PERU: Alan García, a contramano por la izquierda

Los principales candidatos a la Presidencia de Perú procuran ubicarse en el centro del mapa político, excepto el ex mandatario Alan García, dispuesto a mantener en su campaña un discurso populista y de izquierda.

Luego de poner fin el sábado a ocho años de exilio en Bogotá y París, el socialdemócrata García se ubicó esta semana entre los candidatos presidenciales con posibilidades de pasar a la segunda vuelta electoral y competir con Alejandro Toledo, seguro ganador de la primera ronda del 8 de abril.

Su regreso fue motivo de muestras multitudinarias de apoyo por parte de militantes de su Partido Aprista Peruano, pero también avivó rumores de que Vladimiro Montesinos, el ex hombre fuerte del régimen de Alberto Fujimori, fue quien permitió la anulación de los juicios en su contra.

García había sido requerido por la justicia acusado de cobro de comisiones ilegales y enriquecimiento ilícito durante su gobierno (1985-1990), que terminó entre la bancarrota, la hiperinflación y la redoblada amenaza de las organizaciones insurgentes.

El Congreso legislativo había derogado días antes de su retorno, con el voto de legisladores afines a Fujimori y a Montesinos, e incluso del Partido Perú Posible que lidera Toledo, la norma que prohibía la prescripción de los delitos cometidos por acusados que esquivaran los tribunales.

«Ahora bastará que un criminal cualquiera se esconda fuera o dentro del país, a la espera de que se cumpla el plazo de prescripción, para escapar definitivamente de la justicia», comentó la candidata presidencial socialcristiana, Lourdes Flores.

«El regreso de Alan García sienta un funesto precedente de prescripción, que más adelante podría favorecer a Fujimori y a Montesinos», comentó Jorge Santistevan, ex defensor del Pueblo y candidato presidencial del movimiento Somos Perú-Causa Democrática.

«Hay numerosas pruebas, documentadas, sobre su corrupción y las coimas (sobornos) que cobró, y que obviamente serán materia de debate público», dijo, por su parte, el candidato del Frente Independiente Moralizador, Fernando Olivera.

García, por su parte, aseguró que no se presentó ante los tribunales porque «era un perseguido político del gobierno de Fujimori y desconfiaba de la venalidad de sus jueces».

El compañero de García en la fórmula presidencial aprista, el congresista Jorge del Castillo, pronosticó que el ex presidente pulverizará en los debates públicos «las patrañas y calumnias».

Las últimas encuestas, efectuadas el 26 de este mes, un día antes de su retorno, ya le atribuían entre ocho y 11 por ciento de la intención de voto, un respaldo similar al obtenido por Flores y Olivera.

García encabezó el domingo, un día después del retorno, un acto político al que asistieron 40.000 personas fascinadas por su oratoria y por su manejo de la escena. Al subir al estrado, permaneció en silencio largos minutos mientras acariciaba con una mano una paloma blanca y agitaba con la otra una bandera peruana.

En su discurso, lanzó duras críticas al modelo neoliberal «dictado por el Fondo Monetario» Internacional y «acatado servilmente por Fujimori», al que atribuyó la honda recesión y el elevado desempleo que hoy sufre este país.

«García parece dispuesto a repetir un programa populista, cuyas metas son atractivas en un discurso e incluso podrían estimular la economía en un primer momento pero que luego desatan el infierno social de la inflación y el caos financiero», comentó el analista Sergio Lara.

El ex diputado Héctor Vargas Haya, del Partido Aprista, sostuvo que las denuncias de corrupción contra el gobierno de García fueron la causa de la debacle electoral de ese sector político en las elecciones de 1995 y 2000, en las que obtuvo menos de cinco por ciento de los votos.

Algunos comentaristas creen que la participación del ex presidente en la campaña electoral regalará a sus rivales una cómoda bandera de movilización política moralizadora, para blandir la cual bastará con recordar las acusaciones en su contra.

En ese sentido, los adversarios de García aprovecharon la consigna pintada antes del retorno por los apristas en los muros limeños, «Alan vuelve», para convertir la frase en «Alan: de- vuelve», en alusión a las acusaciones de enriquecimiento ilícito.

Para otros analistas, las propuestas izquierdistas de García radicalizarán la campaña electoral, que se anticipaba como un aburrido torneo de discursos en que todos los candidatos pugnaban por parecer centristas.

«La participación de García hará que la mayoría de los partidos elaboren discursos políticos basados en una doble negación: ni fujimorismo ni alanismo. Es decir, ni ortodoxia económica liberal ni populismo desbocado», opinó el analista Santiago Pedraglio.

Las primeras decisiones del gobierno de García en 1985 crearon una amplia expectativa, no sólo en Perú, sino en una América Latina hundida en la crisis de la deuda externa.

García anunció entonces que limitaría los pagos externos a 10 por ciento de los ingresos anuales por exportación y que negociaría directamente con los acreedores, sin la mediación del Fondo Monetario Internacional.

«Argentina querida, dame un gobierno como el de Alan García», pedía en Buenos Aires el Partido Justicialista (peronista), entonces en la oposición, según recordó esta semana la prensa de ese país.

Pero la administración de García tuvo un final catastrófico: no quedó casi ni un centavo en el Banco Central y Perú fue descartado como aspirante a créditos internacionales, como consecuencia del desorden fiscal, del cese de pagos y de una hiperinflación que llegó a 7.500 por ciento en el último año.

«El país estaba paralizado, los servicios de salud dejaron de funcionar, se abandonaron las obras públicas, la gente en los mercados no sabía cuántos alimentos podría comprar, la diferencia de precios entre el primer año y el último era de casi dos millones», dijo el analista Alejandro Indacochea.

Es posible que los votantes olviden «los terribles resultados económicos del gobierno de García», acosados como están por «la recesión y el extendido desempleo actuales», concedió Indacochea.

«Hay que tomar en cuenta que han pasado 10 años desde entonces, y que alrededor de seis millones de los 15 millones de electores actuales eran menores de edad en 1990. Para ellos, la hiperinflacion es solo una palabra y no una vivencia personal», comentó el periodista Gino Montes.

«Fujimori y García representan líneas económicas opuestas. El primero es el paradigma del mercado sin restricciones. El otro, el desastre del populismo demagógico desbocado. Pero ambos comparten el lastre de un final de gobierno atravesado por acusaciones de corrupción», señaló Montes.

García tiene en su contra múltiples acusaciones, que incluyen la denuncia personal del empresario italiano Sergio Siragusa, de la empresa constructora del tren eléctrico de Lima, quien aseguró que el ex presidente le exigió el depósito de 840.000 dólares en una cuenta en el Barclay's Bank, de Gran Cayman.

Esa cuenta resultó ser de un empresario peruano, Alfredo Zanatti, que en 1994 confirmó la versión de Siragusa y aseguró que García le solicitó una comisión de cinco por ciento por una operación de 25 millones de dólares.

«Me pidió 1,25 millones de dólares, sólo le dí 200.000 y desde Bogotá me envió una carta reclamándome el resto», dijo originalmente Zanatti.

Zanatti cambió su versión este año, al afirmar que sus declaraciones fueron obtenidas mediante amenazas contra su persona y su familia. Pero no pudo aclarar por qué Siragusa depositó en su cuenta los 840.000 dólares que, según el empresario italiano, estaban destinados a García.

Alejandro Toledo, que el año pasado encabezó la resistencia al régimen de Fujimori y ahora está al frente de las encuestas preelectorales con 34 por ciento de la intención de voto, consideró «perturbador» el regreso de García a Perú.

Al parecer, lo que más perturba a Toledo son las declaraciones favorables que le dedica García. (FIN/IPS/al/ff-mj/ip/01

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