FORO SOCIAL MUNDIAL: Libre comercio no es libre, sino impuesto

El libre comercio «no es libre, sino impuesto» y empeoró los términos de intercambio en desmedro del mundo en desarrollo, dijo hoy la experta sudafricana Dot Keet en el Foro Social Mundial que se celebra en esta ciudad de Brasil.

«Davos es pasado, Porto Alegre es el futuro», agregó el experto filipino Walden Bello, arrancando aplausos durante su participación en el panel sobre comercio internacional en el Foro, instancia alternativa al Foro Económico Mundial que reúne a líderes empresariales y políticos en Davos, Suiza.

Dos tercios del comercio mundial es controlado por las empresas transnacionales, pues se trata de intercambio entre ellas o entre sus filiales, destacaron los participantes en el panel. Las exportaciones de Africa, Asia y América Latina cayeron en los últimos años, mientras aumentaban las de los países ricos.

El caso africano es el más drámatico. Su participación en el comercio mundial cayó de ocho por ciento en su momento de auge a a dos por ciento hoy, en absoluta desproporción con su población, 10 por ciento del total mundial, observó Keet, experta del Centro de Información Alternativa sobre Desarrollo.

Mientras, los precios de los productos básicos cayeron 28 por ciento entre los años 60 y 90, lo que obstaculizó el crecimiento económico de los países más pobres, dijo la catedrática de la Universidad del Oeste de Ciudad del Cabo.

La tendencia se acentuó con la Ronda Uruguay de negociaciones comerciales multilaterales, que derivó en la creación de la Organización Mundial de Comercio (OMC).

Tales datos indican, según ella, que la liberalización del comercio es «forzada» por los países ricos, los únicos beneficiados por ese proceso.

La resistencia y las manifestaciones son necesarias para impedir la realización de una nueva ronda de negociaciones comerciales multilaterales, convocó Bello, profesor de la Universidad de Filipinas y director de la organización no gubernamental Focus on the Global South, de Bangkok.

Su propuesta para superar esa situación es la «desglobalización», que no significa aislarse de la economía internacional sino cambiar las reglas «impuestas» por un sistema central «monolítico y jurásico», constituido por el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la OMC.

Esa centralización inadecuada a la diversidad del mundo es la misma trampa que llevó al desastre a la Unión Soviética, sostuvo Bello, quien llamó a fortalecer «lo local y nacional y descentralizar el poder mundial».

Eso se lograría mediante la creación de un sistema pluralista de instituciones interactivas y basadas en acuerdos amplios, con participación y control de la sociedad civil.

Un ejemplo fue el intento de crear una especie de FMI asiática para defender a la región de «especuladores internacionales». La propuesta fue bloqueado por la Organización de las Naciones Unidas, presionada por Japón, señaló.

El ministro de Comercio Exterior francés, François Huwart, intervino a través de una teleconferencia para defender la liberalización «como factor de crecimiento económico».

Huwart también justificó políticas nacionales que defiendan la seguridad alimentaria y el bienestar de los ciudadanos de su país, lo cual originó abucheos en el público.

Un ministro que sostiene la política proteccionista, que impide las exportaciones agrícolas de países en desarrollo, en especial de América Latina, merece más que rechazo del Foro, gritó el periodista argentino Alberto Pujals, colaborador de la corriente de izquierda socialista del brasileño Partido de los Trabajadores.

El Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) fuE también condenada por Kjeld Jakobsen, secretario de Relaciones Internacionales de la Central inica de Trabajadores, la mayor organización sindical de Brasil.

La asimetría, representada por el hecho de Estados Unidos concentra tres cuartos de la economía continental, con una brutal diferencia tecnológica y de productividad, no permite un acuerdo comercial justo para los países latinoamericanos, argumentó.

Jakobsen convocó manifestaciones «como la de Seattle» durante las próximas negociaciones del ALCA, en Argentina y Canadá, en abril. En diciembre de 1999, el tumulto en esa ciudad de Estados Unidos impidió que la conferencia ministerial de la OMC lanzara una nueva ronda de negociaciones comerciales multilaterales.

El sindicalista brasileño propuso, para la lucha por un comercio mundial más justo, un nuevo «pacto» entre el movimiento sindical del Sur y el del Norte, en favor de mayor acceso de los productos de países en desarrollo a los mercados más ricos.

Jakobsen también postuló un «Plan Marshal» para los países en desarrollo con dinero de la deuda externa, así como la soberanía nacional sobre derechos intelectuales.

Este último punto representaría, por ejemplo, asegurar el derecho de los países del Sur a la biodiversidad, de la cual se producen muchos medicamentos y alimentos, pero que en numerosas ocasiones han sido patentados por empresas de los países ricos.

El sindicalista apoyó la inclusión de cláusulas sociales y ambientales en los acuerdos comerciales, como forma de asegurar los derechos de los trabajadores y de la población en general.

Pero advirtió que sanciones deben ser discutidas y que esas medidas son insuficientes, ya que no favorecen a los desempleados y a los trabajadores informales, que en muchos países ya representan más de mitad del total.

El comercio siempre estuvo relacionado con «guerras», con hechos de «violencia como la esclavitud y la colonización europea en siglos pasados», con invasión de paíes y destrucción de la biodiversidad, recordó Mark Ritchie, presidente del Instituto de Políticas para Agricultura y Comercio, de Estados Unidos.

Por eso hay que establecer reglas, pero que «sean buenas para la humanidad», que no sean impuestas por intereses particulares y que aseguren los derechos de la mayoría. La compleja tarea de definir alternativas al sistema actual exigirá largas discusiones en las reuniones anuales del Foro Social Mundial, señaló.

Hay cuestiones explosivas y capaces de generar nuevas guerras, como las drogas y el agua, que están fuera de las reglas comerciales mundiales, observó.

El agua y el cambio climático que amenazan la vida en todo el planeta deben ser consideradas en las negociaciones mundiales de comercio, agregó Oded Grajew, coordinador de la Asociación Brasileña de Empresarios por la Ciudadanía.

Un movimiento mundial de consumidores para exigir «responsabilidad social» de las empresas proveedoras, descartando compras de aquellas que, por ejemplo, explotan el trabajo infantil o destruyen la naturaleza, podrá contribuir a un comercio más justo, opinó Grajew. (FIN/IPS/mo/mj/dv ip if/01

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