EEUU: Política exterior de Bush, herencia de familia

Las ideas y el equipo de política exterior del próximo presidente de Estados Unidos, el republicano George W. Bush, parecen corresponder a un tiempo pasado, más precisamente al del gobierno de su padre (1989-1993).

Como su padre George Bush, el presidente electo no perderá oportunidad para señalar la importancia de coordinar la política con los aliados de Europa, Medio Oriente y el este de Asia, pero él y sus asesores más cercanos descartarían la posibilidad de darles el mismo peso a sus opiniones que a las de Washington.

El equipo de Bush ya indicó, por ejemplo, que no ve con buenos ojos tres iniciativas apoyadas por Europa y Japón: el Tratado de Prohibición Total de Pruebas Nucleares, el Tratado de Roma para crear el Tribunal Penal Internacional y el Protocolo de Kioto para combatir el recalentamiento planetario al reducir la emisión de los gases invernadero de los países industrializados.

También expresó una postura más fuerte contra la Organización de las Naciones Unidas, habiendo prometido que no permitirá a los soldados estadounidenses participar de operación alguna bajo el mando del foro mundial, incluso en los Balcanes, que se considera una región vital para la seguridad nacional.

Así mismo, el deseo de Bush de instalar un sistema nacional de defensa contra misiles, a pesar de la objeción de China y Rusia, preocupa a Europa y otras regiones por el posible renacimiento de las tensiones de la guerra fría y la carrera armamentista.

«El mal manejo de este tema tendría graves consecuencias en distintos ámbitos, incluso la seguridad militar del país y las relaciones con los aliados y con China y Rusia», según un informe de la Corporación Rand, un centro de investigación independiente.

Queda por verse cuántas de estas promesas electorales se convertirán en hechos, sobre todo debido a que Bush no obtuvo la mayoría de los votos del país y a que el rival Partido Demócrata salió fortalecido en el Congreso legislativo.

«Será el centro el que gobierne a Estados Unidos ahora», señaló el otrora rival republicano de Bush, John McCain, en una entrevista televisiva después de que el presidente electo pronunciara su discurso de victoria la noche del miércoles ante la legislatura de Texas.

En el discurso, Bush prometió abogar por una «política exterior con participación de ambos partidos», o sea republicanos y demócratas, lo cual indicaría que está dispuesto a negociar puntos importantes.

Mientras, la presión de los donantes del sector privado, casi todos compañías trasnacionales, seguramente atenuará su tendencia a la derecha, sobre todo si ésta daña relaciones comerciales importantes, como las de China.

A diferencia de su padre, George W. Bush no exhibe gran interés en lo que ocurre fuera de las fronteras de Estados Unidos, y cuando asuma el 20 de enero probablemente sea el presidente que menos haya viajado por el mundo desde que Harry Truman sucedió a Franklin Roosevelt en 1945.

No hay duda de la capacidad de los colaboradores de Bush en política exterior. Casi todos ellos ocuparon altos cargos en el gobierno de su padre.

Ese equipo, integrado entre otros por el vicepresidente electo Dick Cheney, quien fuera el Secretario de Defensa de Bush padre, estuvo en el gobierno durante la invasión de Panamá en 1989, la guerra del Golfo en 1991, la caída de la Unión Soviética y la reunificación de Alemania.

El general retirado Colin Powell, quien fuera el jefe del Estado Mayor Conjunto durante la guerra del Golfo, tiene casi asegurado su puesto como Secretario de Estado, al igual que Condoleeza Rice, especialista en la Unión Soviética del Consejo de Seguridad Nacional de Bush padre, como Asesora de Seguridad Nacional.

Powell y Rice, ambos negros, serán prácticamente el único toque de color en el equipo de seguridad nacional del nuevo gobierno.

La mayoría estará integrada por hombres blancos con ideas «implacablemente convencionales» en política exterior, dijo un funcionario del gobierno de Clinton esta semana.

«La reputación de todos ellos se formó con la política de poder de la guerra fría, y no cambiaron mucho en los ocho años que estuvieron fuera del poder», agregó.

Otros probables candidatos para el Pentágono (Departamento de Defensa), el Departamento de Estado y la Agencia Central de Inteligencia (CIA) son Paul Wolfowitz y Richard Armitage, ambos funcionarios de Defensa del gobierno de Bush padre.

También lo es Richard Armacost, otrora alto funcionario del Departamento de Estado quien presidiera durante la «republicanización» de la influyente división de política exterior de la Brooking Institution, una organización no gubernamental de investigación, durante el gobierno de Bush.

Porter Goss, el presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes y ex funcionario de la CIA, también es candidato a dirigir la agencia.

Robert Zoellick, colaborador del ex secretario de Estado James Baker, es uno de los nombres que se manejan para Representante de Comercio. Como tal, se espera que defienda los intereses del sector privado en su afán por globalizar la economía, sin la inquietud de los demócratas por los derechos de los trabajadores o el ambiente.

El propio Baker, quien dirigió la ofensiva del presidente electo para concretar su victoria electoral en los tribunales, tendría interés en dirigir el Banco Mundial si se persuade a James Wolfensohn, en su segundo período, de retirarse.

Baker, abogado de intereses empresariales quien, como secretario del Tesoro de la presidencia de Ronald Reagan, apoyó los programas de ajuste estructural en el Sur en desarrollo en los años 80, no es conocido por su interés en la transparencia, participación, equidad, sociedad civil u otros conceptos que Wolfensohn intentó incorporar al Banco.

Muchos de los conceptos más nuevos en materia de relaciones internacionales que comenzaron a manejarse en los últimos ocho años, como la lucha contra la pobreza, las enfermedades infecciosas y la promoción de la democracia, son términos que provocan el desconcierto o el desprecio de quienes pretenden los cargos de seguridad nacional del nuevo gobierno.

«Lo mejor que se puede decir de Bush es que reflexionó sobre el mundo y decidió que continúa la década de 1980. Por tanto, planea resolver los problemas de la época de su padre con los viejos asesores de aquél», escribió Thomas Friedman, columnista de relaciones exteriores del diario The New York Times. (FIN/IPS/tra-en/jl/aq/ip/00

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