/Integración y Desarrollo/ AMERICA LATINA: Globalización no se conjuga con equidad

La globalización no ha contribuido a corregir las desigualdades sociales existentes en América Latina, según Víctor Tokman, director regional de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), y Emilio Klein, investigador de la misma entidad.

En un estudio difundido por la revista de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), Tokman y Klein analizan los efectos de la globalización sobre el empleo, el ingreso y la equidad, así como los cambios ocurridos al alero del proceso globalizador en las estructuras sociales.

«La estratificación social bajo tensión en la era de la globalización» se titula el estudio de los expertos de la OIT, a cuyo texto completo se puede acceder por Internet a través del sitio de Cepal (www.eclac.cl).

¿La globalización lleva a una mayor integración social dentro de cada país o, al contrario, conduce a la desintegración social en tanto incorpora sólo algunos grupos a sus beneficios y excluye progresivamente a la mayoría? Este es el interrogante clave en el análisis de Tokman y Klein.

Los autores identifican a la globalización, las privatizaciones y la desregulación como las características centrales del escenario que emerge en América Latina una vez generalizadas las reformas estructurales de inspiración liberal.

El proceso globalizador es considerado beneficioso, en tanto crea economías más abiertas y se apoya en rápidos avances tecnológicos, lo cual optimiza la inserción de los países latinoamericanos en la economía mundial.

Pero estos beneficios, que se consideran obvios, resultan difíciles de identificar en sus expresiones sociales, a la vez que su propia distribución ha tendido ha reflejar o reproducir, en lugar de corregir, las desigualdades existentes en la región, según los expertos de la OIT.

En teoría, los cambios propiciados por la globalización apuntan a mejorar la productividad, incrementar los ingresos reales de los trabajadores y, por ende, a aumentar el bienestar general de la población.

Por la vía de la inserción en los mercados internacionales se espera que las economías orientadas a las exportaciones en América Latina y otras áreas en desarrollo se concentrarán en bienes que requieren de uso intensivo de mano de obra no calificada, lo cual aumentaría la demanda y reduciría la brecha de este sector con los trabajadores calificados.

Sin embargo, las diferencias existentes entre los países en cuanto a remuneraciones y regulaciones laborales pueden generar también una expansión de prácticas desleales hacia los trabajadores, advierten Tokman y Klein.

Se generan así situaciones en que se aumentan los límites a los incrementos de salarios, debido a la necesidad de las economías periféricas de ser competitivas internacionalmente y a las presiones internas por una mayor flexibilidad en la disponibilidad de mano de obra.

«Este conjunto de políticas ha producido un mayor equilibrio macroeconómico y ha mejorado la integración internacional de los países latinoamericanos, pero sus otros efectos son más cuestionables», señalan los investigadores.

Tokman y Klein consignan que sólo cinco países latinoamericanos (Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica y Uruguay) han alcanzado ingresos por habitante superiores a los que tenían en el período anterior a las crisis económicas más recientes.

Las irregulares tasas de crecimiento de los países y las condiciones específicas de las economías latinoamericanas influyen en estos resultados desalentadores.

«En la mayoría de los países de América Latina los salarios mínimos en 1999 fueron inferiores en 26 por ciento a los de 1980, pero en la industria manufacturera aumentaron 2,9 por ciento», consignan los autores.

Los costos no salariales en los procesos productivos se situaron en rangos de 38 a 68 por ciento de los costos en remuneraciones. En Chile y Argentina los costos no salariales son superiores a los de Corea del Sur, similares a los de Estados Unidos y mucho más bajos que en los países europeos.

Estas cifras, así como otros indicadores, destacan la importancia del mejoramiento de la productividad «como el elemento de principal prioridad para elevar la competitividad» de las economías latinoamericanas, sostienen los expertos.

Otro efecto crítico de la globalización es la creación insuficiente de empleo en relación con el crecimiento de la fuerza de trabajo, en el cual influye la creciente incorporación de la mujer al campo laboral. La tasa de desempleo promedio de América Latina aumentó de 6,7 por ciento en 1980 a 8,8 por ciento en 1999.

Junto con consignar este fenómeno, Tokman y Klein señalan que las privatizaciones han modificado la estructura del empleo al desplazar a los trabajadores del sector público al privado, donde especialmente las grandes empresas aumentan la productividad mediante la reducción de puestos de trabajo.

Como promedio, las grandes empresas contribuyen con 17 de cada 100 nuevos empleos.

En este nuevo escenario globalizado, la fuerza laboral se desplaza así mismo desde la producción de bienes a los servicios. En la década del 90, la participación de la manufactura en el empleo cayó entre cuatro y seis por ciento en Bolivia, Costa Rica, Ecuador, Perú y Uruguay.

En esta evolución se llegó a la «informalización» del empleo, ya que 70 por ciento de los nuevos puestos de trabajo se encuentran en el sector informal de la economía, en el cual no se establecen relaciones contractuales.

«Dada la inexistencia de seguros de cesantía, el desempleo es un lujo que muy pocos pueden darse» en América Latina, señalan los autores, que advierten igualmente como otro fenómeno nuevo la precarización del trabajo.

La globalización y las políticas que la acompañan favorecieron a quienes se encuentran ya en los rangos más altos de ingresos, señalan Tokman y Klein en las conclusiones de su investigación.

Los sectores con ingresos menores sufrieron un impacto más negativo y la clase media también vio afectado su bienestar, tanto por el alejamiento del sector público como por la mayor focalización de los programas sociales en los grupos más pobres.

Existe un gran desequilibrio en las relaciones sociales existentes, caracterizado por la alta concentración del ingreso, lo cual parece haber desplazado los beneficios prometidos por la globalización, indican los expertos de la OIT. (FIN/IPS/ggr/ag/dv if/01

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