ARTE-CUBA: Nuevo golpe a la iniciativa privada

Los límites de la iniciativa privada volvieron a estrecharse en Cuba con el cierre de un grupo de galerías de arte independientes, surgidas gracias al auge del turismo, aunque algunas mantienen sus puertas entreabiertas hasta hoy.

«Llegaron dos inspectores, nos dijeron que lo que hacíamos era ilegal y nos dieron un plazo de tres días para cancelar las actividades», dijo a IPS el dueño de uno de los establecimientos que desde el año pasado se había convertido en un rentable negocio.

Los ejecutores de la orden entregaron a los galeristas el 1 de este mes una carta en la cual se explica que, según el decreto ley 226 de 1997, los artistas plásticos cubanos carecen del derecho de promover o comercializar su obra en espacios privados.

Esa disposición y el hecho de que las galerías no estén incluidas en ninguna norma sobre el trabajo por cuenta propia ni paguen impuestos sobre sus ventas fueron argumentos suficientes para la clausura de los locales.

Sin embargo, varios de los establecimientos visitados por los inspectores todavía mantienen las puertas entreabiertas y algunos cuadros colgando en las paredes, como una invitación a los transeúntes a pasar.

«Si viene un extranjero y quiere comprar, por supuesto que le vendo», comentó uno de los empleados que este jueves se encontraba en plena tarea de desmonte de obras y esperaba a un visitante italiano que prometió llevar dos punturas.

La calle Obispo, principal arteria del casco histórico de La Habana, es la sede principal de muestras de artes plásticas, fundamentalmente pinturas y tallas en madera, las cuales se realizaban en las salas y portales de las viviendas.

Las exposiciones y ventas constituían también un atractivo por sí mismas para los turistas, curiosos por conocer cómo podía funcionar una actividad privada de ese tipo en un país donde el Estado controla casi todo.

El gobierno de Fidel Castro autorizó en los años 90 el trabajo por cuenta propia en algo más de 100 oficios, abrió mercados agropecuarios de libre concurrencia, permitió la apertura de restaurantes y cafeterías privadas y el alquiler de viviendas.

Los restaurantes y cafeterías, más conocidos como paladares, únicas formas permitidas de pequeña empresa privada, funcionan como negocio familiar, tienen estipulado un máximo de 12 sillas y pagan altos impuestos al fisco.

En aras de limitar el ingreso de las personas que viven de la iniciativa privada, las leyes establecen que las actividades no pueden mezclarse.

Por ejemplo, las personas que ofrecen habitaciones para alquilar, no pueden brindar servicios de comida a sus huéspedes ni arrendar automóviles.

Por su parte, los graduados universitarios pueden obtener licencia para ejercer algún oficio, pero nunca vinculado a su especialidad.

La cantidad de personas con licencia para trabajar por cuenta propia se redujo de 208.346 en 1995 a 112.929 a mediados del año pasado, según cifras del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.

A esos trabajadores autorizados se añadían 34.600 transportistas, en su mayoría taxistas, y 11.600 arrendatarios de viviendas.

También se redujeron en forma drástica el número de restaurantes y cafeterías, que de 1.562 en 1996 pasaron a 253 en la actualidad, 151 de los cuales estaban en La Habana.

Sin embargo, expertos estiman que en la medida en que disminuyen las personas con licencia para ejercer, aumentan las que trabajan al margen de la ley para evadir el pago de impuestos o por desempeñar alguna actividad no autorizada.

Altos funcionarios del gobierno han confirmado el desinterés por estimular la iniciativa privada y, por el contrario, buscan aumentar el papel del Estado y ganar algunos espacios perdidos en la década pasada.

La crisis económica que afronta el país desde 1990 provocó el deterioro de buena parte de los servicios a la población que ofrecían entidades estatales y se llegó a pensar en la incapacidad del gobierno para responder a esas necesidades.

«Bastante duraron», comentó Yolaine Vázquez, una vecina de la calle Obispo, quien aseguró estar «sorprendida» por el auge que habían alcanzado las galerías en los últimos meses.

«Al principio era algo muy marginal. Uno las veía y apenas llamaban la atención, pero después fueron tomando fuerza, cada vez que pasabas por Obispo había una nueva y tenían hasta carteles anunciando sus actividades», precisó.

Las punturas solían mostrar paisajes cubanos bien coloridos, mujeres mulatas fumando habanos, autos antiguos de los que aún circulan por las calles de Cuba, las fachadas de la Catedral de La Habana o de la Bodeguita del Medio, famoso restaurante habanero.

La oferta estaba pensada en especial en función de la comercialización a los turistas, ávidos de llevarse un recuerdo original y barato de la isla, a precios que oscilaban desde los cinco hasta los 200 o 300 dólares.

Cuba recibe anualmente más de un millón de turistas, la mayoría de los cuales pasa por La Habana Vieja y recorre la calle Obispo.

Los cuadros se ofrecen aún, a precios muchos más altos, a través de la dirección www.artecubano.com en Internet.

Este sitio en la red mundial de computadores pertenece a Cuban Fine Art, una de las galerías de la calle Obispo que se identifica como la «primera independiente de Cuba».

Los galeristas exponían obras de artistas de La Habana y de otras provincias, ganaban 30 por ciento sobre las ventas y realizaban las gestiones ante la oficina de Patrimonio del Ministerio de Cultura para obtener el permiso de exportación.

En las expo-ventas era muy raro encontrar obras de creadores contemporáneos cubanos de renombre, las cuales por lo general son vendidas en muestras que se realizan en el exterior o a galeristas extranjeros que viajan constantemente a la isla en busca de buen arte.

La suerte de los establecimientos privados se habría decidido en enero, tras una visita que realizó el presidente Castro a la Academia de Artes Plásticas San Alejandro, la más importante escuela de nivel medio de esa especialidad en Cuba.

Castro expresó durante la visita la necesidad de hacer llegar el arte cubano a la población y autoridades del sector evidenciaron su preocupación por el auge de las galerías independientes, como «un arte no representativo del país». (FIN/IPS/da/dm/cr ip/01

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