Al Jazeera, la emisora de televisión vía satélite más popular del mundo árabe y cuya sede se encuentra en Cisjordania, ejerció una influencia indudable en los últimos dos meses de violencia entre palestinos e israelíes.
La emisora fue fundada hace cuatro años por el gobernante de Qatar, Mohammed bin Khalife al Thani, quien quiso llevar noticias sin censura al mundo árabe. Desde entonces se ha introducido diariamente en los hogares de siete millones de telespectadores.
Al Jazeera cubrió en profundidad la reacción de las multitudes que tomaron las calles de las capitales árabes en apoyo del levantamiento palestino y ayudó a fomentar el apoyo regional a lo que comenzó como una protesta local.
"Todo el mundo árabe ve Al Jazeera", afirmó Ayman Sbeih, de 36 años, dueño de una fábrica en Ramallah. "En una región donde la censura gubernamental de las noticias es la norma, es bueno escuchar alguien que habla sobre la impotencia de ciertos regímenes árabes".
La estación, cuya política es ser objetiva y mantener un sentido del equilibrio en su cobertura, ofrece un podio a diferentes opiniones a través de entrevistas, paneles de discusión y reportajes investigativos.
"A veces siento una enorme sensación de alivio escuchando sus informes", dijo Sbeih. "Muchas veces representan exactamente lo que siento".
Mientras muchos canales árabes virtualmente ignoran la existencia de los israelíes o prestan poca atención a su presencia, Al Jazeera ha dado un paso en su dirección.
"Fuimos los primeros que entrevistamos israelíes", dijo Walid Omar, el popular y respetado corresponsal local. "Nadie quería oír lo que tenían que decir".
Omar, oriundo de la región septentrional de Galilea, en Israel, fue muy solicitado para trabajar para otras televisoras árabes, pero las rechazó porque, según él, esas emisoras sólo querían dar la línea oficial del gobierno.
Omar afirmó que prefería dar al público la noticia completa. "Cuando Al Jazeera informa sobre un tiroteo, relata el incidente desde ambos bandos. No cubre sólo la nota de los chicos que arrojan piedras…", observó.
La estación también inició una tendencia en terminología de los medios.
Cuando otros corresponsales anuncian habitualmente que están informando desde Cisjordania o los territorios ocupados, Al Jazeera, en su estilo original, transmite sus noticias a siete millones de espectadores "desde Palestina".
Hace seis años, el joven príncipe de Qatar Mohammed bin Khalife al Thani encabezó un golpe de estado contra su padre. Entusiasta y dispuesto a las reformas, destituyó a muchos que ocupaban posiciones ministeriales valiéndose de lazos de familia y los reemplazó por jóvenes profesionales y tecnócratas.
Al Thani también desmanteló el ministerio de Información, una cartera que es sinónimo de control de la prensa en cualquier país sin democracia.
Quatar, un estado con 300.000 habitantes, no es tan rico como sus otros vecinos del Golfo, pero Al Thani puso el sello distintivo de su país en la región cuando invirtió 600 millones de dólares para instalar la televisión satelital sin censura.
En los primeros seis meses de su apertura, el canal irritó a todos los regímenes árabes. Sus oficinas fueron cerradas y no siempre se reabrieron en muchos países como Kuwait y Jordania.
El lema del canal, "una opinión… y la otra opinión", a veces resultó demasiado para aquellos que no aceptan otro punto de vista.
Entonces comenzaron a surgir rumores y acusaciones de que el canal estaba financiado por inversores israelíes, por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) estadounidense, y por el magnate saudita Ossama bin Laden, acusado de terrorismo por Washington.
Al Jazeera es la única estación internacional de televisión con una oficina en Bagdad, y fue la emisora que logró entrevistar a Ossama bin Laden tras buscarlo durante un año.
La emisora también ha incursionado más allá de la política cotidiana. Un popular jeque egipcio participa en francos debates sobre conducta sexual y responde a preguntas sobre lo permitido por El Corán con respecto de la intimidad.
Todos los empleados que aparecen en Al Jazeera hablan arábigo clásico, que resuelve el problema de las variaciones del idioma árabe a través de la región.
Sentado detrás de su escritorio, el jefe de la oficina, Wael Abu Dagga, hablando en árabigo local e inglés, se las arregla al mismo tiempo para mirar televisión, responder a las llamadas telefónicas y comer un almuerzo de pollo asado.
El periodista de 37 años está orgulloso porque su televisora obtiene las noticias más rápido y primero que las demás.
"A medida que la Intifada se desarrollaba, mi teléfono no dejaba de sonar", aseguró.
"La gente nos llama para dar información a Al Jazeera antes que nadie". Sin embargo, ese hombre que se unió a Al Jazeera porque no quería propaganda ni censura, prefirió comprometerse en lo que denomina "autocensura".
El día en que dos soldados israelíes fueron asesinados a golpes por una multitud palestina en Ramallah, Abu Dagga envió a tres camarógrafos de su estudio para filmar el linchamiento.
Descontenta por el vuelco de los acontecimientos, la policía palestina se apoderó de películas y fotografías de todos los camarógrafos y resporteros presentes. Al equipo de Al Jazeera se le permitió conservar su material.
Abu Dagga cortó algunas imágenes macabras del linchamiento en el montaje de la nota filmada, y aseguró que lo haría con el resto de las películas que fueran excesivamente gráficas. Antes de emitir la versión final, se aseguró que los rostros de todos los participantes en el ataque habían sido borrados.
Abu Dagga sabía que los israelíes hubieran podido utilizar esa evidencia para rastrear y capturar a los responsables.
Mientras el conflicto palestino-israelí se sigue agudizando, el jefe de la oficina cisjordana confía que la televisión más popular del mundo árabe continúe su misión pionera. (FIN/IPS/tra-en/vq/sm/ego/aq/ip/00