/Perspectivas 2001/ MERCOSUR: La odisea del espacio hemisférico

El Mercosur afrontará en 2001 el desafío de definir su lugar en América, tras concluir este año con una nueva disputa, ocasionada por la decisión de Chile de comenzar a negociar un acuerdo bilateral de libre comercio con Estados Unidos.

El nuevo reto pone otra vez en juego la fortaleza del bloque, pese a los logros alcanzado en la cumbre de los días 14 y 15 en Florianópolis, Brasil, con la firma del postergado acuerdo para el comercio regional de automóviles y avances en la convergencia macroeconómica con metas fiscales e inflacionarias.

Esta vez no se trata de conflictos comerciales sectoriales, que no ponen en duda la conveniencia del acuerdo, sino de la estrategia de inserción en América y en el resto del mundo, del poder de negociación conjunta y de la prioridad que cada país miembro da a eventuales alianzas externas.

El relacionamiento parece ser cristalino entre los presidentes del Mercosur (Mercado Común del Sur), conformado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, y de los asociados Bolivia y Chile, al menos así se expresaron en la reunión de Florianópolis.

«El Mercosur negociará en bloque con Estados Unidos», confirmaron casi a coro el mandatario brasileño Fernando Henrique Cardoso y su par argentino, Fernando de la Rúa.

Cardoso fue más enérgico al señalar que también se actuará en conjunto en las tratativas para crear el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), «porque es la opción política que prefirió el bloque, simplemente porque aumenta nuestra capacidad de obtener ventajas».

Ambos gobernantes trataron de dirimir así la polémica surgida en vísperas de la cumbre, tras divulgarse en Washington que Estados Unidos había comenzado a negociar un acuerdo bilateral de libre comercio con Chile, país éste que se había comprometido a discutir allí su ingreso pleno al Mercosur.

Santiago justificó su acercamiento a Washington en la ya expresada necesidad de mantener independencia a la hora de establecer acuerdos extrabloque.

Portavoces del gobierno chileno también precisaron que la dispersión arancelaria del Mercosur es incompatible con su política de arancel externo único, en la actualidad en nueve por ciento y en paulatino retroceso.

El arancel externo del bloque va de cero a 20 por ciento y hasta 35 por ciento en el caso de la importación de automóviles por parte de Argentina y Brasil, según el acuerdo alcanzado en Florianópolis.

Los presidentes Cardoso y De la Rúa, junto a sus pares Luis González Macchi, de Paraguay, Jorge Batlle, de Uruguay, Hugo Banzer, de Bolivia, y Ricardo Lagos, de Chile, fueron claros en cuanto a que el ALCA debe entrar en vigor en 2005.

De la Rúa, cuyo gobierno dio señales previas de querer impulsar un adelantamiento de la puesta en marcha del acuerdo continental impulsado por Washington, aseguró que se respetará la fecha establecida por la Cumbre de las Américas, realizada en 1998 en Santiago.

Sin embargo, los problemas aparecen cuando el asunto de las relaciones con Estados Unidos es abordado por ministros, secretarios y otros negociadores regionales.

Las definiciones en esos ámbitos secundarios resultan menos diáfanas e, incluso, se vuelven conflictivas si se incorpora la perspectiva de los sectores económicos privados.

El canciller argentino Adalberto Rodríguez Giavarini, a su regreso de Brasil, consideró que es «maniqueo» ver contradicción en la postura de Chile de mantenerse cerca del Mercosur y, a la vez, negociar en forma unilateral con Estados Unidos.

También señaló que «no creía necesario» que su país siguiera los pasos de Chile.

«No creo que sea necesario buscar una vía rápida con Estados Unidos, porque queremos ir al ALCA desde el Mercosur», subrayó Rodríguez Giavarini.

Por su parte, el economista Julio Nogués, asesor de la Organización de las Naciones Unidas, consideró que Argentina debe apoyar en forma decidida la integración con países desarrollados, como hizo México con Estados Unidos o España, Irlanda y Portugal con la Unión Europea.

Nogués entiende que la evidencia empírica demuestra que el ingreso por habitante sólo aumenta si la integración no se limita a nuclear países en desarrollo.

Esta opinión subestima el salto del comercio intrarregional en los años 90 en el Mercosur y el pobre acceso de estas economías al mercado estadounidense.

El economista Arturo O'Connell, ex director del Centro de Economía Internacional, admitió que no es clara la posición argentina en este sentido.

O'Connell dijo a IPS que Argentina da la impresión que estuviera presionada entre seguir el camino de Chile, en una alianza con Estados Unidos, o atarse al liderazgo de Brasil en el Mercosur.

«Parece que los argentinos y Uruguay le tienen más miedo al alineamiento con Brasil que con Estados Unidos», comentó O'Connell, quien asegura haberse convencido con las cifras de comercio en la mano que el Mercosur, y no el ALCA, «es el buen negocio para Argentina».

La referencia a Uruguay se explica por las declaraciones del presidente Batlle a favor de acelerar la entrada en vigor del ALCA para 2003, postura que fue relacionada con la aprensión de ese país respecto del liderazgo que busca asumir Brasil en el Mercosur y en América del Sur.

Brasil es el socio mayor del Mercosur, con 71 por ciento del producto regional, seguido de Argentina, con 26 por ciento, de Uruguay, con dos por ciento, y de Paraguay, con uno por ciento.

«Uruguay aplaudió (un acuerdo de Chile con Estados Unidos), fatigado por lo que considera desatenciones constantes de sus vecinos mayores», explicó el ex canciller y ex ministro de Defensa argentino Oscar Camilion, en una columna publicada este mes en el diario La Nación, de Buenos Aires.

Camilion agregó que «muy probablemente Asunción piense lo mismo, sólo que la fuerte dependencia con Brasil hace más cautos a sus voceros».

O'Connell reconoció entre los presidentes asuntos como éste siempre quedan más claros. Lo mismo ocurría en tiempos de Carlos Menem (1989-99), quien se mantuvo siempre firme en negociar con Estados Unidos sólo en compañía del resto del Mercosur.

El experto consideró que quienes tiran del carro del ALCA «están muy influidos por un liberalismo doctrinario que no se corresponde con las demandas de los productores de la economía real» que, tanto en Argentina como en Brasil, reclaman hoy una vuelta al proteccionismo.

La Unión Industrial Argentina, las asociaciones de pequeños empresarios y las cámaras que agrupan a productores rurales en este país encuentran cada vez más coincidencias contra las políticas de apertura de la economía.

En tanto, en Brasil, esta postura está mejor representada por la administración de Cardoso.

Por esa razón Brasil fue el primero en reaccionar con molestia al anuncio de una negociación comercial bilateral entre Chile y Estados Unidos.

Lejos de la reacción entusiasta de los ministros argentinos, la cancillería brasileña consideró el gesto como una ofensa que colocaba el ingreso pleno de Chile al Mercosur en una congeladora.

El gobierno de Cardoso considera que para negociar el ALCA, el Mercosur deben asegurarse que Estados Unidos abrirá su mercado sin ningún tipo de trabas al ingreso de productos de esta región sureña, incluido los agrícolas, una demanda que por ahora parece utópica.

Sin embargo, Argentina, Paraguay y Uruguay no parecen estar interesados exclusivamente en alinearse sin más detrás de Brasil para aumentar su poder de negociación y conseguir un real acceso al mercado estadounidense.

«La principal decisión que enfrentarán las diplomacias de Argentina y de Brasil en 2001 es definir su política frente al ALCA, ya que ha quedado claro que existen discrepancias en muy altos niveles», vaticinó Camilión.

El ex funcionario recomendó al Mercosur que se prepare para recibir invitaciones «presumiblemente individualizadas» para sumarse al ALCA, y que «comiencen a estudiar seriamente una línea de acción coordinada ante Estados Unidos», con atención también a los intereses de Uruguay y Paraguay. (FIN/IPS/mv/dm/if ip/00

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