El acuerdo de libre comercio firmado esta semana por Estados Unidos y Jordania es la piedra fundamental de una estructura que Washington confía en montar en Medio Oriente, pese a la ruptura de las negociaciones de paz entre Israel y los palestinos.
El pacto eliminará los aranceles entre ambos países en un lapso de 10 años y, según altos funcionarios en Washington, será un modelo para futuros acuerdos en materia de respeto de los derechos de los trabajadores y la protección del ambiente.
El pacto obliga a ambos países a cumplir las leyes nacionales que garantizan los derechos de los trabajadores y las normas ambientales.
«Para Estados Unidos, esto significa que… el impulso hacia la globalización deberá reforzar la protección de nuestros trabajadores y del aire, el agua y demás recursos naturales», declaró el presidente Bill Clinton en una ceremonia de firma en la Casa Blanca con el rey Abdullah la noche del martes.
«Este acuerdo comercial es uno del cual todos los estadounidenses pueden sentir orgullo», agregó.
Las disposiciones referidas a los derechos de los trabajadores y al ambiente incluidas en el acuerdo serán un modelo para futuros acuerdos comerciales negociados por Estados Unidos, dijeron altos funcionarios.
El pacto «fija un modelo muy importante y sensato», dijo la representante (ministra) de Comercio de Estados Unidos, Charlene Barshefsky.
El acuerdo, que será sometido a la ratificación del Congreso legislativo el próximo año, convierte a Jordania en el cuarto país en firmar un pacto de libre comercio con Estados Unidos.
El primero fue Israel, hace 16 años, seguido por Canadá y México en 1993 con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Al incorporar a Jordania al club, Washington pretende indicar a otros países del Medio Oriente que saldrán beneficiados si hacen la paz con Israel, sobre todo cuando la mayoría de los países árabes, escandalizados por la violencia entre israelíes y palestinos que causó la muerte de más de 100 palestinos en el último mes, congelaron o enfriaron sus relaciones con Israel.
Barshefsky negó que la firma del tratado esté relacionada con la crisis de Medio Oriente. Sin embargo, reconoció que «no hay duda de que, sobre todo para el reino de Jordania, tomar un camino distinto, un modelo distinto en Medio Oriente, fue considerado de la mayor importancia, especialmente en este momento sumamente crítico».
El intercambio comercial entre Jordania y Estados Unidos se limita a 300 millones de dólares por año, casi todo a favor de Washington.
No es probable que el acuerdo tenga consecuencias inmediatas para la atribulada economía de Jordania, sobre todo dada la incertidumbre del proceso de paz entre Israel y la Autoridad Nacional Palestina que también provocó disturbios entre la población mayoritariamente palestina de Jordania.
Decenas de miles de manifestantes palestinos fueron dispersados con gases lacrimógenos al enfrentarse a la policía jordana, a pocos kilómetros de Cisjordania el martes, y pocas horas antes de la firma del tratado en Washington.
La economía jordana ya estaba en apuros antes de la crisis política actual. El desempleo se calcula entre 25 y 30 por ciento, el ingreso anual por habitante representa sólo 1.200 dólares, la brecha entre ricos y pobres sigue ampliándose y el proceso de reformas económicas avanza lentamente, pese al apoyo oficial.
La esperanza es que el acuerdo fomente la inversión estadounidense en industrias con mucha mano de obra que luego exporten sus productos a Estados Unidos, libres de impuestos.
El acuerdo también complementará las zonas industriales conjuntas entre Jordania e Israel, que cuentan con apoyo estadounidense.
«En ninguna parte se necesitan más los beneficios del comercio que en el Medio Oriente. Al abrir los mercados, podemos ayudar a limitar la pobreza que dificulta la obtención de la paz y hace más difícil su sustento», declaró Clinton.
Además de reforzar la economía de Jordania, el nuevo acuerdo comercial también tiene el fin de conseguir apoyo en Estados Unidos para el libre comercio, sobre todo entre aquellos sectores que se opusieron a las gestiones de Clinton para promover la integración económica mundial y que frustraron su intento de conseguir autoridad de «vía rápida» para negociar nuevos pactos.
A diferencia del TLCAN, es el primer acuerdo de comercio en la historia de Estados Unidos que incluye normas laborales y ambientales junto con un mecanismo de disputas que puede imponer sanciones en los casos de infracciones.
Representantes del gobierno estadounidense sostienen que las leyes laborales de Jordania cumplen con las normas de la Organización Internacional del Trabajo, incluso la prohibición al trabajo infantil y el derecho a formar sindicatos y negociar en forma colectiva.
Estados Unidos y «Jordania reafirmamos la creencia de que es inadecuado reducir las normas laborales existentes, específicamente para fomentar el comercio, y hemos acordado en principio intentar mejorar nuestras normas», dijo Barshefsky.
«Cada parte acordó aplicar sus propias leyes laborales y resolver las cuestiones de no aplicación sistemática mediante la resolución de disputas», agregó.
«Este es un paso básico e importante para hacer que la globalización funcione para las familias trabajadoras. Este acuerdo no relega los derechos de los trabajadores a un segundo plano», dijo John Sweeney, presidente de la AFL-CIO, la mayor organización sindical de Estados Unidos.
Las mismas disposiciones fueron elogiadas por el vicepresidente Al Gore, quien prometió incluir normas laborales y ambientales en las negociaciones comerciales futuras que él emprenda si es elegido presidente del país el 7 de noviembre.
El candidato del Partido Republicano, George W. Bush, se ha opuesto en el pasado a incluir normas laborales y ambientales en los acuerdos de comercio. (FIN/IPS/tra-en/jl/aq/if/00