Los países ricos disminuyeron sus aportes para financiar el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), afirmó en esta capital Antonio Garrigues Walker, presidente del grupo España con Acnur.
Garrigues Walker presentó el miércoles el informe sobre «La situación de los refugiados en el mundo», junto al delegado del gobierno español para la inmigración, Enrique Fernández Miranda, la secretaria de Acción Social, Concepción Dancausa, y el representante de Acnur en España, Luigi Cabrini.
El titular de España con Acnur, entidad sin fines de lucro, dijo que hubiera sido mejor no tener que conmemorar el jueves los 50 años de la creación de la agencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en alusión a que su sobrevivencia significa que aún existen problemas de refugiados en el mundo.
La Asamblea General de la ONU aprobó el estatuto de Acnur el 14 de diciembre de 1950 para atender a 400.000 refugiados europeos víctimas de la segunda guerra mundial, con un mandato de tres año que ha renovado en forma constante hasta el presente.
Garrigues Walker añadió que nuevos problemas y conflictos en todo el mundo obligaron a la ONU a mantener Acnur y encomendarle más tareas, para atender a nuevos refugiados y también a los desplazados dentro de los países.
Por su parte, Fernández Miranda destacó el apoyo de España a Acnur.
Respecto de la disminución de los aportes del Norte a que hizo mención Garrigues Walker, el delegado español señaló que su país mantiene su cotización y atribuyó al alza del dólar el que aparezcan cifras inferiores, ya que en moneda española se mantienen las mismas del año anterior.
Agregó que en los últimos 10 años Europa recibió tres veces más refugiados que Estados Unidos y Canadá. Por ello consideró injusto decir que se registra una marcha atrás europea en el apoyo a Acnur.
El libro presentado el miércoles recuerda que Acnur comenzó a funcionar en enero de 1951, con 33 funcionarios y un presupuesto de sólo 300.000 dólares.
En la actualidad cuenta con más de 5.000 funcionarios repartidos en 120 países y se ocupa de 22,3 millones refugiados, para lo cual dispone de un presupuesto de 1.000 millones de dólares anuales.
La Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Refugiados, Sadako Ogata, explica en el prefacio de la obra que la longevidad de Acnur «refleja el fracaso de la comunidad internacional en la prevención de los prejuicios, la persecución, la pobreza y otras causas del desplazamiento y los conflictos».
Agrega que la acción humanitaria tiene un valor limitado si no forma parte de una estrategia y de un marco político más amplio y destinado a erradicar las causas de los conflictos.
La obra advierte de que «si continúa creciendo la disparidad entre países ricos y pobres… y si los no industrializados no cuentan con suficiente estímulo y apoyo a la hora de proporcionar protección y asistencia a los refugiados en sus regiones, el número de personas que buscará una nueva vida en los países más ricos del mundo seguirá siendo elevado».
El informe presta una especial atención a las medidas de disuasión impuestas por los gobiernos para combatir los flujos mixtos de migrantes y refugiados.
Por lo general, dice, esas políticas han contribuido a diluir la ya de por sí problemática distinción entre refugiados e inmigrantes por motivos económicos, «al tiempo que han estigmatizado al refugiado como alguien que trata de burlar la ley».
Muchas de esas medidas, en especial en Europa, han impulsado a los inmigrantes y refugiados a ponerse en manos de traficantes de seres humanos para lograr traspasar las fronteras.
Por ello, añade, «al estar cerradas las rutas habituales de llegada, muchos refugiados se dirigen a los traficantes para alcanzar un lugar seguro, comprometiendo seriamente sus alegaciones a ojos de muchos países».
El resultado «es una mayor estigmatización de los solicitantes de asilo como delincuentes a los ojos de la sociedad», indica el trabajo.
En Europa se ha llegado a sugerir la creación de una línea defensiva que la proteja de inmigrantes ilegales y solicitantes de asilo y llamamientos a enmendar o a reemplazar la convención sobre el estatuto de los refugiados de 1951, «verdadera base del trabajo de Acnur».
El libro relata los orígenes de Acnur, se detiene en un análisis de la década del 90, con los desplazamientos de población en la desaparecida Unión Soviética y el éxodo del pueblo kurdo del norte de Iraq tras la guerra del Golfo.
También en ese lapso comenzaron las cada vez más restrictivas políticas de asilo en Europa y Estados Unidos, las crisis en los Balcanes, en la región de los Grandes Lagos en Africa, Timor Oriental y el Cáucaso.
Respecto de Estados Unidos y Europa, se examinan las nuevas medidas destinadas a controlar y restringir el acceso a su territorio.
También se refiere «al supuesto doble rasero en el trato dispensado por los Estados Unidos a los solicitantes de asilo haitianos y cubanos, así como la detención de solicitantes de asilo.
Otros capítulos analizan los desplazamientos internos, la seguridad de los activistas humanitarios y las respuestas desiguales de los Estados que conceden más importancia a determinadas operaciones o crisis.
Así, subraya que Acnur recibió en 1999 más de 90 por ciento de los fondos requeridos para atender programas en la ex Yugoslavia, pero sólo 60 por ciento de los destinados a Africa. (FIN/IPS/td/ dm/hd/00