AGRICULTURA-AMBIENTE: Transgénicos retroceden, pero no se rinden

La siembra mundial con semillas transgénicas cayó drásticamente los últimos dos años, luego del auge que tuvo a partir de 1996, un hecho que los expertos interpretan como el comienzo de una crisis en el sector.

Sin embargo los defensores y productores de vegetales genéticamente modificados no se rinden y anuncian una ofensiva.

Por esa razón no hay que bajar la guardia, pues son una amenaza, dijo Hope Shand, directora de la Fundación Internacional para el Progreso Rural (RAFI por sus siglas en inglés), en una reunión sobre comercio y ambiente que concluye este miércoles en México.

El área global de cultivos transgénicos, organismos vivos modificados con genes de otras especies para hacerlos resistentes a plagas o más productivos, creció más de 25 veces entre 1996 y 2000, al pasar de 1,7 millones de hectáreas a cerca de 43 millones.

El hecho puso en guardia a grupos ambientalistas, pero también a algunos gobiernos que, ante la falta de evidencia sobre la bondad o peligrosidad de esos productos, decidieron limitar su introducción.

Así, en medio de animados debates sobre el asunto, el ritmo anual de crecimiento de los cultivos transgénicos, que en el período 1998-1999 fue de hasta de 44 por ciento, bajó a ocho por ciento en el último bienio, señala un estudio de RAFI, grupo no gubernamental con sede en Canadá.

RAFI participa en la «Conferencia Internacional sobre Comercio, Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable: Perspectivas de América Latina y el Caribe», que comenzó el lunes en México con el auspicio del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, entre otros.

Se registra un descenso en la producción de transgénicos, lo cual «indica que el furor por este tipo de semillas está entrando en crisis», indica el documento de RAFI.

«Los analistas de la industria predicen que la gráfica de ventas de semillas transgénicas alcanzó una meseta y podría permanecer en ese nivel», explica.

En cambio, la empresa Monsanto, principal productora de semillas de este tipo y ajena a las preocupaciones que generan, indicó a comienzos de este mes que sus planes del año incluyen una agresiva campaña de incursión en Estados Unidos, Asia y América Latina.

Monsanto espera elevar en forma importante su venta de semillas, en especial en Argentina y Brasil, expresó Hendrik Verfaillie, director ejecutivo de esa firma.

Las empresas dedicadas a los transgénicos sostienen que no existen datos concluyentes para demostrar que lo suyo es peligroso y, por el contrario, afirman que sus investigaciones y desarrollos salvarán del hambre a millones de personas y permitirán fáciles y rápidas cosechas.

El Instituto de Investigaciones para la Política Alimenticia del Banco Mundial advirtió que la producción mundial de alimentos enfrenta hoy severos riesgos debido a la degradación del suelo, la sequía y la contaminación.

Los productos transgénicos son la solución, pueden desarrollarse para cultivos en condiciones severas, además de que la cosecha es rápida y el producto puede venir adicionado con vitaminas, argumentan las empresas transnacionales.

En 1999, las semillas genéticamente modificadas de Monsanto fueron plantadas en 34,8 millones de hectáreas, lo cual representó 87 por ciento de la superficie total sembrada con esas semillas en ese año, afirma el estudio de RAFI.

Monsanto maneja 80 por ciento del mercado de semillas transgénicas en el mundo, seguida por firmas como Aventis, Syngenta, BASF y Dupont, con porcentajes que oscilan entre tres y siete por ciento cada una.

En 2000, casi la totalidad de semillas modificadas o transgénicas, que básicamente corresponden a maíz, soja, algodón y colza, fueron sembradas en Estados Unidos, Canadá y Argentina.

La comercialización de estos productos intentó ser global, pero sin éxito, pues varios países, en especial europeos, pusieron trabas a su ingreso y otros anuncian que adoptarán pronto medidas similares.

Además, los alimentos procesados con transgénicos fueron rechazados en varios puntos del planeta, mientras en otros se venden sin etiquetado o ingresan de contrabando, según denuncias del grupo ambientalista internacional Greenpeace.

Los expertos indican que los productos transgénicos podrían ser vehículos de enfermedades desconocidas y una amenaza para las plantas nativas y la biodiversidad.

También creen que no es justo que unas pocas firmas transnacionales tengan el poder de manejar esa tecnología y decidir a cuánto y cómo venden sus semillas.

La llegada de la biotecnología, que permite crear los transgénicos, produjo cambios económicos que transforman las cadenas productivas, favoreciendo la concentración en manos de grandes compañías, sostuvo en la reunión Walter Pengue, del centro de estudios avanzados de la Universidad de Buenos Aires.

La revolución biotecnológica se consolida en base a una alianza invisible con el comercio internacional y las grandes empresas transnacionales, que apoyan las desregulación de los productos modificados genéticamente, declaró a su vez Lucía Gallardo, del grupo ambientalista Acción Ecológica de Ecuador.

En tanto, el documento de RAFI afirma que necesarios mantenerse en guardia frente a las compañías transnacionales interesadas en vender más y más transgénicos.

La Unión Europea aprobó el día 14 nuevas medidas legislativas restrictivas contra la producción y venta de alimentos genéticamente modificados, y además estudia la posibilidad de declarar una moratoria de tres años sobre las autorizaciones para producir esos productos.

La producción de transgénicos en pocos años adquirió dimensiones mundiales y en mayo de 2000 se firmó en la ciudad colombiana de Cartagena el Protocolo de Bioseguridad, que promueve la regulación del comercio mundial de productos generados por la biotecnología. (FIN/IPS/dc/dm/en dv/01

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