La transición del comunismo a la economía de mercado abrió oportunidades sociales y económicas a los jóvenes de Europa central y oriental y de la ex Unión Soviética, que, sin embargo, sufren más enfermedades, deserción escolar y desempleo, informó Unicef.
En esa región, gobernada hasta 1989 por regímenes socialistas, viven en la actualidad 65 millones de personas de entre 15 y 24 años.
Integran la denominada «generación de la transición», que experimenta los altibajos característicos del pasaje a la madurez, pero con la diferencia de que transcurren en medio de un periodo de cambio político y económico.
Unicef (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia) sigue de cerca, desde 1992, la evolución de los miembros de esa generación que eran niños cuando cayó el Muro de Berlín, símbolo del fin de la era comunista en esa parte del mundo.
El resultado de ese seguimiento se condensó en el informe preparado por el Centro de Investigación Innocenti de Unicef, con sede en Florencia, Italia.
El estudio abarca a la población joven de los 27 países de Europa central y oriental y de la Comunidad de Estados Independientes que encabeza Rusia y que integran, además, Armenia, Azerbaijan, Georgia, Ucrania, y Uzbekistán, antiguas repúblicas de la disuelta Unión Soviética.
En la presentación del documento, Carol Bellamy, directora ejecutiva de Unicef, sostuvo que esos jóvenes se benefician claramente de una serie impresionante de reformas económicas y sociales que eran difícilmente imaginables una década antes.
Pero la desaparición del comunismo no ha sido suficiente para que se reconozca a los jóvenes como un grupo de población diferente y como un recurso valioso, lamentó Bellamy.
El derrumbe de ese régimen ha expuesto a los jóvenes a riesgos en gran parte desconocidos por sus padres, sus maestros y las autoridades adultas, que incluyen pobreza, desempleo, violencia, abuso de drogas y el virus de inmunodeficiencia humana (VIH) causante del sida.
Sin embargo, el editor responsable del documento, Gaspar Fajth, opinó que el estudio deja un residuo de optimismo pues demuestra que los jóvenes tienden a compartir puntos de vista más positivos que los mayores en relación con los cambios producidos en las sociedades.
Aunque sólo una tercera parte de los jóvenes tiene una ocupación, la naturaleza cambiante del empleo en la región los favorece.
Los jóvenes participan activamente en el nuevo sector privado y muchos establecen sus propias empresas. Por otra parte, si bien ganan menos que los adultos, la brecha de ingresos en la región es reducida y en algunos menor que en las economías de mercado establecidas.
Otro aspecto positivo es la reducción de la tasa de decesos por suicidios y accidentes en países donde antes eran muy altas, como Hungría.
También se han registrado de manera significativa menos alumbramientos de madres adolescentes en Rumania y Bulgaria, al igual que menos abortos entre mujeres jóvenes en Rusia, aunque este país mantiene la tasa de abortos más altas de Europa.
A pesar de esos índices positivos de la última década, el informe verificó que los jóvenes de la región gozan de menos salud y asumen más riesgos con su bienestar físico en relación a lo que hacían en 1989.
La mortalidad de jóvenes aumentó entre 1989 y 1998 en 11 países, incluidos Rusia y Ucrania, mientras que se redujo en los restantes 16, incluídos los estados bálticos y los países de Europa central.
En datos totales correspondientes a la región entera, en 1998 murieron 30 por ciento más de jóvenes que en 1989. La tasa de suicidios creció en 16 de los 24 países que suministraron datos.
El consumo de tabaco, alcohol y drogas aumenta entre los jóvenes de la región. En siete países en transición estudiados, la tasa de muchachas que fuman casi se duplicó entre 1993-1994 y 1997- 1998.
La expansión del VIH y del sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida) ha adquirido dimensiones preocupantes, en una región que en 1989 era una de las menos afectadas del mundo.
En 1995 había en la región unos 12.000 casos conocidos de VIH, entre todas las edades. Tres años más tarde, llegaban a 50.000. Un factor determinante ha sido el uso creciente de drogas inyectables.
El informe consigna cifras suministradas por el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre VIH y Sida (Onusida), que a fines de 1999 elevaban a 360.000 el número de personas contagiadas en la región. Más de la mitad correspondían a menores de 24 años.
El panorama del SIDA no es alentador. Ante la ausencia de indicios de que el número de casos se estabilice, todavía se debe esperar lo peor, reconoció el informe de Unicef.
La agencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) propone enfrentar los problemas de la juventud en la región con programas que afronten la cuestión de la mortalidad juvenil causada por accidentes y violencia.
Otros programas se deberán ocupar de ofrecer oportunidades educativas más amplias y equitativas, de prevenir el abuso de drogas, de prestar mayor atención sanitaria relacionada con la salud sexual y de aplicar normas internacionales para los jóvenes en conflicto con la ley.
Durante los regímenes comunistas, los jóvenes tenían una presencia visible a través de las organizacioens juveniles de masas, aunque estas fueran autocráticas y sin participación genuina, evaluó el informe.
Pero con el derrumbe de esas estructuras, los jóvenes brillan por su ausencia de los programas de los políticos. Esa brecha debe ser colmada, recomendó Unicef. (FIN/IPS/pc/mj/dv pr/00