(Arte y Cultura) CINE-COLOMBIA: Un polémico grito de dolor

La película «La virgen de los sicarios», que muestra una de las etapas más violentas de Colombia, es considerada por algunos un doloroso reflejo de la realidad, mientras que otros piden su censura, por brutal y sensacionalista.

El filme, ganador de la Medalla de Oro de la Presidencia del Senado del último Festival de Venecia, uno de los más importantes premios que se otorgan allí, se basa en la novela autobiográfica del escritor colombiano Fernando Vallejo, quien también es autor del guión.

Vallejo es considerado uno de los escritores más irreverentes y críticos de la sociedad colombiana.

«La virgen de los sicarios», que en su primera semana de exhibición despertó fuertes polémicas, fue dirigida por el cineasta franco-colombiano Barbet Schroeder.

Este director cuenta con antecedentes exitosos como «Mariposas en la noche», basada en una novela del escritor estadounidense Charles Bukowski, y «El misterio de Von Bulov», por la que fue nominado en 1990 a un premio Oscar de Wollywood a mejor dirección.

La historia comienza con la llegada del protagonista, que conserva el nombre de Fernando Vallejo, a su ciudad natal Medellín, en el noroeste del país, tras 30 años de ausencia, y su relación amorosa con Alexis, un joven sicario (asesino a sueldo) de 16 años que vive con la muerte a sus espaldas.

Medellín, segunda ciudad industrial de Colombia, fue el centro de acción en la década del 80 del narcotraficante Pablo Escobar, muerto luego por la policía, quien trabajaba con bandas de jóvenes sicarios .

Esos asesinos, reflejo de la descomposición social del país a causa del tráfico de drogas, mataban para poder llevar comida a su casa y vestir ropa cara, le rezaban a la virgen para tener buena puntería con sus armas y lavaban sus balas con agua bendita antes de cumplir con el «trabajo».

En una Medellín, que metafóricamente pude ser cualquier ciudad o el país todo, en la que reina el caos, Alexis mata al vecino porque toca la batería por las noches y a un taxista porque conduce su automóvil con la radio a todo volumen.

Durante la hora y 45 minutos de esta película se cometen 18 asesinatos.

Esa sucesión de muertes fue uno de los argumentos utilizados por el escritor y director de la revista Diners, Germán Santamaría, para pedir que la película fuera prohibida en Colombia, donde ocurren 25.000 asesinatos por año.

Santamaría escribió que le causa «repugnancia» ver a su patria degradada por el resentimiento de un escritor «homosexual frustrado», que en el filme «va acompañado por amantes sicarios con los que denigra al héroe de la independencia latinoamericana Simón Bolívar, al Papa, a ex presidentes y a Dios».

En cambio, Juan Florez, profesor de historia de la estatal Universidad Nacional, dijo que «una parte del sistema establecido no le perdona a Vallejo que, no sólo sea provocador desde las clases bajas, sino que haya tocado a personajes» del país, como algunos «ex gobernantes que lucraron con la tragedia colombiana».

El catedrático aludió a la escena en la que un sicario le dispara al televisor mientras se emite un discurso del ex presidente César Gaviria (1990-1994), y a otra donde aparece el ex mandatario Ernesto Samper (1994-1998), quien fuera acusado de haber recibido dinero del narcotráfico para su campaña electoral.

Florez dijo a IPS que «Vallejo es un provocador profesional, su carrera literaria se ha construido con su capacidad para sintetizar ese mundo tremendamente contradictorio de Medellín» y, al mismo tiempo, supo posicionarse en esa difícil competencia de ser leído sin tener el enorme aparato de las casas literarias».

Carlos Gómez también defendió la obra de Schroeder, al señalar que «la realidad de Colombia es tan terrible que cualquier película se queda corta».

Los noticieros de televisión transmitieron esta semana imágenes de unos 300 niños huérfanos de la localidad de Nueva Venecia, en el norte colombiano, cuyos padres fueron asesinados por grupos paramilitares de derecha, que son más violentas que esta película, recordó Gómez.

Vallejos, señaló a la prensa en el Festival de Venecia de septiembre y en una presentación de la película en París, que ama a Colombia, pero que de su país espera «cualquier atropello.

«A mí me han atropellado toda la vida y me han obligado a irme» del país, afirmó el autor de «La virgen de los sicarios», quien reside actualmente en México.

Aseguró, además, que es un milagro que Schroeder pudiera hacer la película «allá en Colombia, donde no dejan vivir».

Durante los dos meses de filmación en 1999 en Colombia, Schroeder y su equipo tuvo que ser protegido en forma especial por las autoridades.

«No faltaron los peligros y riesgos, pero disfruté muchísimo mi estadía en Medellín», dijo el director en una entrevista al diario El País, de la ciudad occidental de Cali.

Para Schroeder, quien vivió en su infancia en Colombia cuando ocurrió el llamado «El Bogotazo», la tragedia de Medellín que muestra su película «es una de las puntas del iceberg de esa realidad que vive el país» y del problema de la violencia, que es propio de la condición humana.

Expertos afirman que la violencia política en este país tiene sus raíces en los hechos de intolerancia que condujeron al asesinado del líder liberal Jorge Eliecer Gaitán, en 1948, que desató una asonada en Bogotá para luego extenderse a otras ciudades por varias semanas.

Schroeder dice que en esa oportunidad, con seis años de edad, vio desde la ventana de su casa como asesinaron a machetazos a un hombre que se negó a cargar un electrodoméstico.

No obstante, para el cineasta, «las tradiciones napoleónicas» que regían en la escuela de Francia donde estudió desde los 10 años «eran mucho más brutales que cualquier cosa que haya visto en Colombia». (FIN/IPS/yf/dm/cr/00

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