Los efectos del agente naranja, un defoliante rociado por la Fuerza Aérea de Estados Unidos sobre Vietnam y Camboya durante la guerra de Vietnam (1962-1975), aún causan graves malformaciones a niños y niñas.
Los estadounidenses emplearon en forma masiva sustancias químicas con la intención de destruir la vegetación selvática que servía de cobertura natural a las tropas norvietnamitas.
El agente naranja contenía dioxina, cuya presencia en la sangre de las madres causa malformaciones de las extremidades y retardo mental a sus hijos e hijas.
La sustancia aún afecta a una multitud de víctimas en Vietnam, cuyas autoridades afirman que también provoca cáncer, inmunodeficiencia y resistencia a drogas contra la malaria.
La Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos reconoció que el agente naranja es cancerígeno, a partir de casos de veteranos de guerra de ese país expuestos al defoliante.
«¡No quiero que mi hijo se convierta en una atracción pública!», exclamó indignado Doan Ngoc Thanh, agitando las manos para evitar que un fotógrafo tomara una instantánea de su hijo Thangh, de 10 años de edad.
La cabeza del niño es demasiado grande para su pequeño y escuálido cuerpo, y eso lo obliga a permanecer en cama la mayor parte del tiempo.
Thanh reside en una remota aldea del distrito de Ben Coa, en la provincia sudoccidental vietnamita de Tay Ninh, la cual tiene 240 kilómetros de frontera con Camboya, y su hijo es víctima del devastador legado del agente naranja.
El padre del niño y su esposa, Nguyen Thi Lanh, fueron guerrilleros en Ben Cau. Los análisis de sangre de ambos muestran altos niveles de dioxina, y la piel de Thanh esta llena de cicatrices.
Pero es Thangh (cuyo nombre significa «victoria» en vietnamita), nacido en el 15 aniversario del triunfo de Vietnam del Norte contra las fuerzas sudvietnamitas apoyadas por Estados Unidos, quien padece el impacto más severo del agente naranja.
Como muchos otros padres de niños afectados por esa sustancia, Thanh está harto de las delegaciones oficiales que llegan para «investigar» el estado de su hijo. «Vienen y realizan muchas preguntas, toman montones de fotos, hacen promesas y se marchan», lamentó.
En los últimos 10 años, la familia de Thanh ha recibido la visita de más de una docena de «importantes delegaciones», que incluyeron a algunos extranjeros.
«No nos dieron nada más que promesas. Es mejor que trabaje mi parcela para ganar algo, en vez de hacer de anfitrión de toda esa gente que sólo viene por razones políticas», se quejó.
Según cifras oficiales, unos 72 millones de litros de sustancias químicas fueron rociados sobre suelo vietnamita entre 1961 y 1975, y más de 40 millones de litros de esas sustancias contenían dioxinas.
Como resultado, más de 50.000 niños han nacido con graves malformaciones desde entonces. Exámenes efectuados durante dos años a 41.153 menores de 15 años descubieron 242 casos de deformación sólo en el distrito de Ben Cau.
El gobierno vietnamita nunca reclamó indemnizaciones de guerra, pero en 1998 comenzó a dialogar con Washington en busca de «cooperación para superar los efectos del conflicto».
La Cruz Roja Vietnamita creó un fondo para víctimas del agente naranja y estableció «aldeas de paz» donde niños y niñas reciben tratamiento, pero quienes residen en áreas rurales remotas y aisladas, como Thang, aún no han recibido ayuda.
En el distrito de Cam Lo, de la provincia central de Quang Tri, el veterano de guerra Tran Kien, cuyos dos hijos sufren efectos del agente naranja, está cansado de esperar, y no quiere más delegaciones y entrevistas para la prensa.
Quang Tri está muy cerca de la «Línea McNamara» (por el ex secretario de Defensa estadounidense, Robert McNamara) sobre el paralelo 17, que separaba a Vietnam del Norte y Vietnam del Sur, y 60 kilómetros al oeste de la Ruta Ho Chi Minh, línea de suministros de las tropas norvietnamitas.
Esa provincia fue el área más bombardeada por los estadounidense durante la guerra, y en la actualidad viven en ella más de 15.000 víctimas del agente naranja.
Una investigación realizada en julio reveló que 2.000 habitantes de Quang Tri murieron por causas vinculadas con el defoliante, y que allí nacieron con deformaciones 5.249 niños y niñas cuyos padres estuvieron expuestos al agente naranja.
«Eso nos convierte en algo parecido a una muestra viviente de las víctimas del 'chat noc mau da cam' (en vietnamita, 'producto tóxico de color anaranjado')», dijo Kien, necesitado de ayuda para sus hijos pero demasiado orgulloso para solicitar asistencia pública.
Sin embargo, el veterano aceptó el encuentro de sus hijos con el médico Nguyen Thien Nhan, un especialista en neurocirugía de la Facultad de Medicina de Hue, cuando éste le dijo el propósito de su visita era otorgar a la familia un pequeño préstamo y ofrecerle una silla de ruedas para su hija, Tran Minh Nguyet.
La niña se sentaba inmóvil, con sus piernas deformes ocultas por una larga falda. Su hermano menor, perdido en su propio mundo, se muestra indiferente a lo que ocurre a su alrededor.
Nhan operó a muchos niños afectados por el agente naranja, y dijo que iba a tratar de hacer algo por el varón.
El médico trabaja en el departamento de Genética y Niños Inválidos de la Facultad, que ofrece préstamos equivalentes a 70 dólares a familias con hijos e hijas con minusválías, gracias a fondos provenientes de donaciones extranjeras.
Los préstamos se devuelven sin pagar intereses en un plazo de tres meses, y el dinero se otorga a otras familias necesitadas. El rostro de Minh Nguyet estaba radiante cuando se sentó en la silla de ruedas donada por Holanda que le trajo Nhan.
«Ahora puedo ayudar a mi padre», dijo. Como otros niños y niñas con impedimentos físicos, ella desea ser útil cuando ve a sus padres trabajar todos los días para ganar el sustento.
«Quisiera que mi hija llevara una vida normal», musitó Le Thi Hoa, quien tambien vive en Cam Lo. La mujer se refería a Truong Thi Kieu Loan, quien parece una niña a pesar de que tiene 20 años de edad, y vive apartada de otros jóvenes por el retardo en su crecimiento y sus miembros deformados.
Hoa sufrió varios abortos y luego cáncer de mama. Su primer hijo murió tras una serie de ataques epilépticos, y el segundo padece los efectos del agente naranja. La cantidad de dioxina en la sangre de la mujer es 10 veces superior al promedio. «Me siento culpable por mi hija», dijo.
En una «aldea de paz» en Hue hay en la actualidad unos 300 niños y niñas víctimas del defoliante, provenientes de distintas partes del país.
Allí los menores realizan cursos de tres meses, acompañados por integrantes de sus familias, para aprender a superar algunas de sus desventajas. Los familiares los ayudan a continuar la rehabilitación cuando reresan al hogar.
«Quiero escribir una carta a mi padre», dijo la niña Nguyen Thi Be, de 12 años, Ella tiene las manos deformadas, pero asistentes sociales en la «aldea de paz» le enseñaron a escribir con un pie.
Hace poco que Hanoi y la prensa iniciaron una campaña para asistir a las víctimas del agente naranja.
El 23 de febrero, el primer ministro Phan Van Khai anunció que integrantes de familias víctimas del defoliante recibirán de los servicios de seguridad social una suma mensula equivalente a no más de seis dólares.
El secretario de Defensa estadounidense Wiliam Cohen fue en agosto el primer titular de ese cargo que visitó Hanoi desde el fin de la guerra, y ofreció ayuda a las víctimas. (FIN/IPS/tra- eng/tdtl/ral/js/ego/mp/he hd/00)