El mundo verá este viernes por primera vez en 71 años que la Presidencia de México pasa a manos de un opositor al Partido Revolucionario Institucional (PRI), que nació como revolucionario y se volvió neoliberal.
El PRI, nacido en 1929 tras una revolución que costó un millón de vidas, se despide del poder dividido y con parte de sus militantes abucheando a su último presidente, Ernesto Zedillo, a quien acusan de la derrota, de la pobreza, de todos sus males.
Pero Zedillo, el «tecnócrata neoliberal» de 48 años que llegó a la Presidencia de casualidad, como señalan sus detractores, se va también con el aplauso de su sucesor, Vicente Fox, quien lo felicitó por su papel en «la transición democrática».
Se va, además, con el respaldo de la población, que le otorga una calificación de siete sobre 10, según las encuestas, pese a que deja una herencia de unos 75 millones de pobres y un gobierno con fama de corrupto.
En un hecho emblemático del clima de despedida, el día 20, cuando se celebraron los 90 años de la Revolución Mexicana, Zedillo rompió la tradición y no emitió ningún pronunciamiento político, mientras en la sede del PRI sus correligionarios le gritaban, en ausencia, traidor y vendido.
El presidente sepultó los postulados de la Revolución y adoptó el papel de neoliberal a ultranza, señaló Julio Zamora, uno de los ideólogos de ese partido, quien reclamó el regreso a sus postulados revolucionarios de justicia y libertad, y enterrar los neoliberales de Zedillo y su antecesor, Carlos Salinas (1988-94).
Enrique Semo, un destacado analista político, afirmó en el semanario Proceso la historia ubicará a Zedillo como «el sepulturero del PRI y de la era de los gobiernos de la Revolución».
Fox, un administrador de 58 años con estudios en la Universidad de Harvard y militante del conservador Partido Acción Nacional (PAN), ganó el 2 de julio las elecciones con la promesa de hacer una nueva revolución por la justicia y la equidad.
«¡Basta de PRI, el cambio ya!», fue una de sus consignas durante la campaña electoral.
Zedillo, quien cambió las formas tradicionales de ejercer la Presidencia en México al sepultar algunos de los rasgos imperiales, autoritarios y personalistas con que actuaron sus antecesores, llevó al PRI a negociar reformas electorales que eliminaron la inequidad y las posibilidades de fraude.
Pero en contra de sus promesas, el mandatario, quien llegó a la candidatura presidencial por decisión de Salinas tras el asesinato del candidato Luis Colosio, no renunció a su influencia en el PRI y bajo su influencia cambiaron seis veces en seis años los presidentes de ese partido.
La influencia del presidente en el PRI y las actitudes autoritarias frente a los medios de comunicación críticos fueron características de los últimos gobiernos de México.
México se mantuvo como un país sin mayores alteraciones políticas hasta fines de los años 60, pero tras la matanza de cientos de estudiantes que reclamaban democracia y justicia en 1968, esa estabilidad comenzó a resquebrajarse.
En los años 80, el PRI perdió por primera vez la gobernación de un estado y desde ese momento el creciente ascenso de la oposición tuvo su punto culminante el 2 de julio, cuando Fox ganó la Presidencia.
En los 71 años de gobierno del PRI, México aumentó su población de 10 millones a 100 millones de habitantes, bajó el porcentaje de analfabetismo de 60 a menos de 10 por ciento, y dejó de ser un país encerrado en sí mismo para convertirse en campeón en materia de libre comercio y privatizaciones.
«México le puede deber mucho al PRI, pero el PRI también le debe mucho a México: le debe la pobreza, la inequidad y las injusticias», expresó el diputado Felipe Calderón, del PAN.
El presidente electo apuntó, por su parte, que ahora el Estado debe ser reinventado para cumplir con los anhelos de justicia, para atender las expectativas de un desarrollo equilibrado, sostenido y sustentable.
Datos oficiales indican que el 55 por ciento del circulante pertenece al 20 por ciento de las familias, mientras el restante 45 por ciento se distribuye entre el 80 por ciento más pobre.
«Con la derrota a cuestas, el PRI ofrece también reinventarse para ser más democrático, de centroizquierda y regresar al poder con los postulados de la Revolución», dijo su presidenta, Dulce Sauri. (FIN/IPS/dc/ag/ip/00