Es urgente encontrar nuevas vías para instaurar una paz duradera y global, con medidas preventivas, sostiene la Declaración de Madrid, firmada por un millar de personas entre los que se encuentran varios premios Nobel, gobernantes, religiosos, militares y humanistas de todo el mundo.
El Primer Encuentro Internacional sobre Cultura de Paz, la primera actividad organizada por la Fundación para una Cultura de Paz, que preside Federico Mayor Zaragoza, ex director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), concluyó el miércoles en Madrid.
Al Encuentro asistieron el rey de España, el ex secretario general de las Naciones Unidas (ONU) Boutros Boutros-Ghali, los premios Nobel Soyinka Wole, Adolfo Pérez Esquivel, Oscar Arias y Rigoberta Menchu, la diputada chilena Isabel Allende y Fidel Castro Díaz Balart, hijo del presidente cubano Fidel Castro.
El secretario general de Amnistía Internacional, Sané Pierre, la ex comisaria europea Emma Bonino, el ex presidente de Portugal Mario Soares, los ex jefes del gobierno español Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo Sotelo, el general español Miguel Alonso Baquer, fueron otros de los participantes.
También participaron la líder feminista de Zanzíbar Bertrude Mongelia, la directora del Ateneo de Caracas, Carmen Ramia, y Danielle Mitterrand, presidenta de France-Libertés.
La Declaración de Madrid comienza señalando que la transición de una cultura dominada por la violencia hacia una cultura de paz necesita la movilización de la sociedad en su conjunto, para que todos tomen conciencia de los grandes desafíos del próximo siglo.
Una cultura de paz, recuerda, se basa en la adhesión a los principios de libertad, justicia, democracia, tolerancia, solidaridad, cooperación, pluralismo, diversidad cultural, diálogo y entendimiento a todos los niveles de la sociedad y entre las naciones.
En relación con la puesta en práctica del Plan de Acción sobre una Cultura de Paz de la ONU, la Declaración de Madrid reclama, en primer lugar, que se haga efectiva la educación a todos los niveles, pues es uno de los medios fundamentales para edificar esa cultura.
También pide erradicar la pobreza, reducir las desigualdades económicas y sociales.
En relación con la deuda externa, reclama soluciones efectivas, equitativas, duraderas y orientadas al desarrollo, y velar porque el proceso de desarrollo sea participativo e integral.
La Declaración subraya la necesidad de alentar planes de acción para promover y proteger los derechos humanos, favorecer la igualdad entre mujeres y hombres, y propiciar todas las medidas para erradicar todo tipo de violencia contra las mujeres.
También impulsar una gobernabilidad democrática nacional e internacional, luchar contra el terrorismo, la corrupción, el narcotráfico y la delincuencia organizada, y velar por la libertad de información y prensa.
Tras señalar que consideran unánimemente que es urgente hallar nuevas vías para instaurar una paz duradera y global, mediante acciones de prevención de los conflictos, abordándolos en sus propias raíces para superar las causas que los engendran, los firmantes propugnan un plan global de desarrollo endógeno.
Ese desarrollo endógeno proponen desarrollarlo sobre la base de cuatro nuevos contratos: social, medioambiental o natural, cultural y moral o ético.
El contrato o compromiso social debe reconocer a los seres humanos como protagonistas y beneficiarios del crecimiento económico.
El contrato natural o medioambiental consiste en una visión a largo plazo y la adopción urgente de medidas para la protección de las condiciones ecológicas de la tierra, inspiradas en la situación presente y con una visión a largo plazo que lleve a una gestión pública global de los bienes globales.
El contrato cultural tiene por objetivo evitar la uniformización cultural y la gregarización de la diversidad infinita y de la creatividad, que son la riqueza común de la humanidad.
El contrato moral apunta a asegurar el pleno ejercicio de los valores y principios que constituyen el fundamento de la conducta ética individual y colectiva, porque, añade la Declaración, «se trata, en síntesis, de favorecer el desarrollo endógeno global, basado en el conocimiento y las capacidades internas».
Tras manifestar su voluntad de asumir esos contratos o compromisos, los firmantes destacan que consideran a la lucha por la erradicación de la pobreza como un compromiso ético que permita orientar el desarrollo hacia la globalización de la dignidad humana.
Además, manifiestan que sólo con medidas a escala mundial, fortaleciendo a la ONU como marco democrático planetario, podrán corregirse las tendencias actuales y alertan sobre la premura con que deben adoptarse dichas medidas.
La Declaración concluye con el compromiso de «trabajar denodadamente para la transición desde una cultura de fuerza y de imposición a una Cultura de Paz y no-violencia, de diálogo y de tolerancia, como la mejor contribución de la humanidad al futuro de las nuevas generaciones». (FIN/IPS/af/ag/hd/00