La autosuficiencia energética parece posible ahora en Cuba, luego de un año en que las buenas noticias se mezclaron con serios nubarrones financieros por los altos precios internacionales del petróleo.
Con la producción de 3,3 millones de toneladas de petróleo y gas lograda en este año, el país aseguró la generación de 51 por ciento de la electricidad, 10 por ciento más que en 1999.
Pero importar el crudo necesario para cubrir sus necesidades de consumo, estimadas en unos nueve millones de toneladas, provocó gastos adicionales por más de 500 millones de dólares.
La meta oficial para 2001 prevé una producción equivalente de petróleo y gas de cuatro millones de toneladas, suficientes para cubrir 90 por ciento de la generación eléctrica con combustible de producción nacional.
Hasta tanto, un convenio de colaboración firmado con Venezuela en octubre cubrirá alrededor de un tercio de las necesidades energéticas de la isla, mediante el suministro de 53.000 barriles diarios de petróleo (6.900 toneladas).
No obstante, las noticias más prometedoras provienen del área de la inversión extranjera, que en el caso del petróleo está presente en tres contratos de asociación, cinco empresas mixtas y 23 contratos a riesgo y de producción de hidrocarburos.
Según fuentes oficiosas, a principios del año próximo se conocerán las reales posibilidades de un área a cargo de la empresa estatal brasileña Petrobras, que en 1998 suscribió un acuerdo de prospección con la Unión del Petróleo de Cuba (Cupet).
A través de su subsidiaria Brasoil-Cuba, Petrobras inició la perforación de un pozo pionero en Cayo Felipe, al norte de la provincia de Ciego de Avila, 461 kilómetros al sudeste de La Habana.
De acuerdo a cálculos de expertos de esa empresa, el islote podría rendir entre cuatro y 6,5 millones de toneladas anuales de petróleo liviano, de unos 25 grados API, muy diferente del pesado y sulfuroso que se encuentra comúnmente en Cuba.
Pero algunos directivos de la empresa han intentado moderar el entusiasmo de los especialistas, que trascendió a la prensa, y advirtieron que la probabilidad de éxito de la prospección en esa región es de 12 por ciento.
Se calcula que la inversión inicial de 20 millones de dólares comprometida por Brasoil-Cuba en Cayo Felipe se amortizaría ampliamente en caso de confirmarse la existencia de petróleo en las estructuras geológicas anticipadas por los estudios sísmicos.
A mediados de este mes, la empresa petrolera hispanoargentina Repsol-YPF decidió sumarse a las de Canadá, Europa y América Latina que en la década del 90 iniciaron prospecciones petroleras en la isla.
Un acuerdo suscrito con Cupet prevé varios proyectos de colaboración en el campo de la exploración y producción de hidrocarburos, refinado, transporte, almacenamiento y comercialización de productos petrolíferos en Cuba, según informó desde España la propia empresa.
Así mismo, incluye un contrato para la participación en la exploración y producción de hidrocarburos en las aguas profundas del noroeste de la isla, en el Golfo de México, compartido por Cuba, Estados Unidos y México.
Este acuerdo sitúa a Repsol-YPF entre las primeras empresas petroleras en responder a la licitación abierta este año por el gobierno cubano para prospecciones de crudo en esa región.
El área propuesta abarca unos 112.000 kilómetros cuadrados, dividida en 59 bloques, de la zona económica marítima exclusiva que corresponde a Cuba en el Golfo de México.
Repsol-YPF tiene además interés en la búsqueda de alternativas para la recuperación y modernización de la refinería de Cienfuegos, 336 kilómetros al sudeste de La Habana, uno de los proyectos que se interrumpió con la desaparición de la Unión Soviética en 1991.
En ese proyecto también podrían participar Rusia y Venezuela, que contribuirían con tecnología, según declaró en octubre en La Habana el canciller venezolano José Vicente Rangel.
Esa refinería tiene capacidad para procesar 180.000 barriles de petróleo al día y hasta ahora han resultado infructuosos los esfuerzos de las autoridades cubanas para encontrar los socios con capital, tecnología y mercado como para ponerla en funcionamiento.
En medio de estas perspectivas en el campo petrolero y los buenos resultados logrados en el aprovechamiento del gas en la producción de energía eléctrica, el gobierno perdió interés en la central nuclear de Juraguá (Cienfuegos), que también quedó inconclusa a raíz de la desaparición de la Unión Soviética.
Esa planta, cuya construcción aumentó las fricciones con Estados Unidos, que la consideró un peligro por la cercanía a su territorio, fue diseñada para ahorrar 15 por ciento de las importaciones de petróleo que hasta fines de los años 80 eran del orden de los 13 millones de toneladas anuales.
El presidente de Cuba, Fidel Castro, descartó que este desinterés tenga relación con el rechazo estadounidense y prefirió insistir en las razones económicas que desaconsejan invertir en la terminación de un reactor aislado.
El costo de la energía atómica resulta tres veces mayor que la generada a partir del gas derivado del petróleo que antes escapaba a la atmósfera, afirmó Castro al inaugurar una planta de este tipo en la provincia de Matanzas, unos 100 kilómetros al sudeste de La Habana.
Cuba inició la apertura al capital extranjero en materia petrolera a principios de la década del 90. Se calcula que en los 10 años transcurridos se invirtieron unos 600 millones de dólares, fundamentalmente en la franja costera norte de la isla.
De 45 bloques disponibles, 20 ya fueron negociados con empresas de Francia, Gran Bretaña, Canadá, Brasil, España y Suecia. (FIN/IPS/pg/ag/en if/00