(Arte y Cultura) ARTESANIA-AFRICA: La historia enhebrada

African Heritage (Legado Africano) comenzó su actividad en 1970. Entonces fue la primera exhibición comercial de joyas y artesanía del continente, y hoy es una de las organizaciones más grandes y mejor manejadas de esta parte del planeta.

El Banco Mundial lo definió como «una iniciativa pionera» que «transformó los 'souvenirs' en objetos de arte».

En 1969, Alan Donovan, uno de los últimos funcionarios enviados a Nigeria por el Departamento de Estado (cancillería) estadounidense durante la guerra de Biafra, decidió poner fin a sus días como burócrata. Aprendió francés, adquirió un autobús Volkswagen y lo condujo a través del Sahara.

Comenzó comprando collares y artefactos, y dio así inicio a lo que ahora es la mayor colección de obras de arte, artesanías y joyas de Africa.

Cuando llegó a Kenia, Donovan pasó tres meses en el lago Turkana, un área poco conocida por los extranjeros. Allí empezó a fabricar joyas con cuentas y con cáscaras de huevo de avestruz, inspirándose en los pendientes de las mujeres de Turkana, que en aquella época muy poca gente había visto.

«Los pendientes eran hermosos, pero no había forma de que las mujeres occidentales las lucieran como lo hacen las africanas. Sólo las hice más usables», explicó Donovan.

Joseph Murumbi, un ex canciller keniata, y su esposa, Sheila, se interesaron por las joyas de Donovan. Los tres instalaron su primera tienda comercial.

La demanda por sus joyas fue tan grande que debieron abrir varios talleres y emplear a cientos de artesanos que produjeron millones de diseños para el mercado mundial.

Joyas de African Heritage han sido exhibidas, en Estados Unidos, en el Museo Distrital de Los Angeles, la Galería Carcoran de Washington y en el Museo de Historia Natural en Nueva York. También se las encuentra en Londres, en Ciudad del Cabo, y en la Galería Herencia Africana del restaurante Carnivore, en Nairobi.

La galería abrió en diciembre del 2000. El edificio está construido con el barro usual en la arquitectura tradicional de Africa, conocido por las mezquitas de Timbuktú y Djenne, en Mali.

Más que una simple tienda comercial, la galería también contiene un museo, The African Bead («La cuenta africana»), que rastrea la historia del paso de la humanidad en Africa durante los últimos 12.000 años.

En 30 escaparates iluminados, The African Bead explica la fascinación del hombre con las cuentas o abalorios, desde el primero descubierto en Africa hasta los modernos diseños de joyería.

Las cuentas han sido empleadas para decorar, como insignia de realeza, para conferir poderes mágicos y curativos a quienes las lucen y como signo de riqueza. De marfil o de oro, fueron sepultados junto con el cuerpo de los reyes.

Las cuentas fueron usadas, incluso, para comprar la isla de Manhattan en la actual ciudad de Nueva York, el bien raíz más valioso del mundo actual.

La exposición se inicia con la cuenta más antigua del mundo, hallada en el desierto africano de Kalahari, que data de 10.000 años antes de Cristo y fue realizada con cáscara de huevo de avestruz. Otros collares de ese tipo se encontraron en la época actual en Libia y Sudán.

Durante siglos, collares similares realizados con cuentas de cáscara de huevo enhebradas por mujeres de Kenia y usados como dote. Hoy, su manufactura está prohibida debido a las leyes keniatas de protección de la fauna salvaje.

Las civilizaciones africanas antiguas usaban para hacer sus cuentas una arcilla blanda llamada faience, de fulgurante color azul o verde opaco. Los tubos de faience fueron enhebrados en collares para adornar el cadáver de los reyes. Millones fueron enterrados con los faraones egipcios.

Los antiguos egipcios también usaron faience, a la que atribuían poderes mágicos. Con ella tallaban figuras de escarabajos, a los que creían la reencarnación de sus antepasados, y las usaban como sellos reales en las tumbas faraónicas.

Los collares de faience se siguen fabricando aún hoy con las mismas técnicas milenarias.

En el siglo IV después de Cristo, las caravanas con collares de vidrio y piedras de mercantes europeos, indios y de Medio Oriente comenzaron a llegar a través del desierto del Sahara. Las cuentas constituyeron el punto focal de los imperios que surgieron a raíz de esos mercados comerciales.

Las conchas marinas de kauri, valiosas por su forma porque simbolizaba la fertilidad femenina, fueron usadas como moneda de curso legal durante siglos. Los portugueses traficaron millones en el siglo XIX pese a que se encontraron en necrópolis africanas que se remontaban a 8.000 años de nuestra era.

En el antiguo reino de Benin, estos adornos fueron tan importantes que se estableció hace siglos una ceremonia llamada «El honor de las cuentas», similar al espaldarazo de los caballeros en la Europa medieval.

Una vez al año, el oba (rey) recorre la ciudad confiriendo personalmente el honor de llevar collares reales a determinadas personas. Presentarse ante un oba sin llevar la distinción es una ofensa que se castiga con la muerte.

Al principio, esos collares reales de jade o cornalina, extraidos de minas locales o importados de India, eran tallados a mano. Las cuentas de coral fueron introducidos por los portugueses en el siglo XVI. Camisas y túnicas de la corte de Benin fueron elaboradas con cuentas de ese material.

Los atuendos de coral eran tan pesados que los oba debían caminar apoyados en dos sirvientes. Los plebeyos eran amenazados con la pena de muerte si eran descubiertos luciendo collares reales, de modo que se hicieron buenas imitaciones a partir del siglo XVII.

Esas antiguas imitaciones de vidrio ahora son atesorados como los auténticos.

La realeza yoruba de Benin y Nigeria todavía usa collares de coral, como tambien antiguas piezas realizadas en ágata y jade. Todos los collares desplegados en la muestra fueron coleccionados por Alan Donovan en las giras que realiza dos veces al año por más de 20 naciones africanas.

Donovan, entonces, reproduce los diseños originales en las joyas que elabora. «Creo que el legado cultural africano no está bien apreciado, tanto en el propio continente como el resto del mundo. Esto es solo un paso hacia la preservación», dijo. (FIN/IPS/trad-eng/ks/mn/ego/mj/cr/01

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