run loadhlp.prg/Perspectivas 2001/ EUROPA: Neonazismo crece sin cesar

La policía alemana registró este año unos 11.000 ataques contra personas atribuidos al odio racial, 20 por ciento más que en 1999. Pero ésa es apenas la parte más visible de un fenómeno que cunde en toda Europa.

Los neonazis no dejaron ninguna posibilidad a Alberto Adriano, un ciudadano alemán de origen mozambiqueño asesinado a puntapiés en las calles de la ciudad oriental de Dessau por racistas a comienzos de año.

Los atacantes lo desnudaron y le gritaron «cerdo negro» y «así marcha de la resistencia alemana», mientras lo pateaban con sus botas con puntera de metal.

Los asesinos recibieron su condena asesinato en agosto. La viuda de Adriano estaba aterrada y prefirió permanecer en su casa, bajo la custodia de la policía, a concurrir al juicio.

El recrudecimiento del racismo llevó a más de 200.000 personas a concurrir una protesta contra el racismo en la Noche de los Cristales, en que se conmemora el 9 de noviembre otro aniversario de un ataque masivo de los nazis contra la comunidad judía en 1938.

El canciller (jefe de gobierno) alemán Gerhard Schroeder, llamó a una «rebelión de los decentes» para combatir el racismo. Este mensaje debería ser escuchado en toda Europa, donde los partidos de extrema derecha gozan un renacimiento.

La integración en el gobierno austriaco del Partido Liberal, grupo liderado por Joerg Haider que presentó un programa hostil a los inmigrantes, llevó al resto de los países de la Unión Europea (UE) a imponer sanciones diplomáticas cuya aplicación concluyó en octubre.

Pero el hecho es que cada vez más austriacos apoyan a Haider como consecuencia de la corrupción en los partidos que antes ostentaban la mayoría y cuya inacción permitió al Liberal convertirse en el segundo del país.

En Bélgica, el ultraderechista Vlamse Blok logró un tercio de los votos en la ciudad de Antwerp en octubre, el mejor resultado alcanzado por ese partido en elecciones locales desde su fundación.

El líder de Vlamse Blok, Filip Devinter, considera a Haider un moderado y sostiene que los inmigrantes están dominando Europa. Devinter quiere frenar el ingreso de «no europeos» y exigir a los que ya viven en este continente a asimilarse o retornar a sus lugares de origen.

En Dinamarca, los grupos neonazis se reúnen con regularidad con sus pares alemanes para participar en «marchas de odio» y apreciar conciertos con música de «poder blanco» juntos.

Pia Kjaersgaard, líder del ultraderechista Partido Popular Danés que tiene un respaldo electoral de 18 por ciento, cree que «demasiados musulmanes son un problema para un país cristiano».

El panorama es similar en Estonia, Finlandia, Noruega, la República Checa, Rusia y Suecia. Neonazis de toda Polonia se reunieron en julio en Rogiedle, en el nordeste del país, y una segunda manifestación fue disuelta por la policía en octubre.

La extrema derecha, con su red social, sus actividades organizadas y su camaradería, es con frecuencia la única forma en que los jóvenes sin expectativas de futuro pueden construir su identidad. Según sociólogos, poco se ha hecho para condenar la acción de estos grupos.

El violento Partido Nacional de Alemania existe hace años, pero sólo en este año emergió a la superficie, cuando la ola de atentados racistas llevó al gobierno a considerar su prohibición.

Mientras, la Oficina de Protección del Estado de Polonia, agencia de seguridad del gobierno, planifica informar a las empresas sobre sus empleados neonazis.

El gobierno de Suecia respalda el proyecto Exit, por el cual ex neonazis han ayudado a unos 80 jóvenes a abandonar esos grupos en los últimos dos años. «Ya dejamos de contar la cantidad de llamadas telefónicas que recibimos de neonazis que quieren dejar sus organizaciones», dijo Kent Lindahl, fundador del proyecto.

Lindahl calculó que los neonazis en Suecia suman más de 1.000. La sociedad sueca, en general, rechaza el racismo, y admitir sentimientos de esa naturaleza es infamante en ese país.

Diarios suecos identificaron dos años atrás a conocidos neonazis con foto, nombre y dirección. Muchos perdieron su trabajo de inmediato.

Matthias Wikstrand, de 24 años, se convirtió en neonazi a los 13. Ahora es «embajador» del departamento contra el racismo del Ministerio de Relaciones Exteriores.

Wikstrand y sus amigos solían golpear a inmigrantes, al grito de «muerte a los negros, gas a los judíos». Luego, se afilió al Frente Nacional Socialista, abandonó años más tarde con ayuda de Exit.

En Noruega existió una organización similar a Exit, que debió disolverse por falta de financiamiento. En Alemania, por otra parte, el problema es de una magnitud tal que no parece posible derrotarlo sin grandes iniciativas políticas y trabajo arduo desde la escuela.

La Oficina de Protección Constitucional, el servicio interno de inteligencia alemán, calcula que decenas de miles de neonazis están activos en este país, la mayoría en el este. Unos 9.000 constituyen el corazón del movimiento, y son en particular violentos.

La extrema derecha alemana no tiene el estigma que la caracteriza en otros países, en especial los escandinavos. Los jóvenes alemanes crecieron sabiendo que muchos de sus abuelos y bisabuelos eran nazis en los años 30 y 40, y que en algunos casos sus propios padres no condenaban el nazismo.

Por el contrario, muchos de esos padres, nacidos después de la guerra, eran ellos mismos ultraderechistas, en especial los que vivían en Alemania oriental, hasta 1989 gobernada por un régimen socialista.

«Existen zonas en Alemania oriental donde clases enteras de la enseñanza secuncaria son neonazis. Hay clubes y comunidades con una tendencia 100 por ciento extremista», dijo Bernd Wagner, ex policía que intenta crear un programa similar al Exit sueco.

El racismo, la violencia y el neonacionalismo, entonces, se han convertido en normales en algunas comunidades, lo que obliga a trabajar desde la escuela.

Los grupos antifascistas insisten en que corresponde al gobierno luchar contra la xenofobia. Una encuesta reveló en Alemania que 78 por ciento de la población rechazaba a los inmigrantes, pero el porcentaje de personas opuestas al ultraderechismo era mayor.

La lección en Austria es clara: la extrema derecha se convierte en una alternativa viable sólo si los partidos principales fracasan en satisfacer las necesidades de la ciudadanía. (FIN/IPS/tra-eng/ys/sm/mj/ip hd/00

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