Japón pretende convertirse en una potencia militar e independiente en Asia y, al mismo tiempo, procura reformular su prolongada alianza con Estados Unidos y abstenerse de participar en conflictos de seguridad internacional.
Por mucho tiempo Japón fue considerada la «Suiza del Lejano Oriente», un país respetado por todos pero que se mantuvo lejos de los conflictos internacionales.
Cuando finalizaba la guerra fría, se produjeron ciertos cambios que amenazaron la seguridad de la región de tal forma que Japón no podía ignorarlos o enfrentarlos de manera independiente. Corea del Norte diseñó un programa misilístico, China desarrolló su poderío militar y un conflicto en Taiwán parecía inminente.
Ante esta situación y para no permanecer aislado, Japón se refugió en los acuerdos bilaterales que tiene con Estados Unidos desde que terminó la segunda guerra mundial. Esto también lo involucró en los conflictos que Washington mantenía con algunos países de Asia-Pacífico.
Pero pronto la alianza entre Estados Unidos y Japón comenzó a experimentar problemas, pese al intento de ambos de fortalecer las relaciones.
Tokio diseñó un programa de cooperación humanitaria y asuntos de seguridad para países en desarrollo, muchas veces en conjunto con Estados Unidos.
«Japón introdujo mucho dinero en la economía estadounidense a fines de los años 80», afirmó Masayuki Tadokoro de la Academia Nacional de Defensa de la Universidad de Yokosuka, Japón. Pero esta avalancha de inversiones japonesas tampoco fue suficiente.
Cuando fueron liberados de la presión de la Unión Soviética, ambos países permitieron que sus relaciones se estancaran y no procuraron reactivarlas. Mientras, el prestigio y la influencia internacional de Japón aumentó conforme creció su economía.
El deseo de Japón de ser considerado un protagonista de los asuntos internacionales permanece y por ello la alianza con Estados Unidos es una prioridad de nuevo para ambos países.
«Es tiempo de transformar la alianza. Nada puede continuar igual para siempre y esta alianza no es una excepción», sostuvo el analista japonés Jitsuo Tsuchiyama.
Pero esto se ve dificultado por el panorama político interno de Japón. Una serie de escándalos que involucran a líderes del Partido Liberal Democrático (PLD) distrae la atención de las autoridades, que se dedican ahora a resolver problemas internos en lugar de atender a los asuntos internacionales.
Sin embargo, Japón realizó contactos con otras naciones de la región, entre ellas Australia. En 1997 el primer ministro Yoshiro Mori, luego presidente del consejo ejecutivo del PLD, hizo una «promesa secreta» de enviar 500 millones de toneladas de arroz a Corea del Norte, según informó la agencia de noticias Kyodo.
La campaña de Japón por conseguir armas más avanzadas, mejores satélites de reconocimiento y misiles de defensa revela el deseo del país de convertirse en una potencia militar independiente en la región. Para Washignton, Tokio tiene grandes oportunidades en establecer sus propios vínculos internacionales.
Esta política de Tokio es apoyada por la mayoría de los japoneses, que la ven como una necesidad natural de un país con ese tamaño y poderío. Sin embargo, otros la miran con recelo y temen un eventual regreso a su pasado militar.
Una comisión está revisado en Japón el artículo 9 de la «Constitución de la Paz», que sólo le permite al país tener fuerzas armadas para su propia defensa.
Esa constitución fue aprobada luego de la segunda guerra mundial o guerra del Pacífico (1939-1945) que enfrentó a Japón, aliado con la Alemania nazi y la Italia fascista, con Estados Unidos y Gran Bretaña, y que concluyó con las explosiones atómicas en Hiroshima y Nagasaki.
Sin las restricciones constitucionales, los japoneses tendrían menos razones para auspiciar la presencia estadounidense en la región y se verían obligados a asumir mayores responsabilidades en torno a su propia seguridad.
Por otra parte, las relaciones entre Estados Unidos y Japón se volverán más complejas si se concreta la reunificación de las dos Corea. La unión de la península disminuiría la presencia militar estadounidense y por tanto acabaría con un pilar de la seguridad japonesa que ha tenido durante cinco décadas.
Analistas sostienen que Japón es incapaz de crear estrategias de cambio y por eso Washington debe aprender a cooperar con Tokio si quiere revitalizar la alianza.
«Nadie cree que (la alianza) seguirá en pie los próximos 100 años. Quizás 10 o 20, pero no más de medio siglo», afirmó el analista político Jitsuo Tsuchiyama. (FIN/IPS/ap-na- ip/ww/js/rp/ip/00