Uno de los secretos mejor guardados en la capital de México, de 22 millones de habitantes, es la dirección del solitario refugio que ofrece asilo temporal a mujeres víctimas de abusos, violaciones o palizas en el hogar.
Con el secreto se pretende evitar que los abusadores localicen a las mujeres que buscaron amparo y seguridad en el edificio, una construcción pequeña de color rosado y un solo piso, dijeron activistas humanitarias. Según las estadísticas llevadas en el lugar, las 70 camas disponibles están siempre ocupadas.
La innegable evidencia acerca de la violencia doméstica ha sido amplificada por el informe dado a conocer esta semana por la Comisión Mexicana de una Maternidad Segura, referido a la violencia dirigida contra mujeres embarazadas.
Los sondeos realizados por la comisión revelaron que la gestación no evita que se cometan abusos contra las mujeres. Se calcula que el 50 por ciento de las mujeres, que tienen más de 15 años y están casadas, «serán maltratadas y golpeadas».
Según una autorizada activista de derechos humanos, el aumento de la violencia doméstica contra las mujeres no es privativa de una región del mundo.
«Es una perturbadora realidad en todas partes, tanto en países ricos como pobres», afirmó Charlotte Bunch, directora del Centro para el Liderazgo Global de las Mujeres en la Universidad Rutgers, Nueva Jersey.
Y este fin de semana, cuando el mundo se prepara a celebrar el sábado el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, Bunch confía que las preocupaciones sobre maltrato doméstico sean un tema prioritario.
La necesidad de ese enfoque es comprensible, sobre todo teniendo en cuenta lo que revelaron dos estudios difundidos este año.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM) dijo en un documento titulado «Mujeres en el Mundo 2000-Tendencias y Estadísticas», que «el abuso por el marido o el compañero es la forma más común de violencia contra las mujeres».
Además, encuestas nacionales realizadas por UNIFEM en 11 países comprobaron que la cantidad de mujeres que fueron maltratadas por sus compañeros en cierto momento de sus vidas oscila entre cinco y 48 por ciento.
En estudios más localizados realizados en Africa, América Latina y Asia, el porcentaje de mujeres que padecieron violencia física superó el 48 por ciento.
Según la organización internacional Human Richts Watch (HRW), en seis países -Jordania, Pakistán, Perú, Rusia, Sudáfrica y Estados Unidos- se produjeron «alarmantes niveles de violencia contra las mujeres».
En Rusia, por ejemplo, HRW citó datos oficiales indicando que 12.000 mujeres mueren anualmente como resultado de la violencia doméstica, mientras en Pakistán el 80 por ciento de las mujeres son víctimas de idénticos abusos.
En Jordania, por otra parte, muchas mujeres resultan asesinadas por «honor» a manos de miembros de la familia que pretendieron vengar una supuesta deshonra. Según HRW, un tercio de los homicidios perpetrados en Jordania son «delitos de honor».
En Estados Unidos, se estimó que 1,8 millones de mujeres resultan atacadas cada año por sus maridos o novios.
Para HRW, esa dramática realidad indica que las promesas para combatir la violencia de género formuladas por 189 gobiernos en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Mujer, celebrada en 1995 en Beijing, no se cumplieron.
HRW indicó tambien que perturba comprobar la manera como se percibe la violencia contra las mujeres en el hogar.
«El maltrato doméstico es universalmente considerado como un tema privado de familia ajeno a la intervención policial» y lo peor es que pocos funcionarios policiales admiten la seriedad delictiva de la violencia dentro de la familia, su difusión e incontrolada incidencia, destacó HRW.
En Perú, la policía no sólo maltrata a las mujeres que denuncian a sus agresores sino que informa a los abusadores, quienes entonces suelen reaccionar con mayor violencia.
Según Nata Duvvury, directora del Equipo de Conflictos Sociales y Transformación del Centro Internacional de Estudios sobre Mujeres, con sede en Washington, muchos países en desarrollo necesitan modificar su legislación para combatir esos abusos.
«Esas leyes son necesarias si vamos a iniciar la ardua tarea de cambiar las normas sobre la aceptación de la violencia dentro de las familias, comunidades y sociedades», apuntó Duvvury.
Sin embargo, las leyes, aisladamente, no cambiarán la violencia contra las mujeres, opinó Sonia del Valle, de la agencia femenina de noticias CIMAC, poniendo como ejemplo a su país, México.
Ya pasaron tres años desde que el gobierno aprobó medidas más severas contra la violencia doméstica pero casi no hubo cambios, lamentó Del Valle.
Para Bunch, también es importante enfrentar la noción de que «el cuerpo de la mujer debe ser controlado por medio del abuso». Afirmó que los hombres deben ser convencidos de que se trata «de una forma de control inaceptable».
De hecho, esas expectativas no se han perdido entre las activistas de Sudáfrica. En su campaña de dos semanas para destacar el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, dijeron que los hombres que no son violadores podrían mostrar su solidaridad con una «marcha masculina».
De esa manera contribuirían a cambiar la imagen de los hombres en Sudáfrica, donde se denuncian 50.000 casos de violaciones por año, según una declaración del grupo Mujeres Exigen Dignidad.
«Manifestando su apoyo ratifican una decidida desaprobación de la violencia contra las mujeres», señaló.
Además, «las mujeres también deben ser convencidas que la violencia doméstica no es aceptable ni es una práctica normal», dijo Del Valle. En México, significa desafiar la creencia popular entre las mujeres que dice: «si no me pega, no me ama». (FIN/IPS/trad-eng/mmm/da/ego/hd/00