Un barco británico con casi 77 toneladas de material radiactivo se acerca a las costas de Argentina, rumbo al cabo de Hornos, una zona de fuertes vientos y con riesgos para la navegación.
El buque «Pacific Swan», que partió de Francia el 19 de diciembre con destino a Japón, lleva una carga siete veces mayor que la del «Pacific Pintail» que siguió la misma ruta por América del Sur en 1995 y su paso fue muy resistido por gobiernos y ambientalistas.
Se estima que el barco estará la próxima semana cerca de las islas Malvinas.
Sin embargo, para cruzar del océano Atlántico al Pacífico la nave deberá pasar por el cabo de Hornos y así ingresar a la zona económica exclusiva de Argentina y de Chile, en un área de riesgo para la navegación.
Los fuertes vientos y la gran cantidad de iceberg existentes en la zona dificultan el paso de las embarcaciones, que resultan vulnerables a accidentes, una hipótesis que en este caso sería letal dada la carga radiactiva que se transporta.
Este es el sexto barco con material radiactivo desde Europa y con destino a Japón desde que el Pacific Pintail pasara en 1995, pese a que fue obligado por un buque de la armada chilena a salir de la zona económica exclusiva en cabo de Hornos, más allá de las 200 millas de la costa.
Aquel barco llegó a estar a 18 millas de territorio argentino y a 50 de Chile.
Los cuatro viajes posteriores tomaron otra ruta. El segundo embarque transportado entre 1996 y 1997 por el buque «Pacific Teal» pasó por el cabo de Buena Esperanza, mientras que el Pacific Swan cruzó por el canal de Panamá en 1998 y en dos oportunidades en 1999.
Luego de la entrega de la administración de ese canal interoceánico de Estados Unidos a Panamá la ruta se interrumpió, razón por la cual la empresa británica de transporte de combustible nuclear retomó la vía del cabo de Hornos.
El jefe de campaña sobre energías de la organización ambientalista internacional Greenpeace, Juan Carlos Villalonga, expresó a IPS su sorpresa por el «bajo nivel de resistencia» de Argentina.
El gobierno de Fernando de la Rúa, después de haber reaccionado junto con Brasil, Uruguay y Chile para frenar el paso del barco, sólo ordenó a la armada que fuera «escoltado», explicó.
Villalonga se refirió así a la declaración conjunta de los cuatro países difundida dos días después de que zarpara el buque y anunciara su ruta por el cabo de Hornos.
En un comunicado divulgado el 21 de diciembre, los gobiernos de la región expresaron preocupación ante los países involucrados en la operación, Japón, Gran Bretaña y Francia.
Las autoridades precisaron en el documento el derecho de soberanía de los estados ribereños en materia de protección del ambiente en sus respectivas zonas de exclusión económica, según la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, y pidieron ayuda para el «cumplimiento de tal responsabilidad».
También Nueva Zelanda expresó su preocupación y rechazo por el rumbo del barco, que pasará cerca de las costas de ese país.
Greenpeace se apoyó en ese comunicado para presionar a los gobiernos involucrados en el transporte de esos tóxicos, convocando a una manifestación frente a la embajada de Gran Bretaña en Buenos Aires el jueves 28 de diciembre.
El grupo ambientalista criticó la «prepotencia» de esa nación europea por no atender el reclamo de los países afectados.
Argentina y Chile son los países más comprometidos ante la ruta que tomó el buque por el cabo de Hornos, explicó Villalonga.
Sin embargo, mientras que Chile, «en una mezcla de advertencia con expresión de deseos», manifestó que el buque no ingresará en su zona eeconómica exclusiva, Argentina, resignada, se ofreció finalmente a acompañarlo, comentó.
Agregó que esto indica que la cancillería argentina se manifestó «permisiva», luego de una reacción inicial positiva junto a los demás países de la región, al ordenar la escolta del buque en lugar de condenar la falta de aviso previo de la ruta, y de prohibirle el ingreso a sus aguas jurisdiccionales.
Villalonga señaló que la vigilancia no podrá prevenir un accidente, ni tampoco asistir en la tarea de emergencia en caso de que ocurra un siniestro.
En este sentido, el comunicado de los cuatro países había llamado la atención sobre el vacío legal existente en materia de seguridad en este tipo de transportes, sobre todo en lo que hace a la exigencia de garantías, y a las responsabilidades en casos de accidentes, incluyendo planes de emergencia.
El activista ambiental indicó que las discusiones sobre estos asuntos están atrasadas por la falta de colaboración de los países interesados en esos movimientos de productos tóxicos.
A modo de ejemplo mencionó que Japón no es parte de la Convención de Viena en materia de responsabilidad civil por daño nuclear.
En cambio, consideró que sí hay normas vigentes en la Unión Europea, las cuales exigen que para los embarques de residuos nucleares debe contarse con el consentimiento del país de destino y de aquellos de tránsito.
Pero en este caso, los responsables del buque, previendo el conflicto, informaron de su ruta cuando ya había zarpado.
El Pacific Swan lleva 192 bloques de materal nuclear contenidos en ocho contenedores. Se trata de residuos producidos en el proceso de extracción de plutonio del combustible nuclear japonés, que son reciclados por la planta de reprocesamiento estatal francesa Cogema, ubicada en La Hague.
El material vuelve a Japón para su almacenamiento transitorio, pero según Greenpeace el problema es que hay aún en Europa unos 3.000 bloques más de residuos y unas 45 toneladas de plutonio que se pretenden seguir enviando en caso de que la ruta resulte de baja conflictividad.
Japón tiene previsto desarrollar un programa para utilizar plutonio como combustible en reactores nucleares de uso civil para generación de electricidad, un proyecto que ya abandonaron otros países, como Alemania, Estados Unidos y Francia, por los riesgos ambientales de las operaciones de este tipo. (FIN/IPS/mv/dm/en ip/00