El derecho a crear belleza forma parte de la necesidad de ser libres que comparten los seres humanos, señaló el crítico de arte Alfonso Carrera respecto de dos exposiciones pictóricas protagonizadas por hombres y mujeres recluidos en cárceles de la capital de Perú.
«La belleza no es prescindible, ni en las condiciones de extrema desesperanza. La creación artística no es sólo comunicación, sino que también puede ser una vía de redención», afirmó Carrera.
La coyuntura política de Perú, donde un gobierno autoritario acusado de múltiples violaciones de los derechos humanos fue sustituido por otro que llega envuelto en un refrescante aire democrático, ofrece un marco especial a las exposiciones sobre arte carcelario mencionadas por el experto.
Una exposición se presenta en la Tercera Bienal de Lima y la otra es la tercera muestra de arte carcelario patrocinada por una organización no gubernamental que promueve el indulto y la rehabilitación de los presos políticos y comunes de Lima.
Son figuras destacadas en las dos exposiciones el pintor Alfredo Márquez y el escultor y ceramista William Portillo, ex reclusos acusados de terrorismo indultados recientemente.
Portillo es el único que se encuentra actualmente en libertad de los 62 artistas que participan en la exposición de obras de pintura, escultura y cerámica creadas en el penal de máxima seguridad Miguel Castro Castro, de varones, y en la cárcel de Mujeres de Chorrillos.
Detenido en 1994 por la denuncia de un «arrepentido», ex militante de la organización guerrillera Sendero Luminoso, que lo mencionó como presunto colaborador, Portillo proyectó hacia la escultura sus experiencias de ceramista artesanal.
El taller de pintura y cerámica que lo acogió en el penal surgió por iniciativa de los propios reclusos en 1995, con hornos elementales y algunos caballetes y pinturas donados por particulares.
El sacerdote Hubert Lanssiers, quien preside la Comisión creada por el Poder Ejecutivo para estudiar y recomendar los casos merecedores de indulto, consiguió apoyo de artistas consagrados, útiles e insumos, y finalmente gestionó la sala de la empresa Petro-Perú para realizar la muestra.
Las obras de Portillo fueron creadas en prisión, pero el artista está en libertad desde marzo pasado, cuando fue indultado luego de ganar el primer premio en la Exposición Internacional de Arte Creado por Presos, que se realizó en 1999 en la capital de Bulgaria.
«Llevé varios trabajos, entre ellos un Cristo prisionero y lacerado, pero el que ganó el concurso mostraba a un hombre y a una mujer en un abrazo frustrado por el muro de ladrillos de una cárcel», dijo Portillo.
A raíz de las informaciones periodísticas sobre el premio obtenido en Bulgaria en la categoría de escultura, el indulto, que había sido desestimado dos veces, fue revisado y aprobado.
El otro caso destacado de arte carcelario es el de Márquez, pintor y arquitecto que participa en la Tercera Bienal de Lima, una muestra internacional de obras escogidas por un jurado especial.
En la Casa Rimac, uno de los escenarios principales de la Bienal, Márquez expone una instalación denominada «Proyecto Ecce Homo», que se propone sensibilizar al público sobre las condiciones de la vida en prisión.
La instalación se desarrolla en un cuarto oscuro en donde dos monitores de vídeo instalados sobre pedestales captan la atención del visitante.
En una pantalla se exhibe la dramatización de la vida cotidiana de un preso en una celda de tres metros por dos, y cada cinco minutos un grito estremece la sala oscura: «sáquenme de aquí».
En la otra pantalla, gracias a una cámara oculta, el espectador se ve a si mismo dentro de una prisión, detrás de las rejas, en el asfixiante espacio de una celda.
«Evidentemente, el artista trata de angustiar al espectador encerrándolo en una prisión virtual para inducirlo a meditar en la horrible sensación de estar preso», comentó la periodista Ana Yáñez.
Márquez estuvo preso casi cinco años, desde 1994 cuando fue detenido en el aeropuerto porque su nombre figuraba en una lista de sospechosos de colaborar con la guerrilla.
En el juicio se enteró que fue incluido en la lista por su participación en una exposición de pintores izquierdistas organizada por una asociación estudiantil.
«Los policías anotaron que en uno de mis collages había una hoz y un martillo, pero no repararon en que era una crítica a la violencia. Cuando posteriormente encontraron mi nombre en la agenda de un militante de uno de los partidos guerrilleros decidieron apresarme», refirió.
El artista expresó que fue juzgado por jueces anónimos, escondidos detrás de un espejo a través del cual podían verlo pero no él a ellos, y sus voces eran distorsionadas por un artefacto para que no las pudiera identificar. Lo condenaron a 20 años de cárcel sin mayores pruebas, aseguró.
«En la cárcel encontré al pintor panameño Pacífico Castrellón, acusado junto con la norteamericana Lori Berenson, quien me animó a seguir pintando, como única forma de trascender más allá de los muros de la prisión», expresó Márquez.
Su primer cuadro en prisión fue inspirado por una foto de su hija, de tres años, y por los ingenuos dibujos infantiles que le enviaba.
«Felizmente, después de cuatro años, la Comisión Pro Indulto del Padre Lanssiers y la Cruz Roja Internacional pudieron convencer a las autoridades de que la falta de pruebas ameritaba incluirme en las listas de indultados, pero no puedo olvidar el tiempo de vida y de familia que me quitaron», concluyó Márquez. (FIN/IPS/al/ag/cr/00