El pueblo de Suriname dejó a un lado sus diferencias en la última semana para reflexionar sobre la evolución de esta nación caribeña en los 25 años siguientes a su independencia de Holanda.
A juzgar por lo que dicen los indicadores económicos y funcionarios de gobierno, la situación financiera es peor ahora que entonces.
«Si nos hubiéramos mantenido en el camino que trazamos el 25 de noviembre de 1975, las cosas estarían mucho mejor», dijo el presidente Ronald Venetiaan a la nación, y la exhortó a confiar en que Suriname superará sus actuales problemas políticos y económicos.
Este pequeño país sudamericano de habla holandesa, con costas sobre el mar Caribe y una población de 450.000 habitantes, se independizó de Holanda en 1975 confiado en alcanzar pronto la prosperidad, en base a sus vastos recursos minerales, agrícolas y forestales.
La Haya le otorgó entonces al gobierno unos 200 millones de dólares anuales como obsequio de independencia.
En los primeros años, la salud y la educación funcionaban satisfactoriamente y el ingreso anual por habitante ascendía a cerca de 10.000 dólares. En comparación con países vecinos recientemente independizados, Suriname estaba muy bien.
Pero en febrero de 1980 se produjo un golpe militar que expulsó del poder al gobierno elegido de Henk Aaron, tras un enfrentamiento porque el gobierno se negaba a reconocer un sindicato del ejército.
Allí comenzó la decadencia, según Venetiaan, y salir del actual pozo requerirá mucho sacrificio de todos los sectores sociales.
Las celebraciones de la independencia fueron muy discretas debido a las medidas de autoridad que el nuevo gobierno, instaurado hace tres meses, se vio obligado a imponer para corregir los graves problemas económicos, que incluyen una hiperinflación.
El parlamento celebró una reunión especial, hubo algunas fiestas callejeras en la capital, Paramaribo, y otros centros urbanos, y miles de ciudadanos establecidos en el exterior llegaron para celebrar la fecha.
Venetiaan, quien ya había sido presidente entre 1991 y 1996, destacó que la nación puede orgullecerse de haber sobrevivido unida a dos golpes de Estado, una guerra civil entre el ejército y comunidades indígenas (1986-1991), y graves violaciones a los derechos humanos por parte de los militares.
«Llegamos al borde del precipicio pero nos recuperamos. Tuvimos una guerra civil pero logramos recobrar la paz», destacó, en referencia al conflicto entre el ejército y la comunidad cimarrona en el interior del país, que dejó más de 500 muertos.
Las atrocidades cometidas en ese período aún son causa de conflicto. Moiwana'86, el principal grupo de derechos humanos, reclama justicia por el asesinato o la desaparición de 200 personas durante los siete años de régimen militar, y también por la ejecución en 1982 de 15 opositores.
El ex dictador y actual líder opositor Desi Bouterse es el principal blanco de las investigaciones.
Para muchos ciudadanos, la principal preocupación es la caída de la moneda nacional. Cuando Venetiaan dejó el poder en 1996, el florín se cotizaba a 406 unidades frente al dólar, pero cuando regresó a la presidencia el pasado agosto, se situaba en 1.700 unidades por dólar, y en las últimas 12 semanas, cayó a 3.000 por dólar.
El gobierno reparte culpas entre los traficantes de drogas que saldan deudas en dólares estadounidenses y la falta de confianza de los inversionistas extranjeros.
En su anterior gobierno, Venetiaan evitó pedir préstamos al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial, como lo han hecho sus vecinos del Caribe, pero esta vez parece que no tendrá más remedio, según dijo.
Suriname espera recibir 800 millones de dólares de Holanda, parte del obsequio de independencia que fue suspendido durante el régimen militar y el gobierno de Jules Widjenbosch debido a sus estrechos vínculos con los militares golpistas.
Aunque Venetiaan está agradecido por la ayuda, señaló que a veces la influencia holandesa no ha sido buena.
Henk Herrenberg, ex embajador de Suriname en China, comparte esa opinión, y afirmó que Holanda desea recolonizar a este país debido a sus recursos naturales.
«Lo hemos advertido durante muchos años, pero nadie nos escucha. (Los holandeses) están en todo en este país, incluso en la remodelación de edificios», dijo Herrenberg. (FIN/IPS/tra-en/bw/da/mlm/ip-dv/00