Unos 200 escritores y editores se verán beneficiados con la apertura de «El Aleph», el primer cibercafé de Cuba, donde el Estado mantiene el estricto control del acceso a Internet, la red mundial de computadoras.
El café, que se inauguró el 1 de este mes y toma su nombre del cuento del escritor argentino Jorge Luis Borges, se encuentra en el Palacio del Segundo Cabo, un edificio del casco histórico de La Habana, sede del gubernamental Instituto Cubano del Libro.
«Estamos ofreciendo un servicio que todo el mundo necesita», dijo a IPS Joanna Ramírez, una joven de 19 años que fue contratada para atender el local, aún en fase organizativa, por sus amplios conocimientos de computación.
Ramírez no descartó la posibilidad de una ampliación futura de los servicios, incluso para personas no asociadas.
Por el momento, los usuarios serán los miembros del Instituto Cubano del Libro, la Unión de Escritores y Artistas, muy cercana al gobierno, y la Asociación Hermanos Saíz, dependiente de la Unión de Jóvenes Comunistas.
Por una cuota mensual de 10 pesos (50 centavos de dólar en casas de cambio), los asociados dispondrán de seis horas de acceso a Internet y deberán abonar dos pesos (10 centavos de dólar) por cada hora extra.
Cada asociado tendrá su casilla personal de correo electrónico, podrá tomar cursos de computación en forma gratuita y por una pequeña cuota adicional recibirá servicios de escaneo, impresión y encuadernación de documentos.
El ministro de Cultura, Abel Prieto, dijo durante la inauguración del cibercafé que éste es sólo el «primer escalón» del apoyo que las autoridades del sector ofrecerán a los creadores en el área informática.
Según informaciones de prensa, el ministro aspira a que en el futuro los escritores cubanos puedan disponer en su propia casa de todos los medios necesarios para su labor, incluido el acceso a Internet.
Sin embargo, Roberto del Puerto, director de la división del Ministerio de la Informática y las Comunicaciones responsable del tema, declaró el mes pasado que por el momento no se preveía autorizar el acceso domiciliario a la red mundial de computadoras.
La limitación respondería a condiciones técnicas y a la decisión oficial de buscar soluciones para beneficiar a la mayoría de la población y no a minorías, indicó el funcionario.
Cuba, con algo más de 11 millones de habitantes, tenía hasta junio 35.170 cuentas de correo electrónico, de las cuales sólo la mitad tenía salida internacional, según datos del Ministerio de la Informática.
De 110.000 computadoras registradas en el país, 3.625 tenían acceso pleno a Internet. Estas pertenecían fundamentalmente a instituciones oficiales, empresas con capital extranjero, corresponsales de prensa extranjera acreditada y diplomáticos.
Ninguna persona tiene derecho a contratar el servicio de Internet o correo electrónico a título personal, de acuerdo con el Decreto-Ley 209 sobre el «acceso desde la República de Cuba a Redes Informáticas de Alcance Global» de 1996.
Una comisión integrada por representantes de varios ministerios y organismos estatales procesa las solicitudes y decide qué institución y personas pueden acceder a Internet.
El ingreso de Cuba a la red mundial el 11 de octubre de 1996 fue considerado en su momento por el gobierno como un riesgo inevitable. «No hay alternativas y no debemos perder tiempo», declaró pocos meses antes el vicepresidente Carlos Lage.
El bloqueo a la información procedente del exterior se remonta en Cuba a los años 60, cuando la propaganda pasó a ser parte fundamental de la estrategia de los opositores a la Revolución encabezada por Fidel Castro.
El gobierno coloca filtros para evitar el acceso a las páginas web de grupos de la oposición interna o de la prensa independiente, declarados ilegales, así como a los sitios pornográficos.
A los cibernautas cubanos les resulta prácticamente imposible bajar documentos que incluyan mensajes contrarios al gobierno o relativos a la situación de los derechos humanos en la isla.
«El motivo de tantos controles es puramente ideológico», comentó un escritor que dispone en su casa de todas las condiciones técnicas, incluso una cuenta de correo electrónico con salida internacional, pero no tiene derecho a pagar su acceso a Internet.
La situación es más difícil aún en otras provincias del país, donde la mayoría de las personas que tienen las condiciones técnicas, incluso en sus lugares de trabajo, sólo pueden comunicarse dentro del territorio nacional.
Elizardo Sánchez, presidente de la ilegal Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, dijo que el gobierno «sólo promueve el acceso de aquellos sectores que son de su interés y que le benefician».
No obstante, cada vez son más las personas que logran conectarse a Internet de forma legal o ilegal.
El Ministerio de Educación Superior anunció este año la incorporación paulatina de todas las universidades del país al «grupo de los privilegiados» y también lograron acceso durante 40 horas al mes 200 periodistas de la prensa estatal.
Mientras tanto, en el mercado subterráneo se pueden comprar las palabras claves para acceder a Internet por 25 dólares mensuales y las páginas web se elaboran y colocan en la red a un precio que oscila entre 600 y 800 dólares.
Así, abundan en Internet las páginas que anuncian alquileres, guías de turismo, galerías de arte o restaurantes privados, y la única forma de lograrlo en Cuba es contratando los servicios de un especialista que trabaja por su cuenta y al margen de la ley.
Economistas consultados por IPS no se atrevieron a estimar la cantidad de personas que se conectan a Internet de forma ilegal desde sus domicilios, y que suelen ser artistas, científicos o académicos en general. (FIN/IPS/da/ag/cr/00