La amenaza de guerra comercial con Canadá, lanzada por el presidente de Brasil, Fernando Henrique Cardoso, es sólo el más dramático de los conflictos que libra el país y pone sobre el tapete el desequilibrio de las relaciones Norte-Sur.
Cardoso dio un plazo de «15 días a tres semanas» a Canadá para que derogue la prohibición de importar carne brasileña, anunciada el día 2 por temor al contagio del mal de las vacas locas o encefalopatía espongiforme bovina (EEB).
El mandatario aseguró que «habrá guerra» si Ottawa no hace una «corrección» de la decisión, y admitió que si persiste este clima no asistirá a la cumbre americana, a realizarse en abril en la ciudad canadiense de Québec para avanzar en la conformación del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA).
La prisa brasileña se debe al efecto dominó que puede tener la sospecha lanzada por Canadá, trabando importaciones de otros países, en el marco del pánico mundial provocado por el EEB.
Otra controversia de fuerte repercusión internacional fue ocasionada por la ley de patentes aprobada en Brasil, contra la cual Estados Unidos pidió un «panel» (comité de arbitraje) en la Organización Mundial de Comercio (OMC).
La legislación brasileña contempla la licencia compulsiva, es decir el permiso para que otras empresas produzcan medicamentos en este país si no lo hace el propietario de los derechos, sólo para casos de emergencia, como en la lucha contra el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida).
Brasil, en la disputa por patentes, cuenta con el apoyo de los grupos no gubernamentales que temen un triunfo de Estados Unidos, lo cual impediría abaratar los medicamentos que, suministrados en un cóctel antiviral, están reduciendo la mortalidad por sida y mejorando la calidad de vida de los enfermos.
Organizaciones no gubernamentales europeas, por ejemplo, pretender protestar ante la OMC contra la acción estadounidense, que evidentemente es fomentada por las grandes empresas transnacionales del Norte que dominan el mercado farmacéutico mundial.
El programa de distribución gratuita de medicamentos contra el sida en Brasil es considerado uno de las más eficaces del mundo, por la gran reducción de muertes.
El Ministerio de Salud brasileño trata de llevar su experiencia a Africa, continente devastado por la epidemia.
Estados Unidos responsabiliza a la ley brasileña de trabar la importación de medicamentos, al exigir su producción dentro del país, violando así las reglas comerciales y el Acuerdo sobre Derechos de Propiedad Intelectual Relacionados con el Comercio (Adpic).
Brasilia niega que esté incumpliendo las normas internacionales y argumenta que la misma legislación estadounidense, en sus artículos 204 y 209, obliga a la producción en el país de bienes inventados con subsidios oficiales o cuya patente es gubernamental.
El caso interesa a todos los países, en especial a los que están en desarrollo, porque el fallo de la OMC podría determinar una rigidez de la Adpic en favor de la industria farmacéutica y de sus inversiones en investigaciones o, de lo contrario, una flexibilidad que permita políticas nacionales como la brasileña.
Además la regla se extenderá a otros sectores productivos.
Una de las tácticas brasileñas es realzar el derecho a la vida defendida por su cláusula y llevar la discusión a la Organización Mundial de Salud, aprovechando su asamblea de mayo, antes de una decisión en la OMC.
La cuestión es «humanitaria y no comercial», de ella depende millones de vidas, argumentó el coordinador del Programa de lucha contra el sida del Ministerio de Salud, Paulo Teixeira.
Brasil aún no aplicó la licencia compulsiva, pero podrá hacerlo pronto, porque es muy elevado el costo de la importación de medicamentos antivirales, aún protegidos por patentes y sin producción nacional.
De las 12 drogas empleadas en los cócteles contra el virus de inmunodeficiencia adquirida (VIH) que provoca el sida, siete se producen en el país, aprovechando que no están patentados o que ya son de dominio público.
Con eso se logró bajar su costo en 72 por ciento como promedio, mientras los demás solo se abarataron en nueve por ciento, señaló Eloan Pinheiro, directora de Farmanguinhos, el laboratorio estatal encargado de la producción y que pretende transferir su tecnología a otros países pobres.
Las patentes de medicamentos sufrieron duros ataques, como «la ganancia que mata», durante el Foro de Cooperación Técnica Horizontal en América Latina y el Caribe en SIDA y Enfermedades Transmisibles Sexualmente, que tuvo lugar en noviembre en Río de Janeiro.
También en el Foro Social Mundial, que reunió unas 1.500 organizaciones no gubernamentales y otros grupos sociales del 25 al 30 de enero en la sureña ciudad brasileña de Porto Alegre, se discutieron muchas propuestas contra la monopolización del conocimiento en desmedro de la vida y de la justicia social.
Brasil enfrenta también persistente cuestionamiento por Canadá a su programa de financiación de exportaciones, acusado de subsidiar la venta de aviones medianos de la firma Embraer, que en los últimos años derrotó a la empresa canadiense Bombardier en licitaciones de miles de millones de dólares.
Brasilia entiende que la medida canadiense de prohibir la importación de carne brasileña sería una represalia no oficial.
Canadá está autorizado por la OMC a aplicar 1.400 millones de dólares en sanciones comerciales a Brasil durante seis años debido a los subsidios a Embraer.
Curiosamente, Brasil es socio de Canadá en el Grupo de Cairns, de 18 países que luchan contra los subsidios agrícolas de Europa, Estados Unidos y Japón, que distorsionan el comercio mundial del sector.
En medio a tantos conflictos, crece en el país la convicción de que las reglas internacionales, escritas o no, traban una mayor presencia del país en la economía mundial, especialmente en sectores de alta tecnología, como el de aviones. (FIN/IPS/mo/dm/if/01
