Pescadores artesanales y ecologistas exigen que el presidente de Estados Unidos declare monumento nacional a las islas del Noroeste de Hawai para proteger las especies marinas locales del exceso de pesca de los buques comerciales.
Cuando Louis "Buzzy" Agard pescaba en las remotas islas del Noroeste en los años 40 y 50, pensaba que la pesca no se acabaría jamás. Pero estaba equivocado.
«No sabía lo frágil que era la zona. Pesqué sin límites y luego la especie no volvió por años», contó.
Desde entonces, Agard tuvo el cuidado de pescar sólo pequeñas cantidades, pero él y otros pescadores de pequeña escala sostienen que el tamaño y la cantidad de especies marinas disminuyeron en las últimas décadas como consecuencia de la pesca comercial.
«Si se permite la pesca comercial, estas poblaciones serán aniquiladas y jamás volverán», le dijo a la prensa esta semana.
Agard pertenece a un grupo de pescadores y ecologistas hawaianos disconformes con las gestiones del Estado para proteger a las islas del Noroeste.
El grupo exhortó al presidente Bill Clinton a declarar monumento nacional a las islas, lo cual prohibiría la pesca comercial allí.
Las islas del Noroeste se extienden a lo largo de 1.900 kilómetros desde Kauai, la principal isla de Hawai, y albergan arrecifes de coral, focas en peligro de extinción, tortugas marinas y cientos de especies de aves.
Los científicos sostienen que las islas ofrecen el hábitat ideal a estos animales. Pero la pesca comercial de la langosta amenaza al archipiélago del Noroeste, según Agard.
Aproximadamente seis grandes barcos saturan la pesca de la langosta, una importante fuente de alimento para la foca monje, según Cha Smith, coordinador del grupo ecologista Kahea, con sede en Honolulú, la capital de Hawai.
Kahea asegura que, el año pasado, los barcos sólo lograron capturar 10 por ciento de las langostas capturadas en 1983.
«En los últimos cinco años se pescaron un millón de langostas de más», aseguró Isaac Harp, un pescador de Maui.
Así mismo, las trampas para las langostas se arrastran por el lecho del mar, con la ayuda de pesos de plomo, lo cual destruye los arrecifes, agregó.
Los pescadores de pequeña escala, como Harp, sostienen que los pescadores comerciales procuran capturar la mayor cantidad posible de langostas debido a la lejanía de las islas y al elevado costo de gasolina que implica llegar hasta ellas.
En el proceso de capturar la langosta también se pescan especímenes que luego se descartan, como pulpos, otro elemento importante de la dieta de la foca monje.
El archipiélago es considerado frágil por la poca lluvia que recibe, lo cual reduce la vegetación en las islas y los nutrientes en las aguas, en comparación con otras zonas de Hawai.
Agard y Smith sostienen que las prácticas de pesca actuales no son las mejores. Integrantes del organismo que regula la pesca, el Consejo de Administración de la Pesca del Pacífico Occidental, fueron acusados de conflicto de intereses ya que muchos de ellos mantienen vínculos financieros con los pesqueros comerciales.
«Continuar con las prácticas actuales sería desastroso», dijo Harp. Pero aquellos contrarios a nombrar monumento nacional a la zona, como el gobernador Ben Cayetano, argumentan que está bien administrada.
La directora del Consejo en cuestión, Kitty Simonds, dijo que la designación del monumento nacional violaría la Ley Nacional Ambiental, que requiere la participación pública.
Jack Sobel, director del Centro de Conservación Marina, discrepa. Para él, la creación del monumento nacional cumple con la ley.
Simonds también sostiene que las tormentas causan tanto daño a los arrecifes como la pesca. Pero Sobel señala que la presión del exceso de pesca y la captura de langostas, al igual que la destrucción de arrecifes, hacen que el ecosistema sea más vulnerable a las tormentas.
«El exceso de pesca socava la capacidad de la naturaleza para restaurarse», explica.
Este año, Clinton le ordenó a varias agencias federales que cooperaran con el estado para idear un plan de protección de los arrecifes de coral de las islas del Noroeste, que comprenden 75 por ciento de los arrecifes del país.
Agard, quien integró entre 1976 y 1985 el Consejo de Administración, sostiene que el gobierno no hace lo suficiente y que la declaración de monumento nacional es necesaria.
La Ley de Antigüedades de 1906 permite que el presidente declare un sitio monumento nacional sin la aprobación del Congreso. Desde que Clinton asumió la presidencia hace ocho años, creó más monumentos nacionales que la mayoría de sus antecesores.
Clinton creó o amplió más de 10 monumentos nacionales, como los árboles secoya en California y los sitios arqueológicos de Colorado, con una extensión de 1,5 millones de hectáreas. (FIN/IPS/tra-en/dk/da/aq/en/00