ISRAEL: Mundo árabe nada espera de Sharon

Medio Oriente reaccionó con pesimismo y duras expresiones ante la amplia victoria del derechista Ariel Sharon, elegido primer ministro de Israel, aunque el temor inicial a una nueva guerra comienza a disiparse.

Los periódicos de Líbano y Siria lamentaron la llegada al poder del hombre al que el mundo árabe conoce como «la aplanadora» («bulldozer») y «el carnicero de Beirut». El diario izquierdista libanés Al Safir tituló: «Israelíes eligen su nuevo rey que completará su programa de guerra.»

El primer ministro de Líbano, Rafik Hariri, dijo que, a la luz de su pasado, la victoria de Sharon «es una señal de que los israelíes no optaron aún por la paz».

Los diarios de Siria, que responden al Gobierno, afirmaron que el triunfo de Sharon, a quien calificaron de racista y terrorista, equivalía a una declaración de guerra.

El pesimismo cunde aun más en Jordania. Sharon defiende la tesis de que ese país debe acoger, como tierra sustituta, a la nación palestina. Al mismo tiempo, los jordanos temen que la persistente violencia en territorio palestino se traslade al suyo.

Pero algunos observadores creen que la elección de Sharon será «la noche más oscura antes del alba», pues constituirá el primer paso hacia la comprensión de la urgencia y necesidad de una paz real por parte de los israelíes.

Con Sharon «habrá un bloqueo» en el proceso de paz, «y quizás eso no sea tan malo», dijo Michael Young, columnista de la prensa libanesa.

«Eso mostrará a la sociedad israelí que la línea de Sharon no traerá la paz, que sólo llegará cuando llegue al poder alguien aun más a la izquierda que Barak», agregó Young.

Sharon es recordado en el mundo árabe por la masacre perpetrada el 16 de septiembre de 1982 en los campamentos de refugiados palestinos en Sabra y Chatila, en Líbano, que le costó la vida a entre 1.200 y 2.000 personas, en su mayoría mujeres y niños.

También se lo considera el autor de la masacre de 69 palestinos en Qibia, Cisjordania, ocurrido en 1953.

Como ministro de Defensa, Sharon dirigió y supervisó en 1982 la invasión de Líbano, que derivó en el sitio de Beirut, con el fin de acabar con la actividad guerrillera palestina en el sur de ese país.

El plan original preveía una invasión parcial, pero Sharon pergeñó el avance del ejército israelí sobre el norte de Líbano. La ocupación militar israelí del sur continuó hasta mayo pasado.

Entonces, los libaneses hacían chistes aprovechando la coincidencia del nombre del entonces ministro israelí con el de una marca de jabón en polvo para ropa cuyo eslogan era «Ariel, el jabón que limpia todo».

Dos decenios después, el mundo árabe se pregunta si Sharon aprendió que, de acuerdo con las nuevas realidades, «limpiar» personas o regímenes no es una solución viable.

En Líbano, donde la frontera con Israel aún es volátil a pesar de la retirada de mayo, existe temor de que el cruce de fronteras por parte de militantes palestinos origine represalias desproporcionadas por parte de Sharon.

«Líbano continuará absteniéndose de dar a Israel cualquier respuesta» militar a un ataque, dijo Hariri el lunes frente a la televisión de su país.

De todos modos, una guerra con Líbano o con Siria se considera poco probable. Siria es el principal impulsor de la paz en Líbano luego de una prolongada guerra civil, y esgrimió su posición allí como argumento para recuperar las Alturas del Golán, ocupadas por Israel en 1967.

El presidente sirio Bashar el Assad tiene «prioridades internas que tienden a reducir sus deseos de provocar a Israel», sostuvo Young.

De cualquier manera, Sharon es considerado un «hombre de palabra» por los libaneses, aun cuando esas palabras no sean agradables.

«Con Sharon, al menos, sabremos a qué atenernos. Barak es un halcón disfrazado de paloma. Sharon es un halcón y no lo oculta», dijo Abu Rushdi, líder del Frente Popular para la Liberación de Palestina que opera en campamentos de refugiados libaneses con respaldo sirio.

Pero en el mundo árabe, Sharon no es considerado mejor o peor que su antecesor. Barak tampoco pudo alcanzar la paz, y su orgullo como el militar más condecorado de la historia israelí no le da buena imagen entre los árabes, para quienes eso significa que tiene demasiada sangre en sus manos.

«Sharon dice que desea la paz, pero la quiere en sus términos. Ningún país árabe puede aceptarlos. Entonces, ¿de qué paz habla Sharon?», dijo el ex ministro de Cultura libanés y experto en asuntos israelíes Michel Eddeh.

La principal preocupación de Líbano son los 350.000 refugiados palestinos que viven en 12 escuálidos campamentos de refugiados de todo el país. Beirut pretende su retorno a territorio palestino, pero Israel niega ese derecho a los refugiados.

Sharon dejó en claro que no permitirá el regreso de un solo palestino que haya abandonado ese territorio en 1948, fecha en que se constituyó el estado de Israel.

Pero pocos en Líbano prevén un gobierno prolongado encabezado por Sharon. Quieren que «la noche más oscura antes del amanecer» sea breve. (FIN/IPS/tra-eng/kg/mn/ip/01

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