Las minas antipersonales y una sequía complicaron el plan del gobierno de Vietnam para descongestionar la ciudad de Ho Chi Minh y trasladar una parte de la población a terrenos fértiles en la zona montañosa central.
El Comité Popular del Distrito de Tan Binh, en la capital, se proponía darle a los colonos terrenos vírgenes, crédito y medios de producción para instalar granjas.
Los funcionarios tenían la esperanza de que las granjas crearan un dinámico centro económico que significara la prosperidad de la región.
El plan seguía las pautas de la política central de reducir la pobreza en Ho Chi Minh de 20 por ciento a ocho por ciento, a la par del programa nacional de reducción de la pobreza.
Lamentablemente, el comité del distrito Tan Binh pasó por alto un detalle fundamental: grandes zonas dentro del sitio elegido para trasladar a los habitantes estaban plagadas de minas sin detonar y todo tipo de municiones.
Así mismo, una sequía perjudicó a aquellos que tuvieron la suerte de recibir terrenos sin las armas mortales.
Ahora cientos de familias en la «nueva zona económica», como la llama el gobierno, en las provincias de Gia Lai, Kontum y Daklak, se debaten entre quedarse y sobrevivir en estas tierras áridas y minadas, o volver a la ciudad donde serán considerados «migrantes ilegales».
El Departamento de Trabajo, Inválidos y Asuntos Sociales, señala que gran cantidad de la población nueva en Ho Chi Minh procede de la nueva zona económica.
Estos migrantes son considerados ilegales porque sus certificados de residencia para Ho Chi Minh perdieron validez cuando partieron hacia sus nuevas viviendas.
Muchos más permanecen en sus terrenos sin el certificado que los habilita a usufructuar la tierra.
«Sólo 45 de 175 hogares que se instalaron aquí recibieron un certificado de derecho a usufructuar la tierra, luego de pagar todas sus deudas al Centro de Desarrollo de la Nueva Zona Económica», explicó Le Van Hai, un colono. «Sin ese documento, no se puede vender la tierra».
Por ahora, muchos se resignan a la situación que les ha tocado en suerte, aunque estén en zonas sumamente minadas. «Cuando llejgó el primer grupo de colonos, había bombas y minas por doquier», dijo el colono Nguyen Thi Hoa.
Do Dai, beneficiado con un terreno, dijo que desenterró ocho granadas y una mina con la ayuda de un detector de minas. Pero cuando las autoridades se enteraron de que tenía un detector, lo confiscaron sin mayores explicaciones.
«En varias ocasiones les pedimos a las autoridades que limpiaran la tierra. Pero parece no preocuparles, así que tenemos que hacerlos nosotros», dijo Do Dai.
Varias personas resultaron heridas, como Nguyen Thi Hong Pha, de 36 años, que perdió un brazo mientras trabajaba la tierra. Nguyen Van Nhan perdió una pierna al tropezar con una granada, y debió abandonar el terreno de 0,45 hectáreas que se le había designado.
«Las autoridades del distrito de Tan Binh conocen la situación. Cuando alguien tropieza con una mina, detenemos el proceso de reubicación y le designamos a esa persona otro terreno», explicó Huyn Van Hao, funcionario encargado de la colonización.
Pero los colonos aseguran que la cosa no es tan sencilla porque, por lo general, los terrenos «reasignados» son reclamados por otras personas. «Hay que pagarles para quedarse con la tierra», sostuvo Nguyen Thi Hong Pha.
Sin embargo, no a todos les va mal. Nguyen Thi Hoa y su familia plantaron 500 plantas de café en la zona que les tocó.
El Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural sostiene que la nueva zona económica cuenta con tierra fértil ideal para cultivar café, caucho, té y árboles frutales.
Por esa razón, Doan Van Bay creía que sus 200 árboles de café prosperarían, y eso le permitiría a él y su esposa adquirir más tierra para plantar más árboles.
Doan Van Bay fue uno de los primeros en el distrito de Tan Binh en inscribirse para el programa de colonización. Habiendo perdido su empleo en una cooperativa procesadora de alimentos, pensaba que sería la solución perfecta a su situación.
Pero entonces vino la sequía y el río cercano a su terreno se convirtió en un pequeño arroyo. Muchos de los pozos de agua se secaron y los árboles de café pronto se marchitaron bajo el sol. Doan Van Bay solicitó un préstamo y plantó nuevamente, pero sin riego, los árboles nuevos luchan por vivir.
La pequeña plantación perteneciente a Li Thang, cercana al arroyo, es una de las pocas que sobrevivieron la sequía.
Pero los 150 árboles de café de Li Thang sólo produjeron 50 kilos de granos de café. «Sólo bastan para pagarle a los trabajadores, ni que hablar de las semillas y el fertilizante», se quejó Li Thang. (FIN/IPS/tra-en/tdtl/cb/js/aq/pr/00