El agravamiento de la crisis entre Israel y los palestinos y el aparente ataque suicida contra un buque de guerra de Estados Unidos en Yemen evidenciaron hoy el alto riesgo de fracaso de las estrategias que Washington ha impulsado en los últimos 10 años en Medio Oriente.
La opinión en Washington es que el ataque contra el destructor «USS Cole», que se aprovisionaba de combustible en un puerto yemení, debe atribuirse a la creciente ira en el mundo árabe ante la violencia en Israel y en los territorios palestinos, que en dos semanas ha costado la vida a unas 100 personas.
No obstante, ninguna organización se ha responsabilizado aún del hecho, en el que murieron al menos cinco marinos.
La reacción árabe frente a la represión de los disturbios protagonizados por los palestinos se extremará probablemente a resultas de los bombardeos lanzados este jueves por el ejécito israelí.
Helicópteros artillados atacaron una comisaría de la policía palestina en la ciudad de Ramallah, en Cisjordania, como represalia por el linchamiento de dos soldados israelíes, perpetrado por una turba de palestinos.
También se informó que helicópteros israelíes bombardearon en Gaza el complejo residencial en que habita el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Yasser Arafat, y oficinas en ese territorio y en Cisjordania de Al Fatah, el principal grupo político entre los que conforman la Organización para la Liberación de Palestina.
El ejército israelí calificó los bombardeos de «señal simbólica» de su ira ante el asesinato de los dos soldados en Ramallah. Un tercer militar, también capturado y golpeado por los palestinos, se encuentra en grave estado.
Los sangrientos episodios de este jueves siguieron a dos días de aparente debilitamiento de la ola de violencia en los territorios palestinos y que había llegado a las comunidades árabes en Israel.
Funcionarios estadounidenses participantes en el esfuerzo de mediación entre los dos bandos confiaban en un cercano cese del fuego, que posibilitaría la reanudación de las negociaciones para un acuerdo final de paz.
"Exhorto a toda la comunidad internacional a unirse a Estados Unidos para urgir al presidente Arafat a tomar las medidas necesarias para poner fin a este insensato y destructivo ciclo de violencia», declaró este jueves la secretaria de Estado Madeleine Albright.
Albright también pidió al gobierno israelí «la inmediata suspensión de las operaciones en curso de las IDF (Fuerzas de Defensa de Israel)».
Varias horas después, un solemne presidente Bill Clinton instó al gobierno de Israel y a la ANP a «disponer un inmediato cese del fuego» y a condenar los actos de violencia.
A diferencia de Albright, Clinton condenó el asesinato de los soldados israelíes en Ramallah sin referirse a los ataques de las IDF. «No hay justificación» para los linchamientos, dijo el presidente.
Así mismo, Clinton se refirió al atentado contra el «Cole» como un «acto despreciable y cobarde» y prometió perseguir a los responsables.
Según información disponible en Washington, el buque fue embestido por una pequeña embarcación cargada de explosivas y tripulada por dos hombres que habrían perecido en el hecho.
Además de las cinco muertes confirmadas, 12 marinos estadounidenses desaparecieron y 30 resultaron lesionados.
«Si su objetivo era alejarnos de nuestra misión de promover la paz y la seguridad en Medio Oriente, fracasarán absolutamente», declaró Clinton.
Aunque no existen pruebas directas de que el ataque contra el «Cole» esté vinculado al conflicto entre israelíes y palestinos, Washington cerró sus embajadas en Medio Oriente y puso a sus fuerzas militares en alerta a medida que la violencia se agravaba esta semana.
La medida reflejó la creciente inquietud en Estados Unidos de que la violencia amenaza no sólo el proceso de paz iniciado en 1993, sino la posición estratégica de Washington en la región.
«Existe el peligro de que si esta (violencia) no se controla, podríamos ver un conflicto mucho más amplio con más países involucrados, y eso sería devastador para todos los implicados», advirtió la semana pasada el secretario de Defensa William Cohen.
Los gobiernos aliados de Washington en el mundo árabe sienten la presión popular para que tomen medidas de apoyo a los palestinos, al menos que no procedan con la normalización de las relaciones con Israel, aseguró Lamis Andoni, profesor de la Universidad de California en Berkeley.
Un millón de personas se manifestaron contra Israel en Marruecos hace 10 días, y la tensión aumenta en Jordania al grado que vehículos blindados protegen los edificios públicos en Ammán y otras ciudades.
«Nadie debe pensar que el reino de Arabia Saudita y toda la nación árabe e islámica se limitará a observar con sus manos atadas si la violencia continúa», advirtió el príncipe saudita Abdullah, en una declaración que alzó los precios del petróleo.
Este jueves los precios del crudo llegaron a su punto más alto en una década, luego de que se conocieron las noticias de Ramallah y Yemen.
«Si (la violencia) se descontrola, se propagará», advirtió Geoffrey Kemp, asesor del gobierno de Ronald Reagan.
«Si eso ocurre, socavará la estructura de seguridad que Clinton y otros presidentes han construido en los últimos 20 años en la región», agregó.
La violencia significa el fin del proceso de paz de Oslo, según Andoni, para quien la estrategia de Washington «ignora el hecho fundamental de que los palestinos perdieron la esperanza en las negociaciones».
Por otra parte, la violencia debilitó a tal grado el apoyo político del primer ministro Ehud Barak en Israel que éste estaría negociando el ingreso del derechista partido Likud a su coalición gobernante.
Esa medida haría imposible reavivar las negociaciones de paz, al menos hasta que el nuevo presidente de Estados Unidos asuma el poder en enero, según funcionarios en Washington y analistas independientes. (FIN/IPS/tra-en/jl/ff-aq/ip/00