SALUD-ESPAÑA: Primera víctima política de las vacas locas

La crisis europea por la enfermedad de las vacas locas se cobró hoy su primera víctima política en España, con la renuncia del director general de Ganadería, Quintiliano Pérez Bonilla.

El portavoz del gobierno, Pío Cabanillas, informó que Pérez Bonilla renunció por su propia iniciativa, y que el Poder Ejecutivo lo considera una persona absolutamente intachable.

Además de director general de Ganadería, el funcionario era secretario del comité de crisis creado por el gobierno para enfrentarse con la crisis desatada el 22 de noviembre.

Ese día se detectaron dos casos del mal de las vacas locas, o encefalopatía espongiforme bovina (EEB). La ingestión de carne de los bovinos afectados causa en los seres humanos la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, que es mortal.

Los dos especímenes afectados se encontraban en Galicia, comunidad ubicada en el extremo noroeste de España. El gobierno autónomo gallego dispuso el sacrificio inmediato y la incineración de esas dos reses y de otras 46 que mantuvieron contacto con ellas.

Las autoridades ordenaron que todo el ganado bovino mayor de 30 meses sea sometido a pruebas para comprobar si está o no afectado por la encefalopatía espongiforme bovina.

Desde entonces se detectaron nuevos casos, así como una notable reducción del consumo de carne vacuna que afecta tanto a la producción local como a las partidas importadas de países libres de ese mal, como Argentina.

El ministro de Agricultura, Miguel Arias Cañete, anunció el jueves que en los próximos seis meses serán sacrificadas 180.000 reses mayores de 30 meses de edad. «Los mataderos españoles están preparados para sacrificarlas y las instalaciones de incineración» para quemarlas, añadió.

Por otro lado, el presidente de la Comunidad Autónoma de Galicia e histórico dirigente del gobernante Partido Popular, Manuel Fraga, advirtió de que «dentro de pocas semanas habrá que incinerar también cerdos, ovejas y cualquier animal que muera de forma natural o accidental en las granjas españolas».

Los piensos cárnicos, que incluyen despojos de ovejas, cerdos y pollos, son considerados por los expertos los principales agentes transmisores del mal.

En medios ganaderos se interpretó que las declaraciones de Fraga se referían al impedimiento de que se utilicen los restos de animales muertos naturalmente en la fabricación de piensos, como se venía haciendo hasta ahora.

La crisis que culminó con la renuncia de Pérez Bonilla se destapó cuando la cadena radial Ser, del grupo que edita el diario El País, informó el martes que la esposa del ex funcionario gestiona una explotación de ganado porcino.

Su hijo, además, es gerente de una empresa que fabrica piensos que incluyen restos cárnicos, agregó la cadena Ser.

Pérez Bonilla rechazó de inmediato cualquier acusación y dijo que no tenía ninguna razón para renunciar. En tres días encontró esa razón, aunque insistió en su inocencia.

El PSOE, por su parte, insiste en que no existen garantías de que el mal no se transmita a las personas.

Su portavoz parlamentario, Jesús Caldera, denunció que «se están abandonando delictivamente los materiales de riesgo de animales fallecidos», aludiendo a cadáveres vacunos abandonados en minas en desuso o directamente en los campos.

Caldera añadió que los veterinarios no se responsabilizarán firmando los certificados de garantía de sanidad de cada animal porque es imposible cumplir las normas. También dijo que los mataderos no saben qué hacer con los desechos de riesgo.

El ministro de Agricultura, Miguel Arias Cañete, insistió en que se podrán incinerar todos los despojos.

Arias Cañete dijo que el gobierno llegó a acuerdos con las cementeras para que procesen al máximo de su capacidad las harinas y así haya posibilidad de eliminar los más de 1,7 millones de toneladas de despojos que se producen anualmente.

Ante la movilización de los ganaderos, que reclaman indemnizaciones millonarias por el sacrificio de los animales y la caída de la demanda de carne y las críticas de la oposición, la de Pérez Bonilla es la primera víctima política de la crisis, pero difícilmente será la última. (FIN/IPS/td/mj/he ip/01

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