(Arte y Cultura) BRASIL: Ricos y pobres se relacionan a través de la pantalla

Son pobres, pero orgullosos de la comunidad en que viven, les gusta cantar y hablar de sus pequeñas alegrías. Se trata de los personajes reales de «Babilonia 2000», un nuevo documental que revela el Brasil pobre a la clase media que va al cine.

Esta película confirma una vez más que el cine brasileño prefiere dirigir su mirada a los pobres del país, mientras la telenovela, el medio audiovisual de mayor audiencia, escudriña principalmente las capas medias y ricas.

Los públicos se cruzan, pues el cine es demasiado caro para los pobres, limitados a la televisión gratuita.

«Babilonia 2000» es de una sencillez absoluta. Cuatro equipos pasaron el día y la noche del 31 de diciembre de 1999 filmando a pobladores comunes de dos «favelas» (barrios marginados) enclavadas en Copacabana, una famosa zona turística de Río de Janeiro.

El resultado es un mosaico de la vida cotidiana y los sueños de los pobladores de Babilonia y Chapeu Mangueira, por su propia voz, en un pasaje de milenio que, en la creencia popular, ocurrió al llegar el año 2000. El director de este mosaico es Eduardo Coutinho, considerado el mayor documentalista brasileño.

Una señora gorda cuenta su juventud «hippy», cuando leía novelas del alemán Hermann Hesse, y canta en un inglés incomprensible. Un señor relata la destrucción de su familia por el asesinato sin explicaciones de su hijo mayor, un sargento de la marina que era el sostén del grupo.

Una anciana recuerda su pasado de cocinera de familias ricas y hoteles de lujo, que convivió un tiempo con Juscelino Kubitschek, presidente de Brasil entre 1955 y 1960 y uno de los políticos más conocidos y admirados del país.

La violencia aparece solo indirectamente, en otras historias de asesinatos de jóvenes que buscaron un «camino equivocado», probablemente el narcotráfico, y en los huecos de tiros disparados por la policía, que una pobladora muestra en la pared de su casa.

El objetivo del filme es solamente revelar la vida rutinaria de las personas y sus expectativas en el nuevo milenio, a través de «la conversación, el encuentro, el canje», explicó Coutinho.

En realidad, se trata de mostrar el pueblo de las «favelas» y desmitificarlo ante una clase media que, en general, las ve como barrios hacinados y refugios de criminales, traficantes y asesinos.

Los mismos entrevistados en la película tratan de deshacer esa imagen. Uno de ellos invita a los cineastas a cenar con «gente común» del barrio en la madrugada del 1 de enero.

No es una obra para la gran taquila. Pero agrada al público por la sorprendente naturalidad con que los entrevistados dialogan con los directores de filmación y cuentan sus historias, sin ocultar aspectos o ideas cómicas. La película hace reir muchas veces.

Es una visita a las favelas. Sigue el estilo de Coutinho, que deja aparecer micrófonos, a veces al propio director y a los equipos de filmación. «La emoción nace de la imperfección», según el crítico Luiz Carlos Merten, quien recordó que la imagen está a veces fuera de foco o la pantalla queda oscura por unos segundos.

El documental, rodado en menos de 24 horas, comenzó a exhibirse a comienzos de este año y permaneció dos meses en salas de «cine de arte» de Río de Janeiro y Sao Paulo. El costo fue muy bajo, de unos 110.000 dólares, según el director.

Coutinho es reconocido como el gran documentalista brasileño desde «Cabra marcado pra morrer», sobre los conflictos por la tierra en el nordeste de Brasil.

Esa película, iniciada en 1964, fue interrumpida ese mismo año por un golpe de Estado militar, y concluida sólo 20 años después, con otro enfoque, para cubrir la historia del país en dos decenios.

El cineasta sorprendió nuevamente el público el año pasado, con la exhibición de su «Santo fuerte», un documental también rodado en una favela, con entrevistas y un tema específico, la religiosidad del pueblo brasileño, con visiones fantásticas y muy variadas expresadas por unas pocas personas humildes.

La gente pobre como tema central es una tradición en el cine brasileño, especialmente documentales en que son frecuentes las favelas, los basurales que alimentan a los más pobres, los campesinos sin tierra y otras poblaciones marginadas.

También las obras de ficción de mayor éxito comercial y de crítica, en los últimos años, se concentran en la pobreza.

«Central do Brasil», ganadora de premios internacionales, narra la historia de un niño que busca a su padre luego de la muerte de su madre en Río de Janeiro. Para eso viaja, acompañado por una desconocida, al nordeste, la región más pobre del país.

La trama de «Yo tú ellos», el último éxito de taquilla, transcurre en el mismo nordeste. Es la historia de una mujer que vive con tres maridos, ante la falta de alternativas de todos.

Estas son películas que superaron el millón y medio de espectadores en Brasil. El precio del boleto, de cinco dólares, impide que los pobres vayan al cine con frecuencia.

En cambio, las telenovelas, que tienen una audiencia diaria de decenas de millones de personas, especialmente en las capas más pobres, casi nunca se refieren a la pobreza. Sus personajes centrales son, en general, de las capas medias o ricas. Los pobres aparecen, pero en su afán de ascenso social.

En síntesis, los ricos ven los pobres en el cine, y estos ven el lujo y los problemas de las capas medias y altas en la televisión. (FIN/IPS/mo/mj/cr/01

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