/BOLETIN-AMBIENTE/ ECUADOR: El regreso de los guerreros amazónicos

Indígenas kichwas de la Amazonia ecuatoriana abandonan su hogar por temor a un ataque tagaeri, otro pueblo nativo que en noviembre mató a dos comuneros después de ser desplazados a su vez por compañías petroleras.

La mayoría de los 300 habitantes kichwas de Curaray, una localidad de la provincia de Pastaza a la que sólo se accede navegando en canoa o en avioneta, decidieron trasladarse a Shell, un pueblo cercano a Puyo, la capital provincial, y abandonar sus viviendas en medio de la selva.

Los kichwas abandonan su tierra, animales y cosechas porque no tienen seguridad para seguir en la zona, comentó Sebastiana Vargas, de la comunidad de Curaray, quien afirmó: «Salí porque tengo que proteger a mi familia. Allá ya no podemos dedicarnos a la agricultura, ni a la caza ni a la pesca».

Los tagaeri, conocidos como aucas o patas coloradas, conforman uno de los pocos pueblos amazónicos que no matiene contacto con la cultura occidental ni con otros indígenas. Sus miembros, estimados entre 80 y 150, mantienen un modo de vida nómada internados en la selva, y viven de la caza y de la pesca.

Sin embargo, desde hace algunos meses el territorio donde se mueven está siendo ocupado por empresas petroleras, que los han empujado hacia territorio kichwa.

Dos ancianos kichwas que el 15 de noviembre cosechaban una chacra y recogían huevos de tortuga fueron sorprendidos por un grupo de tagaeris que los mataron a lanzazos.

Luego los clavaron con 14 lanzas «a la tierra que los vio nacer», cumpliendo así el ritual de la muerte, reconocido en este pueblo amazónico, que vive en guerra permanente por mantener su espacio de tierra, cuando mata a un enemigo.

Armando Vargas, otro de los habitantes de la comunidad atacada, aseguró que desde hace 35 años los tagaeris no atacaban a las comunidades kichwa aunque se mantuvieran en un área relativamente cercana. Esto hace pensar que están desesperados ante la penetración imparable de las petroleras a su territorio.

Giovanna Tassi, directora de la Agencia de Prensa ambientalista Tierra en Puyo, considera que el ataque tagaeri es un llamado de atención a la actividad petrolera que se desarrolla en la Amazonia ecuatoriana y podría provocar un fuerte deterioro ambiental.

Por la vía Auca, una vía petrolera que corta a la mitad el territorio ancestral de los aucas, avanzan los tubos de los pozos petrolíferos.

«Los tagaeri huyen del ruido, del acoso. Ahora se han quedado en la zona de Curaray. Es tiempo de huevos de charapa (tortuga) y los monos están gordos listos, para ser cazados y comidos. Por lo tanto permanecerán ahí», dijo Tassi, quien vive en Puyo desde hace 18 años.

La periodista, experta en temas ambientales e indígenas, señaló que las empresas petroleras que podrían estar produciendo ese impacto en los tagaeri son Petrocol, que opera un campo de la estatal Petroecuador, Bintash, YPF y Pérez Companc.

Pero la presencia de los tagaeri ya fue noticia internacional en 1987, cuando más de 100 lanzas acabaron con la vida del obispo de Coca, Alejandro Labaka, y la religiosa Inés Arango, que llegaron en helicóptero a territorio auca para conversar con ellos.

Los religiosos intentaban contactarse con los tagaeri para ponerles al tanto de la avanzada petrolera y analizar medidas para ayudarlos.

«Los clavaron en el suelo amazónico que tanto amaban, inmolados sobre el altar del petróleo», comentó Tassi.

Esa fue la primera vez los occidentales escucharon hablar de este «temible pueblo guerrero», definido por el investigador Miguel Angel Cabodevilla como el último grupo de indígenas no contactados que deambulaban por la selva como fantasmas errantes, armados de lanzas, desnudos, defendiendo su espacio vital.

«Ese espacio vital es recorrido incesantemente por los aucas, quienes lo van marcando con sus lanzas y pisadas», dijo Tassi. «Ahora, 14 años después de lo que ocurrió con los religiosos, se vuelve a repetir el mismo ritual de las lanzas pero esta vez con indígenas de otro pueblo».

Según el dirigente indígena Luis Awa, los tagaeri se habrían aliado con los taromenane, otro grupo que vive en condiciones semejantes entre Ecuador y Perú. «A través de alianzas selladas con matrimonios, este grupo de casi 80 personas está ahora siendo empujado cada vez más hacia el sur amazónico», aseguró.

Los pobladores de Curaray están asustados porque saben que los tagaeri no se han ido y temen por su vida.

«Hemos quedado pocas familias. Salieron a Shell las que tenían dinero para pagar el pasaje en avión. Otras se fueron en sus canoas aguas arriba», dijo a la prensa Telmo Gualinga, poblador de Curaray.

Los que se quedaron sólo se mueven en grupos, van armados con escopetas, duermen juntos en una sola casa y no se alejan del poblado para cazar, pescar o realizar tareas agrícolas.

En los últimos meses habían incorporado a sus actividades el ecoturismo, que luego de las muertes ha desaparecido porque las agencias de viaje dejaron de enviar turistas a la zona.

Las organizaciones indígenas de la zona se muestran impotentes para resolver este problema, porque los tagaeris siguen resistiéndose a cualquier contacto con otros pueblos. (FIN/IPS/kl/ag/pr en/00

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