DERECHOS HUMANOS-CHINA: Deng decidió masacre de Tiananmen

Líderes retirados del Partido Comunista de China, principalmente Deng Xiaoping, decidieron sobre la masacre de Tiananmen y los hechos siguientes, en 1989, según documentos internos del partido aparecidos hoy en la publicación trimestral Asuntos Exteriores, de Washington.

Académicos estadounidenses obtuvieron los documentos de «un representante de elementos reformistas» dentro del Partido Comunista, según Asuntos Exteriores. En ellos se describe la profunda división entre los líderes comunistas sobre la actitud a adoptar frente al movimiento estudiantil por la democracia.

Esa división existió casi desde el comienzo de las protestas, desencadenadas a mediados de abril de 1989 por la muerte del reformista Hu Yaobang, quien había sido expulsado del partido dos años antes, revelan los documentos.

Así mismo, demuestran que aún las fuerzas radicales encabezadas por el difunto Deng esperaban evitar un derramamiento de sangre e insistían en separar a la gran mayoría de los estudiantes y sus partidarios de lo que consideraban un puñado de «reaccionarios».

Según ese criterio, los «reaccionarios» actuaban confabulados con «potencias extranjeras», entre ellas la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos y el gobierno del Kuomintang de Taiwan, enemigo histórico del Partido Comunista chino.

Los documentos también revelan que los líderes veteranos actuaron motivados principalmente por el temor a que los disturbios tuvieran consecuencias nefastas para el propio partido y por resentimiento hacia las demandas estudiantiles de reformas, entre ellas la creación de un sistema multipartidario.

«Esos muchachos no saben apreciar lo bueno que tienen», dijo Wang Zhen, un funcionario retirado, en una reunión producida en junio, justo antes de que el Ejército de Liberación Popular llegara con tanques a la plaza de Tiananmen (Paz Celestial) para poner fin con balas al movimiento de protesta.

«Si los estudiantes no abandonan Tiananmen por sus propios medios, el ejército debe ir y sacarlos», sentenció Wang.

Aunque nadie sabe con exactitud cuántas personas murieron en la plaza, se estiman en cientos. Miles más fueron detenidas en Beijing y otras partes en los meses siguientes.

El incidente creó una profunda división diplomática entre China y Occidente, e hizo que Beijing fuera censurada por la Comisión de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos durante casi toda la década de 1990.

Más importante, la masacre detuvo un proceso de reforma política ya vacilante.

Los documentos completos serán publicados próximamente en el libro «Los documentos de Tiananmen», escrito por tres reconocidos expertos estadounidenses en asuntos chinos, que trabajaron con la fuente anónima durante varios meses.

Los expertos y otros especialistas en asuntos chinos consultados por el Consejo de Relaciones Exteriores, un gabinete de estrategia que publica Asuntos Exteriores, concluyeron que los documentos son auténticos.

En una nota editorial que acompaña al extracto de los documentos, el Consejo declara que el recopilador y sus asociados estuvieron motivados por el deseo de dar nueva vida al espíritu de reforma política en China.

Según ellos, ese proceso sólo puede comenzar con una reversión del veredicto oficial de las autoridades chinas, según el cual las manifestaciones de Tiananmen fueron obra de «un pequeño grupo de contrarrevolucionarios».

En cambio, creen, los estudiantes deben ser reconocidos como patriotas que intentaron promover la modernización, que de hecho había comenzado cuando el propio Deng asumió el poder a fines de los años 70 e inició reformas económicas de gran alcance.

El Consejo considera que arrojar luz sobre lo que ocurrió en los círculos más altos de los líderes comunistas durante la crisis de Tiananmen promoverá ese objetivo.

Entre otras cosas, los documentos revelan que tanto la expulsión de Zhao Zhiyang, el presidente del Partido Comunista que favorecía una actitud más conciliadora hacia los estudiantes, como su reemplazo por Jiang Zemin, quien sigue siendo la máxima autoridad en China, fueron decididos por líderes ancianos, retirados o semirretirados.

Esos líderes ni siquiera integraban el Comité Permanente del Politburó, el único organismo habilitado por la Constitución del partido para tomar tales medidas.

Los documentos demuestran la existencia de una resolución aparentemente secreta por la cual todos los desacuerdos del Comité Permanente debían ser remitidos a Deng y a otros siete veteranos del partido. Al igual que Deng, casi todos ellos murieron ya.

El grupo actuaba como «el tribunal supremo extraconstitucional de China», según Andrew Nathan, uno de los expertos estadounidenses.

El principal interés de Deng durante la primera parte de la crisis era despejar la plaza a tiempo para la visita del entonces presidente soviético Mijail Gorbachov.

Cuando los esfuerzos de Zhao para negociar ese despeje a tiempo fracasaron, Deng decidió declarar la ley marcial para «acabar con los disturbios de una vez y para siempre».

El hecho clave que finalmente condujo a la masacre fue la publicación en el Diario del Pueblo, del Partido Comunista, de un editorial el día 26 de abril de 1989 en el que se calificaba a las manifestaciones de «un complot bien planificado», según los documentos.

De acuerdo con ese editorial, la supuesta conjura tenía por meta «confundir a la gente y sumir al país en el caos» para derrocar al Partido Comunista y al sistema socialista.

Zhao, quien estaba en el exterior en esa fecha, urgió a los otros líderes a revisar esa postura luego de reunirse con representantes de los estudiantes, pero el entonces primer ministro Li Peng, quien sigue siendo el número dos en la jerarquía del partido, convenció a los líderes veteranos de lo contrario.

En una reunión producida justo antes de la publicación del editorial, Li advirtió a los ancianos del partido que las protestas estaban dirigidas directamente contra ellos y su legado revolucionario.

De manera similar, en la reunión previa a la masacre, Li habló a los veteranos sobre los supuestos esfuerzos de agentes de la CIA y el Kuomintang por alentar disturbios en Tiananmen y otras partes de China.

En ese punto, Deng Xiaoping declaró que «las causas de este incidente tienen que ver con el contexto mundial», en particular con «la ayuda de Estados Unidos a los llamados demócratas, que en realidad son la escoria del pueblo chino».

«Algunos países occidentales usan argumentos como los derechos humanos para criticarnos, pero lo que realmente desean atacar es nuestra soberanía», afirmó Deng, e insistió en que, aun después de reprimir las protestas, las reformas de China deberían continuar. (FIN/IPS/tra-en/jl/js/mlm/hd-ip/01

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