DERECHOS HUMANOS-PAKISTAN: Deportación de refugiados afganos

Pakistán alberga desde hace 22 años a personas provenientes de Afganistán que han escapado del conflicto en su país de origen, pero este año Islamabad comenzó a deportar a los afganos que no poseen documentos de viaje válidos ni están registrados en forma oficial como refugiados.

En noviembre, Pakistan cerró su frontera de 2.200 kilómetros con Afganistán para evitar el ingreso de más refugiados, pero miles de afganos eludieron desde entonces a los guardias fronterizos e ingresaron a territorio paquistaní, debido al conflicto y a la severa sequía que afecta a su país.

Desde el mes pasado, sus fuerzas de seguridad arrestan a inmigrantes afganos que han vivido en el país durante años, y los trasladan en camiones hasta la ciudad fronteriza noroccidental de Torkham, desde la cual los envía de regreso a Afganistán.

Cientos de afganos fueron deportados en los dos últimos días de enero.

«Las autoridades desean enviar un claro mensaje de que ya ha sido suficiente», dijo un alto funcionario del gobierno de la Provincia de la Frontera Noroccidental (PFN), cuya capital es Peshawar.

Según datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), unos 150.000 refugiados afganos ingresaron a Pakistán desde septiembre del año pasado, y el gobierno de la PFN calcula que en la actualidad hay allí unos 300.000 no registrados como refugiados.

Islamabad alega que ya no puede hacerse cargo de más refugiados sin asistencia de la comunidad internacional.

En la actualidad viven en Pakistán unos 2,5 millones de afganos, pero no todos ellos están en campos de refugiados, ya que se permitió a quienes ingresaron al país trabajar, comprar propiedades y establecer negocios o instituciones de educación.

Con el paso de los años, se han formado varios barrios afganos en las áreas residenciales de Peshawar.

Las medidas adoptadas por Islamabad para reforzar la custodia de la frontera incluyen el despliegue de fuerzas de seguridad en áreas montañosas cercanas a Torkham, cuya elevación permite vigilar el territorio circundante.

Esas medidas han reducido el número de ingresos ilegales al país, según las autoridades.

El ACNUR informó que unos 70.000 refugiados afganos que llegaron al país en los últimos tiempos viven en condiciones difíciles en un campo transitorio establecido en Jalozai, a unos 50 kilómetros de Peshawar.

En diciembre y enero, el ACNUR trasladó a unos 10.000 afganos desde Jalozai al campo Nuevo Shamshatu, en Peshawar, donde las condiciones de vida son algo mejores según funcionarios de la agencia.

Sin embargo, esos funcionarios apuntaron que es urgente establecer un nuevo campo para refugiados, porque la capacidad de Nuevo Shamshatu está casi colmada.

«No habrá un nuevo campo de refugiados en nuestro territorio. No podemos permitirnos eso», dijo el gobernador de la PFN, Iftekhan Hussain Shah, quien aseguró que el ACNUR dejó de registrar y alimentar a nuevos refugiados afganos hace seis años.

«¿Por qué deberíamos aumentar nuestra carga, si nadie quiere compartirla? Propusimos al ACNUR que estableciera campos de refugiados dentro de Afganistán y nos comprometimos a aportar a esos campos todo tipo de asistencia», añadió.

Agencias internacionales de asistencia han advertido que puede producirse un desastre humanitario en Jalozai.

Ese campo fue visitado en enero por el representantes del ACNUR en Pakistán, Hasim Uktan, el coordinador residente del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Onder Yucer, y el represntante del Programa Mundial de Alimentación (PMA), Michael Sackett.

Tras esa visita, los tres funcionarios contaron a periodistas en Peshawar los padecimientos de los regugiados en Jalozai.

«He trabajado con refugiados en varios lugares del mundo durante 23 años, y nunca vi una situación tan mala como la de Jalozai, que ilustra la miseria de todo el pueblo afgano», aseguró Utkan.

«La cuestión de la deportación (de refugiados por parte de Islamabad) nos preocupa mucho, y no queremos interferir de ningún modo con las políticas del gobierno, pero queremos decir que deberían respetarse las normas internacionales acerca del asilo», añadió.

Por otra parte, se estableció por primera vez una regulación del tránsito de refugiados afganos hacia su país de origen.

Antes, los refugiados eran libres de visitar Afganistán cuando lo desearan y regresar luego a los campos en Pakistán. Ahora, quienes desean realizar visitas breves a su país deben pedir un pase, que es válido por un período determinado y sólo se otorga a quienes lo solicitan para asistir a bodas o funerales.

Cientos de afganos forman filas cada día en la oficina del Comisionado Afgano en Peshawar, que otorga los pases, y un funcionario informó que se reciben más de 500 solicitudes por día.

«Somos muy estrictos. No otorgamos pases a quienes desean cruzar la frontera en forma habitual para hacer negocios», añadió.

«No se qué ocurrirá con nosotros. Parece que deberemos escapar de un lugar a otro durante el resto de nuestras vidas», dijo a IPS Mohammad Musa, un refugiado que fue a la oficina a pedir un pase.

Muchos comentaristas políticos piensan que el cambio de la política previa de Islamabad en la cuestión de los refugiados afganos busca renovar la atención de la comunidad internacional, porque el gobierno paquistaní considera que los donantes occidentales han perdido interés en el asunto. (FIN/IPS/tra- eng/ny/mu/mp/hd ip/01

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