La polémica desatada en Portugal por el uso de proyectiles con uranio empobrecido en los bombardeos contra Yugoslavia en 1999 se convirtió en el factor excitante de una soporífera campaña para las elecciones presidenciales de este domingo.
La campaña electoral concluyó este viernes con estimaciones de que el vencedor será el presidente Jorge Sampaio, apoyado por el gobernante partido Socialista, con casi 60 por ciento de los votos y en medio de una alta abstención, según las encuestas de opinión.
En su doble papel de candidato y presidente en funciones, Sampaio se vio en aprietos en el debate sobre la presunta utilización de uranio empobrecido en los Balcanes, tras la muerte por leucemia de un soldado portugués a su regreso de la provincia serbia de Kosovo.
Sampaio rechazó afirmaciones del jefe del ejército, general José Martins Barrento, de que el padre del cabo Hugo Paulino, quien murió en marzo, está al servicio de «obscuros intereses serbios», pero no accedió a las presiones para despedirlo.
Martins Barrento, luego de que el padre del soldado fallecido anunció una querella por difamación, dijo que la mayor parte de los periodistas portugueses carecen de interés por la verdad, sino apenas por el sensacionalismo.
El jefe militar comentó que los periodistas, «en el caso portugués, posiblemente por razones genéticas, tienen una enorme tendencia a la autoflagelación». Esto motivó la condena unánime de políticos y medios de comunicación este viernes, y el silencio oficial.
El estallido en Europa de un escándalo acerca de las muertes por leucemia de soldados regresados de Kosovo y Bosnia- Herzegovina, aparentemente a causa del contacto con residuos de uranio empobrecido de los proyectiles antitanque, repercutió inmediatamente en la campaña electoral portuguesa.
Todas las encuestas de opinión indicaron en 1999 que la población portuguesa se oponía a la participación en los ataques de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) contra Yugoslavia, y al envío de tropas de este país a Kosovo, tras el acuerdo de paz.
Pero, mientras la mayor parte de los políticos de izquierda y de derecha exigieron urgentes investigaciones y medidas, el Consejo de Defensa acordó mantener el contingente en Kosovo, con la aprobación de Sampaio.
El candidato presidencial derechista, Joaquim Ferreira do Amaral, un activo sostenedor de la intervencón de la OTAN en Yugoslavia, exigió ahora que no se envíen nuevos soldados a Kosovo, pero propuso que permanezcan los que ya están.
En tanto, la prensa publicó declaraciones del comandante de un centro de entrenamiento militar, quien dijo que las fuerzas armadas portuguesas carecen de material adecuado para proteger a sus tropas de las radiacions de uranio.
El escándalo se acentuó cuando todos los organismos públicos, civiles y militares, negaron conocer la existencia de un documento de la OTAN de julio de 2000, en que se advertían los peligros del uranio empobrecido.
Científicos y políticos opositores al gobierno socialista del primer ministro Antonio Guterres han destacado que las consecuencias de los proyectiles se conocen desde la guerra del Golfo, en 1991, y que han sido ampliamente documentados en revistas científicas.
Guterres, sin hacer comentarios, ordenó una investigación, pero su gobierno se vio empantanado en críticas, que se acentuaron tras las polémicas intervenciones del máximo jefe militar.
Los analistas locales indican que las posiciones y actitudes aparentemente contradictorias de los dirigentes del país frente al tema del uranio —criticar pero no actuar— refleja el nivel de decadencia de la política portuguesa, y de la institución presidencial misma.
«Los tiempos pertenecen a los políticos sonrientes que no quieren quedar mal con nadie», escribió Jose Manuel Fernandes, editorialista del diario Publico.
Fernandes señaló que los votantes esperaban que los candidatos hablasen «de las cosas difíciles que es necesario hacer para que el país no se aleje aún más de Europa, para invertir el pesimismo que se instaló».
Portugal, según estadísticas de la Unión Europea, ocupa el último lugar en nivel de vida entre los 15 miembros de ese bloque, por debajo de Irlanda y Grecia, a los que antes superaba.
Al igual que en Italia o Alemania, al cargo de presidente en Portugal le comprende la responsabilidad de representar la institucionalidad democrática del país y preservarla frente a los embates de la política contingente.
Sin embargo, muchos lo perciben como un cargo puramente ceremonial. Estas son las sextas elecciones presidenciales tras la revolución democrática de 1974, que terminó con 48 años de dictadura.
Han sido presidentes desde 1976 el ex oficial de ejército Antonio Ramalho Eanes y el veterano líder socialista Mario Soares, ambos por dos períodos, y Sampaio, ex alcalde socialista de Lisboa.
Detrás del favorito Sampaio se proyecta el derechista Ferreira do Amaral, seguido de tres candidatos izquierdistas: Antonio Abreu, del Partido Comunista (PCP), Fernando Rosas, del Bloque de Izquierda, y Joao García Pereira, del Movimiento Revolucionario del Pueblo Portugués.
Una de las grandes incógnitas de estos comicios es dilucidar si Rosas, un ex comunista y ex asesor de Sampaio, será capaz de captar más votos comunistas que Abreu, candidato oficial del PCP, de quien se esperaba la renuncia en favoir del Presidente.
Aunque las encuestas dan un magro 2,4 por ciento a los comunistas, los analistas coinciden en que tales predicciones se dieron también en el pasado, pero que el PCP comanda un sólido 9 por ciento del voto portugués.
Mientras se esperaba que, como en las últimas elecciones, el candidato comunista renunciase para asegurar la victoria de Sampaio, la sorpresiva decisión adoptada esta semana por el PCP, de mantener a Abreu, abrió especulaciones acerca de una posible segunda vuelta.
Tal posibilidad parece sin embargo remota, pues dentro de un panorama electoral carente de brillo, propuestas y grandes polémicas de fondo, Sampaio sigue apareciendo como la figura más serena y la opción más confiable para un cargo que, en realidad, no importa demasiado. (FIN/IPS/ak/dm/ip/01