La actriz y cantante de tangos Libertad Lamarque era una estrella de los años 30 y 40 en Argentina, y actuó en las primeras películas del cine sonoro, pero en otros países latinoamericanos su popularidad se mantenía aún hoy, a los 92 años, a fuerza de culebrones.
Casi un siglo duró así el periplo de esta actriz que trabajó incansablemente y murió el martes 12 en México víctima de una pulmonía en un descanso de las grabaciones de la telenovela «Carita de Angel», en la que interpretaba a una religiosa que dirigía un internado.
Como actriz, transitó papeles de heroína en sus primeros desafíos en Argentina, luego actuó como madre en una serie de films y, finalmente, como abuela de carácter en telenovelas mexicanas y venezolanas, algunas transmitidas luego en Argentina.
Entre el período inicial que la convirtió en leyenda y el presente hubo un punto de inflexión, un hecho que, como sucede con los mitos, pudo o no ser cierto, pero en todo caso se tradujo en un exilio real en México en 1946, desde donde nunca volvió para radicarse en Argentina.
La anécdota, que ella misma desmintió en sus memorias, indica que durante el rodaje del film «La cabalgata del circo» en 1945 – cuando ya Lamarque era una figura en América Latina- reprendió por sus retrasos a la novata Eva Duarte, quien fuera luego la esposa del presidente Juan Perón, y le pegó una cachetada.
Más allá de la veracidad del gesto, el enfrentamiento existió según Lamarque y, sumado a la ideología anarquista en la que se había criado la actriz, motivó entonces un exilio del que no hubo retorno, por propia decisión personal.
Solo volvió a Buenos Aires por lapsos breves y para filmar películas, representar obras de teatro o recibir premios, pero su radicación se repartía últimamente entre México y Miami.
Lamarque había sido hasta entonces una cantante de tangos en teatros y tabernas, además de actuar desde muy pequeña en la compañía artística itinerante de su padre. Pero fue en los años 30 cuando su figura se hizo popular, constituyéndose en modelo para las mujeres, sobre todo de clase media instruida.
Una mujer bella, de piel lozana, que cultivaba un perfil aniñado, ingenuo, moralista, se transformó en una figura capaz de exportar a toda la región el modelo de ascenso social de la clase media argentina.
Entre sus tangos más recordados se cuentan «El Tatuaje», «A Montmartre», «Adiós Argentina» y «Déjalo», y las telenovelas más aclamadas, en las que incursionó ya mayor, fueron las venezolanas «Esmeralda» y «Mamá», y las mexicanas «Soledad» y «La usurpadora».
Ella misma se preocupaba de controlar que en los guiones de las películas que filmaba su papel como heroína siempre quedara a salvo y hasta modificó el final de algunas películas, como «Ayudame a vivir», un título con el que fueron bautizados desde entonces en Cuba los cafés con muy poca leche.
Así, su figura y su arte llegaron a ser tan atractivos en países como Chile, Puerto Rico, Cuba, Venezuela, República Dominicana, Guatemala, El Salvador y Honduras, que en La Habana le colocaron el mote de «La novia de América».
Como pocas mujeres, en una época en la que no era fácil para ellas destacarse como artistas sin ser condenadas por llevar una vida de moral dudosa, Lamarque pasó la prueba y se erigió además en una verdadera embajadora del tango y el cine argentinos.
Pero fue su historia la que conmovió a casi todos. Desde muy pequeña trabajó con su padre, un obrero anarquista pobre que había formado una compañía teatral para recaudar fondos para los presos políticos.
El destino quizo que ella terminara siendo marginada por cuestiones políticas, pero al menos tuvo recursos económicos y popularidad suficientes para enfrentar los embates que la enemistaron incluso con muchos de sus seguidores.
En su apogeo, en los años 30, rechazó una oferta de Hollywood para incorporarse a los elencos cinematográficos internacionales por temor de que quisieran contratarla para mantenerla «en invernadero», mientras se enfriaba un ascenso que perjudicaba el ingreso de la producción estadounidense en la región.
El primer film sonoro argentino, «Tango», la tuvo como protagonista y en muchos otros luego demostró, además de sus dotes como actriz y cantante, un profesional sentido de la iluminación, el sonido y el manejo de cámaras.
En Argentina, su figura se había apagado ya junto con la vida de muchos de sus seguidores que eran jóvenes en las décadas del 30 y 40, pero al morir, su leyenda ya parece comenzar a construirse como el símbolo de un tiempo de sueños de ascenso social que, al menos hoy, están en cuestión. (FIN/IPS/mv/ag/cr/00