La puja entre el gobierno de Singapur y la autora de una obra de teatro sobre la violación de mujeres musulmanas a manos de sus maridos pone a prueba el compromiso de las autoridades con la libertad artística.
Un debate sobre el conflicto entre la libertad creativa y la responsabilidad social se encuentra en plena ebullición, en un país donde los problemas de raza y de religión son muy delicados.
El debate también surge en un momento embarazoso para el gobierno, que invirtió millones de dólares en los últimos dos años para presentarse como la ciudad más representativa del renacimiento artístico asiático.
Si bien Singapur tiene una larga tradición de censura artística, las autoridades han aliviado la presión en los últimos años para alentar la creatividad artística.
El objeto de la controversia es «Talaq», una pieza teatral basada en una historia real, la de una mujer singapurense y musulmana, de origen étnico indio. La obra cuestiona la violación dentro del matrimonio, un tabú en la comunidad musulmana.
La pieza recibió elogios de la crítica al ser estrenada en lengua tamil en 1998. La mujer sobre cuya vida se basaba el argumento se encarnaba a sí misma en el escenario. Pero la obra fue cuestionada por organizaciones musulmanas, y su autora, Elangovan, denunció haber recibido amenazas de muerte.
La mayoría de los cuatro millones de habitantes de esta ciudad estado son budistas o cristianos. Los musulmanes de descendencia malaya son un pequeño segmento de la población. Tres de cada cuatro habitantes son de origen chino.
La religión es una cuestión delicada. En los años 60, una cobertura irresponsable de los medios sobre una conversión religiosa desató trágicos motines raciales en la isla. Las discusiones sobre religión son tabú desde entonces.
Elangovan pretende representar ahora su «Talaq» en inglés y malayo para llegar a una audiencia más amplia, pero la Oficina de Licencias para Espectáculos Públicos negó el permiso debido a las protestas.
«Un artista debe aprender a caminar en el infierno y estar preparado para que le arrojen piedras. Pienso en mí como caminando por un campo minado mientras me arrojan piedras», dijo la dramaturga.
Entre los que suelen protestar aun contra la versión en tamil figura la organización religiosa Jamiathul Ulama, integrada por musulmanes de origen indio, cuyo secretario, Haji Ebrahim Marican, declaró que «Talaq» no brinda una descripción ajustada de la ley islámica.
Según la ley islámica, un marido no necesita permiso de la esposa para tener relaciones sexuales, apuntó Marican. «Aunque esté enojada o no tenga ganas, el esposo tiene derecho. En todos los casos, el marido puede tener contacto sexual con la esposa sin su consentimiento y eso no es una violación», afirmó.
S. Thenmoli, presidenta del grupo teatral Agni Kootthu, que pretende representar «Talaq», dijo que la pieza había atraído el interés de mujeres de todas las razas. «Ellas creen que la obra no se refiere a la religión sino a problemas femeninos. Me apena que no la podamos representar»', dijo.
El estreno de la obra estaba previsto para fines de octubre, pero la Oficina de Licencias para Espectáculos Públicos negó su permiso luego que Agni Kotthu se rehusó a brindar una representación previa para delegados el Consejo Nacional para las Artes.
El Consejo, organismo gubernamental que financia y administra la actividad artística, exigió ver la obra con antelación para juzgarla. Thenmoli se negó a mostrar la pieza porque en el panel de inspección se incluyó a dos miembros de Jamiathul Ulama, un grupo que no admite mujeres entre sus integrantes.
Los miembros del panel fueron elegidos «porque su sensibilidad resultaba relevante para el proceso de evaluación», explicó el Consejo. Thenmoli insistió en que Jamiathul Ulama no tenía nada que ver con el teatro.
Thenmoli fue arrestada luego, cuando trató de hacer un ensayo al público en el Centro Dramático del Consejo Nacional para las Artes. La policía lo consideró una representación pública no autorizada.
La atención brindada por los medios de Singapur y en exterior al arresto puso en situación incómoda al gobierno, también desató un debate sobre libertad artística y responsabilidad social.
«Es lamentable que esta actitud haya frustrado un esfuerzo artístico», dijo la semana pasada el diario Straits Times en un editorial.
«Este pequeño drama no carece de enseñanzas para la comunidad artística. Es un oportuno recordatorio de que la experimentación artística cesa cuando comienzan los sentimientos sobre raza y religión», agregó.
Ese revés no debe desalentar a los dramaturgos para explorar asuntos sociales serios, pues si eso ocurre «el teatro jamás podrá desarrollar una audiencia, y eso sería una vergüenza», acotó el periódico. (FIN/IPS/trad-eng/ks/js/ego/mj/cr hd/00