Líderes de Asia oriental y Europa manifestaron diferencias en su interpretación de las últimas iniciativas diplomáticas de Corea del Norte y en sus expectativas sobre la visita a Pyongyang de la secretaria de Estado estadounidense, Madeleine Albright.
Algunos gobiernos prevén que la comunista Corea del Norte finalmente se abrirá al mundo, quizá siguiendo el modelo de China. Otros, más optimistas, prevén una reunificación de la península de Corea, similar a la de Alemania oriental y occidental en 1990.
Pero también persiste un gran escepticismo sobre un país que ha sido criticado por sus «hábitos de gángster», pese a su reciente cambio de imagen.
Este lunes, la televisión mostró a un sonriente presidente norcoreano Kim Jong-Il estrechando manos con la canciller Albright, la funcionaria estadounidense de más alto nivel en visitar Corea del Norte desde la formación de esa república, en 1948.
Kim y Albright conversaron durante una hora, tras lo cual la canciller aclaró que el enfoque de Washington hacia Pyongyang es «muy mesurado».
El encuentro fue un paso más de Corea del Norte en sus esfuerzos por entrar en el escenario mundial. En el último año, Kim también se reunió con los presidentes de China, Rusia y Corea del Norte.
Además, la semana pasada viajó a Washington el vicemariscal norcoreano Jo Myong Rok, uno de los principales asesores de Kim.
Incluso se habla de una posible visita del presidente estadounidense Bill Clinton a Corea del Norte.
Aunque no se prevé la firma de acuerdos durante la visita de Albright, ésta se pronunciará a favor o en contra de un viaje de Clinton, quien sí podría firmar algunos pactos, reveló un funcionario de Washington.
Pese a estos acontecimientos importantes, persisten diferencias de interpretación sobre las acciones diplomáticas de Pyongyang desde junio y sus verdaderos objetivos.
Diez líderes asiáticos y 10 europeos prometieron el sábado en Seúl, al final de una nueva cumbre Asia-Europa, respaldar los esfuerzos de paz entre ambas Coreas, que permanecen técnicamente en conflicto desde la guerra de Corea (1950-1953).
Mandatarios europeos anunciaron su propósito de aumentar su ayuda a Pyongyang, enviar técnicos para recuperar la economía y abrir sus mercados a los productos textiles norcoreanos.
Sin embargo, debido a diferentes lecturas políticas de la situación, manifestaron opiniones distintas sobre la manera de relacionarse con Corea del Norte.
Gran Bretaña, Alemania, España y Bélgica anunciaron que abrirían sus vínculos diplomáticos a Corea del Norte a la luz de la última serie de acontecimientos, que comenzó con la cumbre intercoreana el pasado junio.
Pero el presidente de Francia, Jacques Chirac, advirtió que no seguiría el mismo camino y recordó que el gobierno norcoreano es «indiscutiblemente una dictadura».
Entre otras preguntas, se planteó si los esfuerzos de normalización de Corea del Norte representan un cambio de mentalidad real, conducente a una mayor libertad social y económica, o si son apenas un cambio de estrategia para mantener en el poder al régimen comunista.
¿Decidió Corea del Norte, luego de cuatro décadas de hambrunas y aislamiento, que es hora de cambiar su forma de gobierno y congelar su programa nuclear, o vio en la «política luz de sol» de Corea del Sur una oportunidad para mostrar una imagen amistosa y obtener ayuda y recursos para sobrevivir?
El presidente surcoreano Kim Dae Jung, cuyos esfuerzos de reconciliación con el Norte le valieron este mes el premio Nobel de la Paz, cree que la mejor forma de hacer frente a «la amenaza norcoreana» es proveerle acceso a la ayuda económica y una garantía de seguridad, para que deje de desarrollar armas nucleares y misiles de largo alcance.
Según esta teoría, el gobierno de Kim Jong Il obtendría ventajas a corto plazo con su actual ofensiva diplomática, pero su apertura a largo plazo debilitaría el actual sistema político norcoreano.
Sin embargo, los escépticos señalan que lo que ha hecho Corea del Norte en los últimos años es prometer dejar de hacer lo que otros países quieren que deje de hacer, como desarrollar misiles, a cambio de «ayuda internacional».
Así lo prometió Kim, por ejemplo, al presidente Vladimir Putin: Pyongyang abandonaría su programa de misiles balísticos a cambio de ayuda internacional para investigaciones espaciales. El significado de esta oferta es oscuro para muchos.
«Por supuesto, la mejora de las relaciones entre Estados Unidos y Corea del Norte es un paso positivo, pero no hay que esperar una pronta normalización», advirtió Robert Manning, director de Estudios Asiáticos del Consejo Estadounidense de Relaciones Exteriores.
«La normalización de las relaciones con China llevó casi ocho años después de la visita de Nixon», recordó Manning en el diario Straits Times.
Aunque la visita de Albright podría producir algún progreso menor como la eliminación de Corea del Norte de la lista de estados terroristas o la apertura de oficinas de enlace, existe el peligro de que el encuentro pueda interpretarse como un progreso en sí mismo, previno el analista.
La visión en la península de Corea no es tan diferente, en lo referente al trabajo y el tiempo que podría llevar la reconciliación entre las dos partes.
En la cumbre de la semana pasada, el presidente surcoreano Kim dijo que el proceso de reunificación podría llevar entre 20 y 40 años.
Mientras, Asia Oriental mantiene la mirada atenta en la cuestión de Corea, porque lo que ocurra allí también puede afectar las relaciones entre China, Japón y Rusia.
Cualquier acuerdo de paz entre las dos Coreas implicaría una reducción de la presencia militar estadounidense en la península, lo cual implicaría un gran costo de defensa para Seúl y una amenaza de seguridad para Japón frente a su rival China. (FIN/IPS/tra-en/js/ral/mlm/ip/00