La victoria del candidato demócrata Al Gore o del republicano George W. Bush en las elecciones presidenciales de este martes en Estados Unidos no es indiferente para los países en desarrollo, pese a las grandes similitudes entre ambos, afirmaron analistas.
Bush, actual gobernador del estado de Texas, es más receloso del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, y una administración suya podría reducir el papel de ambas instituciones en el Sur en desarrollo, en especial si el Partido Republicano obtiene la mayoría en ambas cámaras del Congreso.
«El Banco y el FMI se han vuelto muy impopulares, porque son los contribuyentes quienes los financian. Los activistas esperan ganar más influencia sobre esas instituciones, en especial bajo un gobierno republicano», señaló Robert Naiman, del Centro de Investigación Económica y Política.
Naiman recordó la aprobación en octubre de una ley que impide al Banco y al FMI exigir a los países miembros el cobro de derechos por ciertos servicios sociales, como un anticipo de lo que podría ocurrir bajo una administración republicana.
La ley de ayuda al exterior para 2001 liberó 435 millones de dólares para pagar las obligaciones de Washington en el marco de la iniciativa para Países Pobres Fuertemente Endeudados (HIPC, por sus siglas en inglés), de las instituciones de Bretton Woods.
Además, la norma legislativa exige al representante estadounidense en las juntas directivas del Banco y el FMI oponerse a la aplicación de derechos de usuarios en los servicios primarios de salud o educación.
El Congreso también aumentó en 50 por ciento los fondos para programas de prevención del sida a unos 300 millones de dólares.
Aunque el FMI juega un papel importante, los banqueros del mundo no deben pensar «si hago un mal crédito, el FMI me rescatará», advirtió Bush, y agregó que el Fondo debe emplearse en situaciones de emergencia.
Durante la campaña, el candidato republicano criticó al FMI por utilizar el dinero de los contribuyentes para financiar a regímenes corruptos, y en el segundo de los tres debates con Gore, afirmó que el dinero del FMI «terminó en el bolsillo de (el ex primer ministro de Rusia) Viktor Chernomyrdin».
Chernomyrdin negó los cargos y amenazó con demandar a Bush por difamación. Mientras, el FMI admitió que hizo un mal manejo de los 25.000 millones de dólares que entregó a Rusia en la década de 1990, pero rechazó las acusaciones contra Chernomyrdin.
El vicepresidente Gore ha sido menos claro en cuanto a la forma en que su administración se relacionaría con las instituciones de Bretton Woods, pero todo indica que continuaría la actual relación.
En uno de los debates con Bush, dijo que procuraría eliminar la corrupción de esas agencias.
Así mismo, anunció que podría considerar un aumento de fondos para las agencias que actualmente tienen baja popularidad, porque activistas de todo el mundo las cuestionan cada vez más.
Aseguró además que se esforzaría por construir redes de seguridad apropiadas para economías inestables mediante el Banco Mundial y otros bancos multilaterales de desarrollo.
Gore también es partidario de pedir un mayor respaldo del Grupo de los Siete países más industrializados a los esfuerzos del FMI para contener crisis financieras.
El vicepresidente respaldó la Iniciativa para el Crecimiento y la Recuperación de Asia, que involucra al Banco Mundial y al Banco Asiático de Desarrollo, para promover la reestructuración financiera en la región.
«Con ambos candidatos hay potencial para una reforma de las instituciones financieras internacionales», observó Naiman.
Pero la suerte del Sur en desarrollo durante la próxima presidencia de Estados Unidos no dependerá únicamente de quién llegue a la Casa Blanca, previno Barry Bosworth, del influyente gabinete de estrategia Brookings Institute, de Washington.
Lo que más importa a las naciones en desarrollo es si el Congreso tendrá mayoría demócrata o republicana, señaló.
«Quizá la peor posibilidad para el Sur es que Gore llegue a la presidencia y el Congreso tenga mayoría demócrata», aventuró Bossworth.
«Tal combinación promovería normas ambientales y laborales en los acuerdos de comercio más que la administración Clinton, y quizá más que una presidencia de Bush y un Congreso republicano», agregó.
El anuncio del presidente Bill Clinton sobre posibles sanciones de Estados Unidos a aquellos países que infrinjan normas laborales fue uno de los factores de tensión en la mesa de negociaciones de la Organización Mundial del Comercio (OMC), el pasado noviembre en Seattle.
Gore también anunció que impulsaría «normas para poner fin al trabajo infantil, prevenir la explotación de los trabajadores y la contaminación del ambiente».
Si bien esas medidas satisfarían a los activistas, podrían ser causa de acuerdos comerciales menos favorables para varias economías emergentes, que se basan en la mano de obra barata y emplean a menores de edad para competir en el mercado mundial.
En cambio, una combinación de Gore y republicanos prolongaría la situación actual, según los analistas.
Actualmente, la Cámara de Representantes tiene 222 republicanos, 211 demócratas y dos independientes, y el Senado, 55 republicanos y 45 demócratas.
«Con un Congreso republicano, la influencia de Bush no se sentiría. Hay figuras republicanas mucho más poderosas que Bush, y él se guiaría por el Congreso», opinó Bosworth, especialista en comercio internacional.
En el área comercial, ambos candidatos prometieron procurar de inmediato la autorización del Congreso para negociar acuerdos comerciales por la «vía rápida», es decir, sin aprobación previa del parlamento.
La Cámara de Representantes negó dicha autorización al presidente en 1998, por primera vez en 25 años.
Ninguno de los candidatos ha sido específico sobre sus preferencias comerciales, pero ambos quieren que China ingrese a la OMC. Bush también es partidario del ingreso de Taiwan a la organización.
En los nuevos acuerdos comerciales, Bush daría prioridad a América Latina, aunque tendría que convencer primero al sector aislacionista de su partido. El gobernador de Texas ha dicho que «los intereses de Estados Unidos» guiarían su política comercial.
Ambos candidatos son partidarios de la ampliación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC) con Canadá y México, para incluir a todo el hemisferio occidental.
Sin embargo, ninguno de los postulantes ofreció detalles, porque las relaciones exteriores apenas figuraron en la campaña por la presidencia número 43 de Estados Unidos.
Se prevé que Gore continuará la política de la administración Clinton, que aprobó 270 tratados comerciales (incluido el TLC) y el establecimiento de relaciones comerciales normales permanentes con China, además de incrementar el comercio con Africa.
Sin embargo, si los demócratas dominan el Congreso, con el representante Richard Gephardt a la cabeza de la cámara baja, éste podría obstaculizar la aprobación de acuerdos comerciales, dados sus antecedentes proteccionistas.
Bush, por otra parte, ha dicho que Africa «no encaja en los intereses estratégicos nacionales», y sugirió que la pandemia de sida, que azota a Africa subsahariana y que Clinton consideró «una amenaza para Estados Unidos», sería un tema secundario en su política exterior.
Sin embargo, queda por ver si como presidente sería indiferente al hecho de que la tasa de infección en India, China y Rusia se está aproximando a la de Africa. (FIN/IPS/tra-en/gm/da/mlm/ip-dv/00