Los últimos conflictos étnicos en las islas del Pacífico Sur expresan la creciente irritación de los indígenas por el modo en que potencias coloniales y estados nacionales han manejado el problema de la propiedad de la tierra.
Un ejemplo típico es el conflicto entre comunidades de las provincias de Guadalcanal y Malaita, en Islas Salomón, que originó violencia y masacres a comienzos de junio.
Los problemas étnicos y agrarios también fueron invocadas por los insurgentes de Fiji que condujeron el copamiento y la toma de rehenes en el parlamento el 19 de mayo.
Ese episodio abrió un proceso que desembocó en un golpe de Estado militar y continúa con la destrucción de propiedades y con violaciones masivas de derechos humanos.
«La verdadera causa del conflicto (en Islas Salomón) es la cuestión de la propiedad de la tierra», afirmó Phillip Solodie Funifaka, secretario general de la Asociación Cristiana de ese país entrevistado en Fiji.
Funifaka participó en septiembre en un encuentro regional de cuatro días sobre los derechos indígenas en esta región de siete millones de habitantes, organizado en Suva por el Consejo Mundial de Iglesias y la Conferencia de Iglesias del Pacífico.
La mayor parte de las actividades de desarrollo de Islas Salomón se llevan a cabo en la isla de Guadalcanal, donde se encuentra la capital, pero la mayoría de los trabajadores de allí proceden de la isla de Malaita, explicó.
El conflicto se desencadenó cuando activistas de Guadalcanal intentaron expulsar a colonos procedentes de Malaita, alegando que dominaban al gobierno y se apropiaban de la tierra.
Tras un acuerdo que permitió el cese del fuego, en la actualidad se desarrollan conversaciones de paz a bordo de un barco de la marina de guerra de Nueva Zelanda anclado cerca de Honiara.
«La población de Guadalcanal había manifestado al gobierno su desacuerdo con los métodos empleados para establecer un asentamiento» de colonos de Malaita, «pero el reclamo no fue escuchado por las autoridades, y eso causó tensión y violencia», afirmó Funifaka.
En junio del año pasado, mediaron en el conflicto un representante de la Mancomunidad Británica y Sitiveni Rabuka, ex primer ministro de Fiji y líder de un golpe de Estado en ese país en 1987.
En enero, activistas de Malaita tomaron el arsenal de Guadalcanal, el intento de mediación internacional fracasó y ambos bandos fueron responsables de masacres.
Luego se produjo una exitosa mediación de iglesias y organizaciones no gubernamentales, las cuales apelaron a la religiosidad de los pueblos y a la tradición regional de resolver los conflictos por consenso.
«Todos los grupos religiosos de Islas Salomón sumaron sus esfuerzos para establecer vínculos entre los bandos en conflicto, y les pidieron que depusieran las armas e iniciaran un diálogo», indicó Funifaka.
«Grupos de mujeres se reunieron con los combatientes. Las madres hablaron con sus hijos, y unos 300 de ellos regresaron a sus hogares. Los religiosos también contribuyeron al logro de un acuerdo de cese del fuego», añadió.
El representante de Fiji en la reunión y secretario general de la Asociación de Colegios Teológicos del Pacífico Sur, Tevita Nawadra Banivanua, coincidió con Funifaka sobre el papel de las iglesias en las negociaciones de paz.
Sin embargo, Banivanua sostuvo que la lucha por la tierra no es igual en las regiones polinesias (en el occidente del océano Pacífico) que en las melanesias (al nordeste de Australia). Los polinesios no fueron tan afectados por los cambios y tienen más libertad para defender sus derechos que los melanesios.
«Los melanesios tienen una manera particular de identificarse con la tierra y sufren la expropiación de sus propiedades desde tiempos coloniales», explicó.
«En países melanesios como Fiji, Vanuatu, Islas Salomón y Papúa Nueva Guinea, lo que yace a seis pies debajo de la superficie de la tierra es considerado propiedad del Estado. Por lo tanto, los minerales son propiedad nacional, sin importar lo que piensen los indígenas», explicó.
«Los indígenas cuestionan, esto pues para ellos la tierra es indivisible y la quieren toda. No se conforman con una parte de ella», agregó.
«Debemos de darle lugar a los grupos minoritarios en el país para asegurar el pluralismo. Necesitamos afirmar nuestras diferencias y buscar prácticas que beneficien a todos», dijo Banivanua.
Uno de los principales partidarios de que las iglesias intervengan en los esfuerzos de paz es Eugenio Poma, ex obispo boliviano y ahora coordinador del Programa de los Pueblos Indígenas del Concilio Mundial de Iglesias en Ginebra.
«Los pueblos indígenas deben hacer escuchar su voz. Han sido oprimidos por muchos años y todavía no son escuchados ni por la iglesia ni por el Estado. Aún son excluidos de los procesos de decisión en muchas regiones del mundo», dijo Poma. (FIN/IPS/tra- eng/ds/js/mp-rp-mj/ip dv/00