INFANCIA-EGIPTO: Producción algodonera viola ley internacional

Más de un millón de niños y niñas trabajan en condiciones difíciles y peligrosas en los campos de algodón de Egipto, a veces hasta 11 horas por día, sin descanso semanal y en violación de la ley egipcia, denunció hoy Human Rights Watch (HRW), en Washington y El Cairo.

Un informe de la organización de derechos humanos con sede en Nueva York indica que, aunque son utilizados para remover parásitos de las plantas de algodón, los niños, en su mayoría entre siete y 12 años de edad, también quedan expuestos a peligrosos pesticidas que se rocían sobre los cultivos.

«La mayoría de los niños son obligados a trabajar por la fuerza impulsora de la pobreza», según el informe que atribuye en parte los efectos adversos de reformas agrícolas iniciadas a principio de los años 90 a la presión de organismos financieros multilaterales.

El informe pide al Ministerio de Agricultura que aplique la Ley de la Infancia, aprobada en 1996 por El Cairo de conformidad con la Convención Internacional de Derechos del Niño.

La ley prohíbe el trabajo zafral para los niños menores de 12 años y limita las horas de trabajo infantil a seis horas diarias, con un máximo de seis días por semana.

«La Ley de la Infancia egipcia fue un paso importante para ese país, pero sus normas laborales no se aplican en el caso de los niños que trabajan para las cooperativas», dijo Lois Whitman, directora de la división Derechos de la Infancia de HRW.

«La forma en que son tratados los niños en los campos de algodón es deplorable», denunció.

Después del petróleo, el algodón, producido casi en su totalidad por pequeñas granjas, es la mayor exportación egipcia y abarca más de un tercio del mercado mundial.

Dada su importancia estratégica, la producción del algodón está controlada por el Estado, actuando a través de cooperativas que organizan la producción local.

El algodón es tan importante que un decreto del Ministerio de Agricultura fechado en 1965 exige a las familias rurales que envíen al menos a uno de sus hijos a trabajar en las cooperativas con el fin de controlar los parásitos.

Ese decreto viola convenciones internacionales sobre el trabajo obligatorio, pero tampoco ha sido muy aplicado en la última década.

A principios de los años 90 el gobierno, bajo presión de organismos multilaterales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, comenzó una serie de reformas para reducir el control estatal y la subsidización del sector agrícola.

El algodón egipcio había perdido competitividad en el mundo a fines de los años 80, en parte debido al éxito de nuevas variedades aparecidas en Estados Unidos.

En 1997, el precio pagado por el gobierno a los agricultuores egipcios superó el precio internacional. Cuando en 1999 El Cairo comenzó a atar el precio pagado a los productores al precio real de exportación, la producción descendió abruptamente.

Otro factor fue el costo del alquiler. En 1997, una ley de reforma agraria permitió a los latifundistas aumentar el alquiler de los terrenos utilizados por agricultores sin tierra, lo cual obligó a decenas de miles de productores a buscar otras fuentes de ingresos.

La combinación de la pérdida de hectáreas dedicadas a la producción algodonera y la necesidad de que los productores más pequeños consiguieran fuentes adicionales de ingreso contribuyó al sufrimiento de los niños en el Egipto rural, según Vikram Parekh, coautor del informe.

En entrevistas con activistas de derechos humanos, agricultores y funcionarios del Ministerio de Agricultura, Parekh halló que la mayoría de los niños que trabajan en los campos proceden de las familias más pobres.

Resulta muy conveniente para los productores que los niños hagan esta labor, que se realiza en su mayoría durante las vacaciones escolares de verano. Así mismo, su baja estatura facilita el manejo de las plantas y la remoción de las hojas dañadas.

Los niños también resultan más económicos, ya que reciben 80 centavos de dólar por día, y son más obedientes, según los entrevistados por HRW.

Los niños trabajan en grupos de 15 a 30, supervisados por un capataz contratado por la cooperativa local. Casi todos los niños entrevistados por HRW denunciaron haber sido golpeados con un palo cuando su superior estimó que trabajaban con lentitud o no quitaban todas las hojas dañadas.

El capataz también controla el agua que reciben los niños. Algunos capataces sólo les permiten beber agua durante un único descanso de 15 minutos en un período de trabajo de seis horas por la mañana, cuando el calor puede llegar a los 40 grados.

Aunque el empleo de los niños era parte de un programa de control de pesticidas para reducir el uso de pesticidas, se siguen utilizando productos químicos tóxicos para controlar las plagas.

Las precauciones contra la exposición a los pesticidas varían según la localidad, halló HRW. No obstante, el informe sostiene que los niños comienzan a trabajar inmediatamente después de que los campos fueron rociados o entre 24 y 48 horas después, lo cual sigue siendo menos del tiempo recomendado.

Los niños son especialmente vulnerables a la intoxicación por pesticidas, ya que absorben y retienen los productos químicos con mayor facilidad que los adultos, advierte HRW.

La protección contra el calor tampoco fue suficiente. En una aldea, los niños debían comprar ellos mismos gorros protectores y baldes para guardar agua. (FIN/IPS/tra-en/jl/aq/lb hd/01

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