Cardoso realizaran breves declaraciones de presentación.

El tono de la cumbre sorprendió a algunos analistas, quienes esperaban que Bush aprovechara la visita de Cardoso para impulsar la próxima Cumbre de las Américas, a celebrarse en abril en Quebec.

Allí, todos los gobiernos del hemisferio occidental excepto Cuba confirmarán el propósito de adelantar las negociaciones del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), propuesta durante el gobierno de George Bush padre (1989-1993).

«Pensé que iban a aprovechar mejor esta ocasión. Después de todo, Brasil es un país muy importante, y hay muchos asuntos serios que deben ser discutidos», manifestó un funcionario del Congreso.

De hecho, apenas el mes pasado, un grupo de trabajo del Consejo de Relaciones Exteriores (un gabinete de estrategia de Washington) describió a Brasil como el «punto de apoyo» para aumentar o disminuir los intereses de Estados Unidos en América del Sur.

Sin la cooperación o el apoyo activo de Brasil, Estados Unidos podría hacer muy poco en esa región, trátese de comercio e inversión, guerra contra las drogas, ambiente o promoción de la democracia, señaló el Consejo, dominado por intereses empresariales.

En reconocimiento de la importancia de Brasil para la nueva administración, Cardoso fue el segundo presidente sudamericano – luego de Andrés Pastrana, de Colombia, el mayor receptor de ayuda de Washington en la región- en ser invitado a la Casa Blanca desde la asunción de Bush, el pasado enero.

A la cabeza de la lista del Consejo de Relaciones Exteriores – igual que en la de Bush- figura el ALCA, una prioridad para las empresas estadounidenses que han invertido miles de millones de dólares en Brasil en la última década.

El gobierno de Bush está ansioso por concluir un acuerdo sobre el ALCA e incluso sugirió adelantar la fecha para la culminación de las negociaciones de 2005 a 2003. Pero Brasil, que copresidirá la próxima Cumbre de las Américas junto a Estados Unidos, ha mostrado mucho menos entusiasmo.

Brasil tiene un gran déficit comercial con Estados Unidos y teme que Washington no esté preparado para reducir sus propias barreras a los productos brasileños, en especial el acero y productos agrícolas como el jugo de naranja, cuyos productores en Estados Unidos gozan de gran influencia política y protección.

Así mismo, Brasil teme que el ALCA vuelva irrelevante al Mercado Común del Sur (Mercosur, un bloque comercial que incluye a Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay, y es dominado por Brasil). Como resultado, el interés de los brasileños en el ALCA es, en el mejor de los casos, tibio.

Esto se hizo evidente en las declaraciones de Cardoso durante la sesión de fotografías.

«Estamos avanzando hacia un comercio más libre. Por supuesto, debo tener en cuenta la situación particular de Brasil y los intereses brasileños», declaró el presidente.

Más allá de la reticencia de Brasil, existen crecientes dudas sobre si Bush estará en condiciones de afirmar ante sus pares en Quebec, dentro de apenas tres semanas, que cuenta con el apoyo político necesario para que el Congreso apruebe el eventual acuerdo sobre el ALCA.

El representante comercial de Estados Unidos, Robert Zoellick, ha mantenido numerosas reuniones con legisladores el mes último, en un esfuerzo por obtener un consenso bipartidario para otorgar a Bush autoridad para negociar acuerdos comerciales internacionales por la «vía rápida».

Hasta ahora, sin embargo, ha hecho escaso o ningún progreso.

La vía rápida, que Zoellick rebautizó como «autoridad de promoción comercial», permite al presidente negociar y firmar acuerdos comerciales con otros países sin previa autorización del Congreso, que sólo puede después aprobar o rechazar los tratados tal como están, sin realizarles modificaciones.

Todos los presidentes de Estados Unidos desde Gerald Ford (1974- 1977) han obtenido la vía rápida, pero el Congreso se negó a renovarla para el presidente Bill Clinton en 1994, 1995 y 1997.

Sin ella, los socios comerciales de Estados Unidos son renuentes a negociar, porque el Congreso podría modificar los acuerdos celebrados por el Poder Ejecutivo, y por lo tanto deberían ser renegociados.

Bush y Zoellick enfrentan las mismas divisiones que Clinton no pudo conciliar.

La gran mayoría de los legisladores del opositor Partido Demócrata se oponen a otorgar la vía rápida al presidente sin imponer estrictas condiciones que protejan el ambiente y los derechos laborales.

Por otra parte, la mayoría del gobernante Partido Republicano se opone férreamente a la inclusión de tales condiciones en cualquier acuerdo comercial.

«América Latina pretende que Washington llegue a Quebec con la autoridad de la vía rápida en la mano», comentó Miguel Díaz, director del Proyecto Mercosur-América del Sur del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, de Washington.

«Si eso no fuera posible, sería bienvenido algún gesto que indique un serio compromiso para obtener la aprobación», agregó.

Pero aun ese gesto podría ser imposible si el actual estancamiento persiste.

Fuera de la cuestión del ALCA, Brasil y Estados Unidos están preocupados por la situación en Colombia, a la que Washington aportará este año 1.600 millones de dólares para apoyar los esfuerzos del ejército por controlar las áreas de cultivo de coca en el sur de ese país, incluida la frontera con Brasil.

Al igual que otros países, Brasil manifestó escepticismo por la estrategia de Washington y preocupación por eventuales efectos indirectos de la campaña del ejército colombiano contra los guerrilleros de izquierda que controlan esas regiones.

El propio Cardoso se ha pronunciado contra cualquier intervención directa de Estados Unidos en la guerra civil de Colombia. (FIN/IPS/tra-en/jl/da/mlm/if-ip/01

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