El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, sorprendió a ambientalistas y legisladores al incumplir su promesa electoral de ordenar la reducción de emisiones de dióxido de carbono a las empresas generadoras de electricidad.
El dióxido de carbono es el principal de los gases invernadero, responsables, según la mayoría de los estudios científicos al respecto, del recalentamiento planetario.
Luego de una fuerte presión procedente de su propio Partido Republicano y de las firmas del sector eléctrico, Bush comunicó el martes 13 a un grupo de legisladores su decisión de excluir el dióxido de carbono del plan de reducción de emisiones contaminantes.
Bush alegó que la inclusión de ese gas en la lista podría ocasionar un importante aumento de los precios de la energía eléctrica. La mayoría de los gases causantes del efecto invernadero son liberados a la atmósfera como resultado de la quema de combustibles fósiles, como petróleo, gas y carbón.
«El estado de California sufrió escasez de electricidad y otros estados del oeste están preocupados por los precios y la disponibilidad para el próximo verano. Debemos ser muy cuidadosos y evitar medidas que puedan perjudicar a los consumidores», dijo Bush en una carta dirigida a cuatro senadores republicanos.
Las organizaciones ambientalistas, que ven esta decisión como una traición, la consideraron una concesión del presidente ante las presiones de las grandes empresas.
«Bush está traicionando su promesa al pueblo estadounidense y perdiendo credibilidad en una crisis con consecuencias desastrosas», dijo Carl Pope, director ejecutivo del Sierra Club, una de las principales organizaciones ambientalistas del país.
Bush prometió en septiembre, durante su campaña electoral, imponer «objetivos obligatorios de reducción» para las emisiones de cuatro importantes contaminantes: mercurio, dióxido de sulfuro, óxido de nitrógeno y dióxido de carbono.
Pero el presidente afirmó en su carta no creer que el dióxido de carbono deba ser incluido, pues no es considerado contaminante según la Ley de Aire Puro.
La marcha atrás de Bush sorprendió a ambientalistas y legisladores demócratas, pues la nueva directora de la Agencia de Protección Ambiental, Christie Whitman, había asegurado en las últimas semanas que se cumpliría el plan original de reducir la emisión de los cuatro gases.
Dos semanas atrás, Whitman se reunió con sus pares europeos en la Cumbre Ambiental del Grupo de los Ocho (G-8) países más industrializados, celebrada en Italia, donde discutió sobre la importancia de disminuir las emisiones de gases invernadero.
La presión para eliminar el dióxido de carbono de la lista provino de grupos de presión que responden a las industrias de carbón y de fábricas que utilizan ese mineral, que emite dióxido de carbono cuando es quemado.
La misiva de Bush a cuatro senadores republicanos conservadores — entre ellos Jesse Helms y Pat Roberts— fue la respuesta a otra carta enviada la semana pasada por el senador Chuck Hagel, quien pedía que el presidente aclarara su posición sobre la reducción de emisiones de carbono.
En 1997, Hagel coauspició una ley según la cual el Senado no ratificaría ningún tratado que eximiera a los países en desarrollo de cumplir mandatos de obligatoriedad jurídica, o que causara daños económicos serios a Estados Unidos.
El proyecto apuntaba contra el Protocolo de Kyoto, un acuerdo internacional que obliga a las naciones industrializadas a reducir sus emisiones de gases invernadero para 2012 a niveles cinco por ciento menores a las emisiones de 1990.
Las industrias y los legisladores conservadores argumentan que el Protocolo será dañino para la economía estadounidense.
En su carta, Bush se manifestó contrario al Protocolo, pero no aclaró cómo abordará futuras negociaciones relativas al efecto invernadero.
Cada vez se hace más difícil para los políticos contradecir la evidencia científica sobre las causas humanas del efecto invernadero.
El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, integrado por casi 700 científicos de más de 100 países, divulgó un informe según el cual el recalentamiento planetario ya tiene un impacto serio en ecosistemas de todo el mundo, y que profundizará la brecha entre el mundo industrializado y los países pobres.
Los científicos pronosticaron que la temperatura promedio en la superficie de la Tierra aumentará entre 1,4 y 5,8 grados para 2100 respecto de 1990. El nivel del mar promedio habrá aumentado entre 0,09 y 0,88 metros en ese año, agregaron.
Las observaciones indican que los cambios regionales del clima, en especial los aumentos de temperatura, causan el desprendimiento de glaciares, el adelgazamiento de capas de hielo permanentes y cambios en el comportamiento de animales silvestres.
También se pronosticó un aumento de los casos de enfermedades causadas por insectos y por mala calidad del agua, como el cólera, especialmente en Africa, Asia y América Latina.
Aun el senador Hagel dijo en reiteradas oportunidades en los últimos meses que cree que el recalentamiento planetario es causado, en parte, por la quema de combustibles fósiles.
El Protocolo de Kyoto, que no fue ratificado aún por ningún país industrializado, es visto por la mayoría de los gobiernos como la solución para revertir el recalentamiento planetario.
Las negociaciones internacionales para afinar el tratado colapsaron en noviembre, por divergencias entre Estados Unidos y la Unión Europea. Las deliberaciones se reanudarán en junio o julio, informó el presidente de la conferencia, el ministro de Ambiente holandés Jan Pronk. (FIN/IPS/tra-en/dk/da/dc-mj/01